Sabe tocar el piano y da cátedras sobre hormigones sostenibles. Lleva la docencia en el ADN y siente que la FIO es su casa. Vivió en España, viajó por el mundo y elige Olavarría para hacer. Acaba de recibir el "Dina Pontoni", un premio que aún la moviliza y cuenta por qué.
"La FIO es mi casa. Con mi promoción la vimos crecer, ladrillo sobre ladrillo", dice Viviana Rahhal. La doctora que primero fue pianista, cuando soñaba con ser arquitecta. Las vueltas de la vida, y la suya tuvo muchas, la ubicó en Olavarría donde estudió Ingeniería en Construcciones y un año más tarde se formó en Civil. A fuerza de estudio y de becas se doctoró en Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid, después de trabajar en el LEMIT (Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica), en La Plata. Pergaminos no le han faltado, experiencia tampoco. Hoy, a los 60, tiene esa pasión intacta y se emociona cuando habla de la catarata de mensajes que le llegan por su distinción con el Premio "Dina Pontoni" por su compromiso con la Educación, la Ciencia y la Tecnología.
Nació en General Alvear y es la anteúltima de cuatro hermanos. Heredó de su padre libanés, al que perdió cuando tenía 6 años, las ganas desmedidas de hacer y jamás dejó de admirar a su madre, que "sola nos sacó adelante", haciéndose cargo de los hijos y la tienda familiar.
Investiga, guía a tesistas tanto de Olavarría como de la región y también de España. Aún sigue estudiando y dando clases de grado y posgrado en la Facultad de Ingeniería. "La docencia es algo innato en mí", expone con orgullo.
Recuerda que en la secundaria preparaba a varias compañeras y compañeros que daban batalla contra las matemáticas y la química. Por entonces, no imaginaba que algún día se graduaría con honores en España. Tampoco estaba en sus planes ocupar cargos de gestión en la FIO llegando a ser Consejera, Jefa del Área de Materiales, presidenta del Consejo Departamental, responsable del Laboratorio de Materiales de la FIO y Secretaria Académica, entre otros. Acaba de ser reelecta como Directora del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura, integra la Comisión de Posgrado del Consejo Académico y dirige el Doctorado de la Facultad de Ingeniería.
"Nunca sentí límites"
"Acá el techo se lo pone cada uno", afirma una y otra vez, horas antes de viajar a Buenos Aires, para asistir a una reunión de la Asociación Argentina de Tecnología del Hormigón, de la que es tesorera. A su derecha hay una biblioteca poblada de libros y carpetas, un par de fotos (de esas que son necesarias) y la notebook siempre a mano, sobre el escritorio. A ese paisaje cotidiano, ahora le suma la estatuilla "Dina Pontoni" que el Concejo Deliberante le entregó en el marco del Día de la Mujer. "Es un reconocimiento que no pensé que me iba a movilizar tanto. Me gratifican mucho los comentarios de la gente", admite con la voz anudada.
Me gratifican mucho los comentarios de la gente
"Nunca sentí límites; por ejemplo, en el LEMIT era la única mujer en el área ligantes. Igual, en mi promoción de grado en la FIO, éramos varias mujeres. Creo que los límites están en la cabeza de cada uno. Yo nunca sentí un techo", asegura, repasando su tránsito desde Olavarría, obteniendo el título de grado, pasando por La Plata donde desarrolló investigaciones y, finalmente, mudándose a España donde logró su Doctorado en Ingeniería.
Lleva décadas poniendo bajo la lupa a los materiales en general y a los de construcción en particular, haciendo ciencia destinada a optimizar la construcción de obras e investigando la resistencia del hormigón en presas y diques.
"Buscamos resolver problemas o, por lo menos, escuchar para tratar de ayudar", comenta, sonriente. Prefiere mantener el perfil bajo y la vara bien alta. "Hago lo mejor que puedo todos los días y nuestra misión es sacar los mejores graduados y la mayor cantidad de egresados. Queremos que la gente estudie contenta y trabaje feliz", pregona casi como un mandato aunque es consciente de que no resulta nada fácil.
