Suplemento FINDE Con el objetivo de crear un espacio de poder dar rienda suelta a la exploración musical, Agustín Ramos junto con su padre Daniel remodelaron el antiguo taller del abuelo y lo convirtieron en una sala y estudio de grabación. Un viejo sueño que ambos compartían y que la pandemia logró hacer despegar.
Rodrigo Fernández / [email protected]
El lugar está en pleno corazón del barrio San Vicente, pero desde afuera no se puede vislumbrar nada de lo que ocurre dentro. Para adentrarse sólo hay que cruzar la cortina de metal, que permanece baja pero tiene una abertura, y luego un golpe seco al vidrio de la puerta para que abran. Cuando uno da el primer paso todo se llena de silencio. La acústica del espacio es impecable y detrás nuestro quedan los ruidos de la calle cuando la puerta finalmente se cierra. Las luces son tenues, hay alfombras en el suelo y en las paredes cuelgan carteles de películas y bandas de rock, memorabilia vinculada al cine y figuras de acción. Los instrumentos descansan en los rincones y han dejado un camino libre de micrófonos de pie. Santuario, el estudio de Agustín Ramos, tiene lo necesario para sentirse cómodo y poder concentrarse en lo que importa: la música.
"Para mí este lugar es sagrado. Este es un lugar de creación", dice Agustín, mientras invita a que nos acomodemos para hacer la entrevista. En la pecera un amigo será el testigo de toda la conversación. En silencio escuchará mientras el mate pasa de mano en mano. El clima es distinto. Alrededor nuestro se escucha el tenue sonido de las computadoras. Una pantalla de 32" domina el escritorio y Agustín, antes de empezar, repasará con su amigo unas líneas de audio con un sonido impecable.
Desde hace poco más de un años, los músicos llegan a la sala por la mejor publicidad: el boca a boca, la recomendación personal de los colegas.
"Me gusta que vengan a conocer la sala, que sientan la onda y la vibración que tiene", dice, y cuenta que en un principio pensó en tener un estudio montado más minimalista, al estilo de los estudios profesionales, pero "la verdad es que me iba a resultar frío y aburrido así".
"Acá quiero que vengan a divertirse, que vengan a fluir con la música, que se sientan cómodos. Que sientan que pasas por la puerta y dentro es otra cosa", explica, y sostiene que en ese sentido cruzar la puerta de entrada es como pasar "un portal. Toda tu vida quedar afuera y acá venís a tocar, a crear música, a divertirte. Sea un hobby o tu carrera, no importa eso".
"Con una decoración más fan made, con películas y música, iba a ser más amigable que siendo un estudio minimalista para la foto", sostiene, y asegura que para él todo pasa, porque "sientan que es su espacio y un lugar de creación".
Ingeniero, operador y algunas veces de productor
Confiesa que siempre pensó en tener su propia sala y cuando surgió la posibilidad no lo pensó dos veces y se largó. Aunque remarca que lo suyo tiene que ver con rescatar en la sala el trabajo de grabación que se hacía hace muchos antes atrás. "Muchas veces escuchás discos en que los músicos nunca tocaron juntos en la misma sala. Tocando todos juntos es otro el resultado y eso es lo que me gustaría que hagan acá", explica, y remarca el objetivo de poder "rescatar como se hacían antes las cosas".
Se reconoce más como un ingeniero y operador que productor, pero también asegura que le gustaría trabajar de una forma tal que "cada uno vaya explorando sonidos o arreglos musicales y hacerlos coincidir todos acá dentro. Que sea fresco". "Siempre ayuda tener una oreja externa; más que nada cuando lo venís laburando solo, tener alguien que tiene la oreja fresca de lo nuevo. Trato de buscar la interpretación", dice.
Luego explica el proceso que lleva al cantante "por el camino de la emoción", dice, y menciona que "a veces eso queda un poco relegado con eso de sonar bien, de tener un buen audio, de que esté correcto y afinado. Muchas eso le quita la magia de lo que está pasando". Aunque reconoce que hay estilos y artistas diferentes. "Son sugerencias. Cada artista sabe lo que quiere y si realmente lo sabe muy bien, para mí está correcto".
"Todo está correcto en realidad. Es ser fiel a un concepto o a la idea principal, no perderse en hacerlo de una manera porque así la vas a pegar o porque suena lindo", manifiesta, y agrega: "Que suene tocado del alma, del corazón, no tanto como una escala rara. A veces no es necesario".
En su rol de ingeniero dice que "lo principal tiene que ver con saber ubicar los micrófonos. Para lograr la mayor fidelidad del sonido que están tratando de lograr el artista. El tipo de micrófono que uses cambia muchísimo cómo captar el sonido. Lo más importante es escuchar al artista qué es lo que quiere y tratar de guiarlo en el proceso técnico y hasta creativo".
