ENTREVISTA El doctor Gustavo Zanelli, patólogo, docente universitario y ex director del Hospital de Oncología habla sin eufemismos de los enormes avances, de las cronificaciones, del cáncer de colon y las carnes rojas, de los tumores que no pueden prevenirse precozmente y de las respuestas que la medicina ha podido tejer.
Silvana Melo [email protected]
Cáncer la llamaron los romanos. En latín, significa cangrejo. La enfermedad está asociada a la vida desde sus orígenes. Los investigadores han descubierto cáncer en los dinosaurios del Mesozoico y en el hombre de las cavernas. La paleopatología ha analizado la evolución del mal que aún es innombrable y lo asocia a la historia evolutiva de la humanidad. Gustavo Zanelli, ubicado en las primeras décadas del tercer milenio, se ha pasado la vida estudiando las células y los tejidos trastornados por el cáncer y habla apasionadamente sobre innumerables variantes y avances científicos que han cronificado la enfermedad o, al menos, mitigado el sufrimiento. Docente universitario (UBA y Facultad de Ciencias de la Salud de la Unicen), patólogo y ex director del Hospital de Oncología, habla de lo que dejó la pandemia en la ausencia de controles de prevención, de las carnes rojas y el cáncer de colon, de la revolución del mamógrafo y la casi cronificación del cáncer de mama. Y de aquellos otros que aún hoy no se pueden detectar precozmente.
-¿Qué ha dejado la pandemia, cuando se aflojaron los controles preventivos, en lo que hace a diagnósticos precoces?
-Recién lo estamos viendo. Se dejaron de hacer los controles ginecológicos, los controles después de los 50 años en lo gastroenterológico, colonoscopías y endoscopías, eso también bajó a casi cero durante el período de covid. Los controles dermatológicos prácticamente desaparecieron. Y lo que más sensación causa es el control clínico anual que también se dejó de lado. ¿Quién iba a un centro médico durante el covid? Quien tenía una emergencia. O estaba muy asustado por algo que interpretaba como emergencia. Si no, ni se acercaba.
-Pero también la estructura sanitaria periférica, de control, de prevención, expulsaba un poco si no se trataba de covid
-Bueno, sí. Eso en parte es así. Había miedo de todos lados, desde no saber qué hacer por parte de los médicos o las exigencias de profilaxis de prevención, usar camisolines descartables, por ejemplo, que no se podía hacer por un problema de costos. Eso se dio en la odontología. Que en la práctica se ha privatizado. Por la situación del covid hay que usar descartables por cada paciente, cobrarlos y no hay controles odontológicos. Los pacientes sólo van con una emergencia.
-¿Es posible que aparezcan diagnósticos tardíos en muchas enfermedades que hacen peligrar la vida?
-Es muy difícil de chequear hoy. Pero sí lo vamos a empezar a ver. Porque no volvimos a la normalidad aunque nos estamos acercando a algo racional. Dejemos de lado el cáncer. No existió el control clínico de una persona de 50 años, en la que hipertensión y colesterol es lo más común. Eso te va a explicar el 50% de las morbilidades y las causales de muerte. El cáncer siempre es el 20 o 23 % de las muertes; puede haber subido un poco pero estamos ahí. El resto es cardiovascular en el promedio general, más allá de hacer la discriminación de distintas edades. Hace un tiempo hubo una publicación de OSDE acerca de que en Olavarría y Tandil había más cáncer de mama que en otras ciudades. Pero lo que ocurrió es que tomaron una cifra de los últimos veinte años, cuando la mamografía anual pasó a ser un control ginecológico. Y la calidad de los mamógrafos explotó exponencialmente. Tenemos amplificadores y calidades digitales de la imagen mamográfica que permitió hacer diagnósticos en estadíos iniciales. Aumentó entonces porque la gente con OSDE se controlaba. Antes el único estadío era cuando vos te lo tocabas. No había diagnóstico no palpable.
-¿Hay en Olavarría incidencias ambientales que se sospecha que pueden producir cáncer?
-Hasta ahora nunca se probó. En la época de José o el final de Helios, se compraron unos aparatos para medir partículas en el aire. Lo hicieron porque se cuestionaba lo que las cementeras quemaban en sus hornos. Lo único que se probó y nunca se publicó es que en un momento Loma Negra usaba como combustible en los hornos restos de neumáticos usados y eso sí en la atmósfera produce partículas no muy saludables. Pero toda la teoría anterior de que la gente que vivía en las villas sufría de un tipo de cáncer nunca fue probado.
