La historia de Juan Morales Las vueltas y los golpes de la vida lo trajeron de Recalde al centro. Con un carisma que lo hace único, Juan es amigo de todos. Pero con los recolectores de su cuadra lo une una relación especial. Una hermosa historia para no perderse.
En su cuadra, frente a la Escuela Nº 1, manda él.
Juan Morales vivía en Recalde; más de una vez por día se daba la vuelta por el destacamento de policía a visitar a sus amigos de uniforme porque su sueño era vestir alguna vez como ellos, y tenía todo el verde de la pampa húmeda a disposición para jugar hasta que un día el destino se ensañó con su hermanito Santiago y la situación familiar cambió para siempre.
Santi, acompañando a Juan, tuvo un accidente de tránsito en una ambulancia que no acabó con su vida, pero sus sueños quedaron definitivamente rotos.
Un dolor inextinguible atravesó a todos por la pena de lo irrevocable y Juan con su sonrisa y su ternura, tal vez sin proponérselo se fue convirtiendo en un puntal para hacer la vida un poco más digerible a sus padres, su hermana y su cuñado.
Por la condición de Santi debieron mudarse.
Cuatro años atrás Juan tuvo que cambiar su Recalde sin límites por el gris de la Ciudad y las restricciones que forzaban el tránsito céntrico, lo desconocido y también algunas dudas de sus afectos más próximos acerca de su adaptación.
Pero para Juan las cosas no cambian; él cambia a las cosas y a su entorno, y no hay relato más fiel para hablar de Juan que el de su hermana Lilian: "No es porque sea mi hermano, pero Juan se gana enseguida el cariño de todo el mundo. El derrocha amor y no sabe lo que es la maldad".
El mismo amor que recibía en su pueblo no demoró casi nada en conseguirlo en la Ciudad; desde el primer minuto que se incorporó al taller de armado con su carisma se ganó a las docentes del Centro de Formación Laboral Nº 1 "Mario Lázaro Bernis".
No necesitaba motivos para sonreír toda la clase y siempre buscaba cómplices para una de sus grandes pasiones: el baile.
La ausencia se hizo sentir cuando egresó para seguir su vuelo.
Enseguida se puso en manos de la entrañable Rosita Muia en los Talleres Protegidos, de lunes a viernes de 8 a 12.
Después hace su parte en las labores domésticas: ordenar, limpiar y sacar los residuos a la vereda todos los días como a las 8 de la noche.
Siempre mate en mano. Porque ama a los "verdes" y se los prepara lo más dulce posible.
Juan empezó dejando la bolsita en el canasto; después se quedaba sentado en el umbral de su casa para ver cómo sus nuevos amigos la recogían y la mandaban dentro del camión, y al final se transformó en protagonista de esta ceremonia y en dueño absoluto de su cuadra.
La atracción que sentía por el uniforme policial en Recalde cambió por la pasión por los camiones y esto último terminó siendo más fuerte.
En Olavarría saludaba a los policías a su paso y se lo quedaban mirando. "Nosotros le explicábamos que acá no es como en el campo; que allá lo conocían todos y acá no" reveló su hermana Lilian.
En cambio, con los trabajadores de Malvinas pegaron onda enseguida y el "Juan andá a sacar la basura" de mamá o su hermana se fue convirtiendo en una fiesta
Al principio mamá no quería se quedara sentado en el cordón de la vereda a esperar el paso del camión recolector por miedo a los peligros de la calle para un chico tan especial como Juan, nacido y criado en tierra adentro.
Los primeros permisos fueron con vigilia y la familia testigo privilegiada de esta conexión.
"Al principio se chocaban las manos; le gritaban 'qué hacés Juan, cómo andás'. El les alcanzaba la bolsa y los chicos la tiraban dentro del camión" recordó Lilian.
Como recompensa recibió un par de guantes de regalo, después una de las inconfundibles remeras verdes y otro día la gorra con el logo redondo adelante.
En uno de esos días Juan preguntó a sus amigos si podía tirar la bolsita de su hogar en el camión y le respondieron que sí, pero acordaron que el camión iba a estacionarse frente a su casa y recién ahí él bajar de la acera.
Cuando los recolectores aparecieron en la cuadra tocando la bocina, Juan los sorprendió con las bolsas de todos los vecinos, desde la puerta de su casa hasta las esquinas, prolijamente apiladas.
"Desde ese momento lo esperan. El lleva toda la basura al camión, al terminar los chicos lo despiden y se viene corriendo para casa y nos dice que ya terminó con su trabajo, porque para Juan es un trabajo, y los chicos de Malvinas son un amor: lo cuidan, lo tratan con mucho afecto, con sumo respeto" recalcó Lilian.
No más de un par de días atrás sus nuevos colegas lo esperaban para cumplir la rutina con un cartel que decía "El mejor recolector - Gracias".
Al leerle su hermana el contenido, Juan esbozó la sonrisa más ancha que se le conoce.
"Los chicos de Malvinas se dan cuenta de su condición, y nosotros nos sentimos muy felices porque lo incluyen. No lo tratan como un chico con discapacidad que no puede hacer nada, al contrario, y el otro día -que había gente afuera- todos lo terminaron aplaudiendo mientras llevaba las bolsitas de residuos al camión. Fue muy emocionante; se sacaba fotos con los vecinos, con la gente que pasaba por la cuadra. Porque también le encanta sacarse fotos" afirmó orgullosa su hermana.
"Por ahí la mirada del otro nos duele, pero él es todo amor y hay que aprender mucho de ellos, que nos dan lecciones permanentemente" confesó Lilian.
Juan es un canto a la vida para los suyos. "Dentro de todas las cosas malas que nos pasaron, de tener a Santi postrado en una cama, sentimos mucha felicidad al verlo así" agradeció.
Otros dos momentos le provocan igual o mayor felicidad a Juan: estar con su hermano Santi o con su pequeña sobrina.
"El ama a su hermano, y sabe en las condiciones que desgraciadamente Santi quedó. En un primer momento, como a todos, le costó mucho verlo así y ahora nos ayuda en todo: lo baña, lo sienta, le cambia los pañales" contó Lilian.
Ainoa, con sus 2 añitos, también lo puede.
"Se aman; él tiene locura por su sobrina y ella por él. Siempre digo que a Ainoa me la mandó Dios, porque con tantas malas que estábamos pasando cuando fue el accidente de Santi yo quedé embarazada sin esperarlo. Ainoa es vida; para mí, para mis viejos, para todos nosotros es una bendición del cielo".
Lilian proyecta un futuro con Juan realizado: "A él le encanta el campo; sabe hacer muchas cosas, pero el destino nos trajo acá y a nosotros nos gustaría que algún día encuentre un trabajo digno y que lo respeten por lo que hace y no por cómo es" reflexionó.
Ese camino Juan ya lo empezó con sus amigos de la gorra verde.