Los atributos del vino están ligados al tipo de uva y su procedencia. La calidad y cantidad dependen de los polifenoles, que prácticamente es todo aquello que no es agua ni alcohol. En un vino pueden encontrarse más de cinco mil polifenoles (compuestos vegetales), de los cuales destacan los taninos, resveratrol y procianidinas.
Los taninos son compuestos fenólicos que poseen propiedades astringentes y antiinflamatorias, excelentes para tratar la gastroenteritis.
El resveratrol es una sustancia natural antioxidante que ayuda a detener el envejecimiento y deterioro de las células
Las procianidinas son capaces de combatir el síndrome metabólico y las enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes.
Los cardiólogos sugieren tomar una pequeña o media copa de vino de uva Malbec a diario, ya que actúa directamente en la circulación. Entre los beneficios que una bebida como el vino tiene para la salud humana, hay otro poco conocido y en etapa de investigación, que parece sumarle otro aspecto saludable al producto de la industria vitivinícola.
Se trata del orujo de la uva, un subproducto que a veces termina transformado en desecho en la cadena productiva pero que tiene utilidades reales y otras potenciales. Ya se usaba para extraer alcohol etílico, ácido tartárico y aceite de pepita de uva, pero ahora hay quienes quieren aprovechar otros componentes que se pierden en el proceso y que, al menos en nuestro país, no se usan.
Además, hay otros componentes en el orujo de uva (que se pueden recuperar a modo de extracto), que son los compuestos fenólicos. Tienen funciones antioxidantes, entre otras, por lo que también actúan para prevenir el envejecimiento o deterioro de las células y eso colabora con enfermedades relacionadas con el síndrome metabólico, como la hipertensión o la diabetes.