"A veces uno se casa con una cosita que escucha y es muy difícil salir de ahí... de un demo, una maqueta o de solamente tenerlo en la cabeza, y tocás los temas hasta que te los aprendes de determinada manera. Quizás una sugerencia te abre todo un nuevo mundo que está inexplorado porque esto es lo seguro. Escuchar al artista y con mucho respeto porque es su arte y es su material. Si te preguntan es porque realmente quieren escuchar una opinión" asegura.
"Es difícil porque no siempre es lo que esperan escuchar, pero con respeto y con ganas de hacer algo bien. No les sugeriría nada que estuviera fuera de su alcance como artista o fuera de su estilo". Agustín dice que "siempre es en pos de ayudar al artista. Se expanda, crezca y aprenda cosas".
Si bien explica que no se considera productor, "estoy aprendiendo y aprendí de haber trabajado con otros productores como músico", y sostiene que "grabándome a mí mismo me di cuenta de cosas que me decían otros productores con los que trabajé que en el momento no les entendía".
"Es un mundo totalmente diferente el de grabar que el de tocar en vivo. Son dos cosas muy diferentes y cambia la manera en que tocás. En una sala tenés el sonido controlado, la manera en que tocás para que no se metan en el micrófono otros sonido que a la hora de mezclar hay problemas para logra el sonido que quería lograr".
Fue en ese momento que se dio cuenta de la importancia de un productor que busca sacar un mejor sonido, "incluso guiándote en tu performance".
Mucho trabajo para cumplir con un sueño
Armar su propio estudio fue "un sueño de toda la vida", dice, y confiesa que "siempre fue una fantasía". Con su padre Daniel, también músico, siempre hablaban "de lo lindo que seria tener un estudio para grabar y explorar músicas".
Así que cuando volvió a Olavarría, luego de vivir varios años en Buenos Aires, surgió la idea otra vez mientras buscaba trabajo.
En agosto del 2020, en la parte más dura de la pandemia, "dijimos 'bueno qué tal si empezamos a ordenar un pequeño espacio para que fuera a armar la batería y poder dar clases' ", cuenta. "Esto era el taller de mi abuelo. Estaba igual que cuando decidió jubilarse en el 2004. Herramientas colgadas y repuestos juntando tierra. Cuando toqué el primer parche nos dimos cuenta que nos iban a escuchar desde la Municipalidad..." dice, y ríe. Fue entonces que se pusieron a trabajar para darle al lugar un tratamiento acústico y evitar las filtraciones del sonido para no molestar a los vecinos.
En un primer momento todo se resumía a un rincón del espacio pero de a poco empezaron a ordenar y se dieron cuenta de que tenían ganas de que todo el lugar se convirtiera en una sala de ensayo o un estudio. "Todo lo hicimos entre los dos y fue un aprendizaje porque nunca había hecho algo así", y recuerda muy bien las largas jornadas de trabajo.
Santuario tiene un estilo muy particular y eso se debe a que "a los dos nos gusta mucho reciclar cosas. Entre el 30 y el 40% de los materiales son todos reciclados".
Para Agustín que fue como una resignificación del lugar, que paso de ser un taller mecánico a un espacio para la creación musical.
Asegura que le gusta que "sea una cosa relajada" y cuenta que suelen juntarse un grupo de chicos sin ningún tipo de formación musical que, "en vez de jugar al fútbol 5, se juntar a tocar en la sala"
"Los veo cómo lo disfrutan y cómo charlan entre ellos y como tratan de resolver sus cuestiones sin quizás tener muchas herramientas me divierte un montón, me gusta", afirma y explica que para él "es frescura. A veces uno está tan preocupado de que las cosas salgan de una forma que se termina presionando y no, hay que disfrutar de las cosas".
"La música te gusta o no te gusta, te llega o no te llega", dice y señala que lo que busca es "poder ayudar a que el artista pueda encontrar su voz, su sonido y su técnica, pero que le salga natural, de adentro".
De todo se aprende
Su primera experiencia como músico fue con La senda, una banda con la que grabó a los 14 años en el auditorio de Radio Olavarría. "Fue como ensayar y grabar", recuerda.
Pero su experiencia mas importante fue en Estados Unidos, cuando participó de un programa de intercambio. "En la secundaria había una big band de jazz", cuenta, y tras audicionar comenzó a tocar la batería en la banda.
"Era tan importante a nivel estatal que todos los años grababan un disco", dice y comenta que pudo grabar dos canciones. "Ahí tuve una experiencia con productor y me di cuenta de que era lo mío, que quería ser músico". Ahora explica que para eso se necesita "un nivel de compromiso y de estudio que me copa mucho".
Cuando volvió a la Argentina se sumó a Musa Rea y con ellos "fue el primer disco completo que grabé".
"Te hacés, haciendo. Hay muchas cosas que las aprendes con la práctica", sostiene, y asegura que de "todas las experiencias fueron diferentes y de diferentes maneras".