En Olavarría hay varios productores de porcinos y son cada vez más. Esos productores están tirando sus residuos al Tapalqué. Hay temas tabúes
Cuando los números son similares a los de Junín o Pergamino, no hay nada raro. Otra cosa que da vueltas es el glifosato y el color del Tapalqué; hay gente que insiste en que el color actual de las aguas no es el de toda la vida. No lo sé. También es verdad, y en eso nadie se quiere meter, que en Olavarría hay varios productores de porcinos y son cada vez más. Esos productores están tirando sus residuos al Tapalqué. Tanto los medios universitarios como el estado son los que tienen que hacer mediciones para constatarlo pero no lo hacen. Hay temas tabúes.
-A partir de la actividad agropecuaria hay gravísimos problemas ambientales por el uso de agroquímicos.
-Sí, pero me explicaron que de los 135 partidos, Olavarría es el que más cabezas de ganado tiene, después de Ayacucho. Somos más ganaderos que agropecuarios. Como la mayoría de Olavarría está en una región chata o plana, dicen que hay que fertilizar mucho para tener buenos rendimientos. Esa es la razón por la que la cría vacuna tiene prevalencia.
-Hace unos años el doctor Gerardo Chiesa habló de un aumento en el cáncer en Olavarría por el consumo de chacinados. ¿Hay algo de eso hoy?
-No, lo que sí es claro es que el aumento del consumo de carnes rojas en general está vinculado al cáncer de colon y recto. Esto es real, tiene vinculación directa. Y con una dieta pobre en fibras.
En toda África subsahariana el cáncer de colon y recto no existe porque no consumen carnes rojas.
Igual que en todos los países asiáticos. Toda la cultura del arroz no tiene ese tipo de cáncer. Es probable que lo genético juegue, pero tiene un valor relativo. Si bien hay entre un 3 y un 5 % que es ciento por ciento hereditario, el resto está vinculado a las carnes rojas.
-Cuando se examina la biopsia de una persona y sabés antes que nadie que habrá que darle una noticia que alterará su vida, ¿cómo es trabajar con este tipo de diagnóstico?
-Hay que preguntarse por qué elegimos patología primero porque nos divierte mucho mirar tejidos, celulitas y después porque hay un desafío, una cosa ajedrecística o tipo Sherlock Holmes; vos mirás ciertas cosas y te corre la adrenalina porque el diagnóstico está claro. Para ser cruel y contundente: hoy con los cánceres de pulmón se nos están muriendo todos a cinco años. Yo te puedo decir con mi mano quiénes son los que vivieron y es porque fue de casualidad, porque le hicieron una placa por otra cosa y encontraron un nodulito, lo sacaron y se curaron. Con el páncreas nos va mal. Es la verdad. Muertos a los cinco años. Con la mama, sin embargo, hemos cronificado el cáncer en más del 85 por ciento. Porque aprendimos mucho cómo se produce y podemos actuar molecularmente. Junto con el diagnóstico precoz, que es la revolución del mamógrafo. Lo que nos permitió llegar con el carcinoma in situ, que significa que no salió del epitelio, por lo tanto curás el ciento por ciento.
-Otros dos que tienen muy mala prensa, son los tumores de útero y de colon. ¿Hay avances que den esperanzas?
-Se puede hablar del cáncer de cuello de útero o el de endometrio de las posmenopáusicas; el de cuello es el que está relacionado con el virus HPV (Papiloma Humano) y con el sexo. Ahí hemos hecho algo revolucionario: en el país está en marcha la vacuna contra el 16 y el 18 que son los dos serotipos de HPV que producen cáncer de cuello. Ahora hay que esperar que esas nenas de once años que fueron vacunadas cumplan los treinta que es cuando empieza a aparecer. Ya estamos en una prevención primaria. Hay muy pocos cánceres que dan esa posibilidad. La otra revolución enorme es que hoy podemos hacer un diagnóstico con biología molecular para ver si están estos serotipos en el cuello del útero, sin lesiones. Si es positivo, es un control cada seis meses o un año con pap y colposcopía. Y salvás vidas.
-¿Hay casos en los que no es posible el diagnóstico precoz?