Lugar de privilegio
"Acá estamos en una burbuja", acota de repente y mira a su alrededor poniendo en valor la alianza emocional que han formado entre compañeros y con estudiantes. Es más, deja en claro que "la FIO me salvó de la pandemia. Cuando anunciaron que la Minería era esencial armamos un protocolo para seguir haciendo los ensayos para las canteras de piedra. Veníamos lunes, miércoles y viernes, con dos alumnos que se turnaban a la mañana y a la tarde. Mi vida es esto".
"No me puedo quejar", responde y su tono transmite paz. Aclara que tiene sobrinos que son como sus hijos, esos que en su momento fueron buscados pero no llegaron. "No me iría del país, acá tengo todos mis afectos", valora y suena el teléfono. Es Ana Fernández, la doctora que hace siglos conoció en el Torroja. Del otro lado se escucha una tonada española y alegre con la que intercambia detalles sobre un ensayo químico. "Es una top, top!! y estamos hablando sobre lo que aprendí cuando estuve allá", cuenta Viviana Rahhal. Su colega europea acaba de agradecerle los tips, después de intercambiar sensaciones sobre la guerra en Ucrania y la crisis económica de Argentina para despedirse no sin antes preguntar cuándo irá de visita. Es que además de colegas son entrañables amigas.
Después de esa breve pausa, vuelve sobre su General Alvear y cuenta que la Promo 79 no para de "hablar" en el WhatsApp y hasta de elogiarle su premiación por el 8 de marzo.
Ejerció y ejerce la profesión dedicándose a la educación, la ciencia y la investigación. Se define como desacartonada, sin ataduras ni estar pendiente de hojas de ruta a largo plazo para "vivir el momento".
Se nutre de la ida y vuelta con docentes y estudiantes porque "eso me da una enorme riqueza interior; si no, ¿para qué estamos? Este es un lugar de privilegio: le estamos enseñando a chicos que quieren aprender", expone con entusiasmo y feliz de "ayudar a los estudiantes a que se reciban".
"El conocimiento no tiene fronteras"
Su valija está abarrotada de viajes, académicos y de los otros. Grecia, Dubai, Egipto, Turquía, Perú, Praga, Rumania, Bélgica y Noruega aparecen entre los destinos que visitó. "Me gusta pasear. He conocido mucho, muy a mi aire, dirían los españoles", explica, dando cuenta de que Marruecos le dio vuelta la cabeza, por ser una cultura distinta y porque la conectó ni más ni menos que con sus raíces. Sin embargo, su corazón permanece anclado en "esta pampa, tan llana pero tan nuestra".
¿Si tiene pendientes en la vida? "Mi mamá decía que no se pueden tomar todos los trenes para todos lados. Estamos decidiendo todo el tiempo y hay que asumir las consecuencias", reflexiona.
Ve las huellas de sus investigaciones sobre hormigones masivos que le dan forma, por ejemplo, a un dique, o en obras licitadas por diferentes empresas cementeras. "Recibimos consultas de distintos lugares de Argentina, y también del exterior. El conocimiento y la colaboración no tienen fronteras", apunta. De paso, niega enfáticamente que el cuidado del ambiente sea una moda: "Tenemos la sustentabilidad incorporada en las venas, es algo natural, lo hemos estado haciendo siempre", remarca.
Dentro y fuera del laboratorio, "ayudar a los chicos a que se reciban es muy lindo. Ya tengo dos doctoras en Olavarría, que son como mis hijas", y se le infla el pecho cuando cuenta que uno de los primeros llamados de felicitación por el Dina Pontoni fue el de César, su primer doctorando en España a quien abraza con el alma.
Viviana Rahhal, la del apellido con dos haches, la que jamás pensó en desandar el camino de su padre porque, como él, siente que aquí en la Argentina es donde asoma su lugar en el mundo.
Fuente: Área de comunicación de Fio.Unicen.Com.Ar