Arenas trituradas: un recurso estratégico declarado por la ONU que la FIO estudia desde hace 30 años

De los picapedreros fundacionales a la academia que empezó a detectar problemas locales y decidió generar soluciones regionales, pero también de exportación. La Facultad de Ingeniería de Olavarría es uno de los dos lugares del mundo (junto con Noruega), que produce conocimiento y tecnología asociada al polvo de piedra molida. De generación en generación, anticipándose al futuro, siempre en busca de producciones más sostenibles.

En pleno siglo XXI la ONU advierte sobre una posible "Guerra por la Arena", y eso enciende las alarmas en diferentes puntos del planeta. Un problema que la Facultad de Ingeniería de Olavarría vio 30 años antes al poner las arenas trituradas bajo la lupa cuando eran un residuo que debía transformarse en un producto válido para construir puentes, casas y rutas.

Desde entonces, el equipo de investigación del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura genera soluciones aplicables no sólo a nivel regional sino también a niveles nacional e internacional. Lo hizo paso a paso y sorteando desafíos mediante un trabajo sostenido en cuanto a la producción de saberes, transferencia de conocimiento y desarrollo tecnológico que logró transmitirse de generación en generación.

Actualmente esos aportes están presentes a nivel internacional y ubican a la FIO-UNICEN a la par del SINTEF, un instituto de investigación noruego. Son los pioneros en el mundo dedicados a encontrarle nuevos usos a ese polvo de piedra molida que hace medio siglo se descartaba.

El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) acaba de publicar un informe donde señala la dependencia internacional respecto de este recurso. Al mismo tiempo alerta que es estratégico y puede estar en crisis, ya que anualmente se explotan 50.000 millones de toneladas sin un marco regulatorio adecuado sobre su extracción en la naturaleza.

Un paso adelante

Del universo picapedrero a la "Capital Nacional del Cemento", Olavarría sirvió como fuente de inspiración no sólo en la detección de problemáticas locales sino en la generación de soluciones tanto propias como de exportación. Las arenas trituradas fueron uno de los tantos objetos de investigación en los que se centraron los referentes de ingeniería civil y esa decisión tuvo su lógica. En la década del ?80 representaban un 30% de las extracciones y el Reglamento del Uso de Construcciones Civiles prohibía su uso. Dos argumentos válidos para asumir el reto científico.

La ONU acaba de difundir el informe "Arena y sostenibilidad: 10 recomendaciones estratégicas para evitar una crisis", donde se señala que la arena es un recurso clave para hacer frente al cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. ¿El problema?: se utiliza más rápido de lo que puede reponerse de forma natural, por eso la urgencia.

Rodeados de caleras y cementeras, los científicos y científicas de la FIO salieron al cruce de ese "problema" tomando décadas de ventaja. Se barajaron diferentes proyectos, se realizaron arduas investigaciones y se publicaron los resultados obtenidos gracias al trabajo colectivo de generar más y mejor conocimiento en torno de soluciones concretas.

Hacia finales de la década del ?80 se presentó el primer documento que certificaba la viabilidad de su uso en la construcción de hormigones, pero con dos nuevos condicionantes: el consumo desmedido de agua que demandaba su aprovechamiento y la cantidad de finos que no se utilizaban. Ahí fue cuando cobraron protagonismo los fillers, esas sustancias finamente divididas que son insolubles en el asfalto pero pueden dispersarse para obtener mayor consistencia.

Ese desarrollo científico demostró que lo prohibido no era "malo" ampliando sus horizontes de usos a los finos dolomíticos, de caliza, cuarzo y granito y, también, demostrando que eran capaces de adquirir valor de mercado. Finalmente, la legislación argentina y también la internacional sumaron dentro de su normativa la ciencia propuesta por la FIO. En el año 2000 fue incorporada a las normas IRAM y esa documentación académica sigue siendo, aún hoy, referencia indiscutida y encabeza el ranking de los trabajos más citados en todo el mundo.

Huella de carbono: está en la mira

Esa capacidad de dar respuestas a problemáticas propias que luego se conviertan en marco referencial para otras latitudes forma parte de la esencia de las universidades regionales, y la UNICEN no ha sido la excepción. La FIO también lo certifica desde sus inicios con ingenieros e ingenieras civiles que han trabajado sin pausa respecto de realidades que resultan sincrónicas, pero al mismo tiempo con la habilidad para anticipar cuáles serían los problemas del futuro y qué "recetas" deberían formular para resolverlos.

Esa actividad intelectual y experimental siempre fue progresiva y se fue ideando bajo fórmulas exitosas, acompañadas de un desarrollo tecnológico que pudiera garantizar su aplicación y ser incorporado en cada proceso productivo.

El manejo sostenible de las arenas trituradas fue otro principio rector aportando conocimiento de manera sistemática y estructurada, con patrones regulares y transferibles en beneficio de una economía sustentable.

Es decir, contribuir a que el sector minero asumiera un aprovechamiento integral de los recursos naturales utilizados mucho antes de que los mandatos ambientales fueran categorizados a partir de la huella de carbono, que hoy exige una descarbonización por parte de las industrias mineras y cementeras.

El informe del PNUMA sostiene que es imperativo regular el uso de la arena para evitar una crisis ecológica. Desde la FIO observan que el incumplimiento de esos indicadores de sustentabilidad ambiental debería traducirse, en un futuro cercano, en una pérdida de competitividad y sanciones o medidas restrictivas.

Generaciones pioneras

Cada integrante del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura busca llegar antes, predecir posibles escenarios y aportar soluciones para cuando eso suceda. Dichas soluciones demandan tecnología y el gran paso sería que los modelos ideados desde la academia fueran adoptados por el universo empresario.

En el territorio hay señales. La incorporación del filler forma parte del sistema productivo en la industria cementera y en Olavarría hay dos plantas que producen este "relleno" capaz de mejorar la sustentabilidad de las construcciones, presente en todas las bolsas de cemento.

Sin embargo, hubo fillers que quedaron en el camino ya que, por ejemplo, la normativa europea no aprobó los fillers dolomíticos hasta 2021. Simultáneamente, una tesis doctoral local ha demostrado su aplicación y aún hoy no está incluida en la normativa.

Luego fue necesario idear sistemas de producción sustentables y, también de la mano de otra tesis doctoral sobre limpieza de arenas con menor consumo de energía y agua, proyectaron respuestas con repercusión internacional.

Ese es el camino y la FIO fue una institución pionera, consciente de que esa hoja de ruta es la más viable para reducir las emisiones contaminantes que causan el cambio climático, en sintonía con las metas ambientales de alcanzar el carbono cero hacia 2050 o, al menos, ir hacia esa transición.

Un conocimiento que se sigue desplegando a partir de escenarios del "futuro" que ya experimentan y evidencian los países desarrollados. Justamente, desde el campus universitario de Olavarría se trabaja en la detección e identificación de esos problemas cuya máxima expresión sería la "Guerra por la Arena", sobre la que alerta Naciones Unidas.

Ese sello de la FIO está presente en todo el mundo porque hubo trabajo sostenido y saberes que respondieron a problemáticas locales con respuestas globales. Ingenieros e ingenieras que fueron fundacionales dentro de la institución y se ocuparon de marcar el rumbo, con un semillero de estudiantes y graduados/as que comparten la misma filosofía: pensar en los problemas del mañana ideando soluciones que propicien una dinámica productiva viable, no sólo económicamente sino socialmente responsable y utilizando la menor cantidad posible de recursos no renovables.

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