-Con el que tenemos problemas es con el de ovario, que es el menos frecuente pero el más mortal, porque llegamos tarde. Lo que hemos hecho como estrategia es incorporar una ecografía abdominal al control ginecológico, pero no ha dado grandes resultados. En todo lo que está en esa topografía del ovario, que es el riñón, el páncreas, el tumor puede crecer enormemente sin darte síntomas. Y si no te hacen una ecografía por casualidad es imposible de diagnosticar. El caso de la próstata es distinto: tenemos el PSA, que es un antígeno que puede analizarse y detectarse precozmente. En colon y recto nos va bien. Aun con metástasis, no es de los más letales.
El tabaco produce el doble de muertes por enfisema que por cáncer. Pero el cáncer es el monstruo negro.
-Hay enfermedades temibles como el HIV-SIDA que lograron cronificarse en pocos años. ¿Por qué con el cáncer no se logra al menos una cronificación y además sigue siendo una palabra impronunciable?
-Hay que ver qué pasa con las nuevas generaciones respecto de eso. El hecho de vincular cáncer y muerte siempre, es importante. Pero en el medio hay algo mucho peor que es sufrimiento. Hoy con la clínica paliativa, con profesionales extremadamente bien formados y capacitados hay un alivio enorme. El dolor y la prevención de las consecuencias está normatizado y estandarizado. Se maneja con drogas fáciles y baratas como la morfina. Cómo hacer para que las sociedades dejen de consumir tabaco, que está vinculado directamente a dos cánceres: pulmón y vejiga. Decime estúpido cuánto fumás por día y te voy a decir si vas a tener estos cánceres. Pero la realidad es que el enfisema, que es la destrucción del parénquima de los alvéolos del pulmón, mata más que el cáncer. Y la única posibilidad que queda es el transplante de pulmón. Con lo que no nos va bien. Ahora hemos logrado poner estas mochilas con oxígeno, pero es muy duro. El tabaco produce el doble de muertes por enfisema que por cáncer. Pero el cáncer es el monstruo negro.
-Otro monstruo es la quimioterapia, que a veces mata antes que la enfermedad...
- Las posibilidades de ataque a un tumor han ido mejorando en los últimos años. Una posibilidad, la cirugía, ir y cortar, ha mejorado muchísimo. Ahora están las laparoscópicas o los robots que entran y sacan la próstata, por ejemplo. Y el robot tiene un nombre muy renacentista se llama Da Vinci. La radioterapia también ha mejorado. Antes se hacían aplicaciones con la bomba de cobalto, se irradiaba a todo el cuerpo y ahora hacemos la irradiación exactamente donde está el tumor y no se toca el tejido vecino.
-¿Cómo actúa el sistema inmune ante la aparición del tumor? ¿Enloquece o no reacciona?
-Siempre se preguntó por qué el sistema inmune nuestro no reconocía las células cancerosas, para atacarlas y destruirlas. No está incluso hoy del todo claro. Las células cancerosas son parecidas a las nuestras pero con diferencias y el sistema inmune las tendría que reconocer. Y ahí se descubrió que las células del tumor fabrican proteínas que inhiben al sistema inmune. Lo que se hizo fue un anticuerpo contrario a esa proteína para que el sistema inmune se despertara, atacara y destruyera el tumor. Eso se llama controles inmunológicos. Hay una terapia que los destruye con tu propio sistema inmune. El problema es que no todos los tumores utilizan la misma estrategia. Pero se nos abrió otra puerta que antes no existía.
-¿Qué proceso decidió tu elección de trabajar con el cáncer?
-Hay una materia en primer año que se llama Histología en la que ves células y tejidos. Ese fue mi primer enamoramiento. Después, en la mitad de la carrera cursé Patología y ahí ya me casé. Yo ya sabía lo que iba a hacer porque no me gustaba la relación con la gente y sí esto de mirar celulitas. Hoy todos estamos desesperados por llegar antes. El tumor más malo de los malos es el melanoma. Hoy se usa la estrategia de ver si es simétrico, si los bordes están bien, si el color cambia, de esa manera lo podemos diagnosticar in situ, como la mama, cuando no pasó de la epidermis. Y se cura el ciento por ciento. Lo otro es lo molecular y genético, donde estamos todos metidos estudiando para ver si podemos derrotar a este señor.