Debía llevarse a cabo el lunes pasado, pero fue suspendido debido a que no llegó a conformarse el jurado.
Claudia Rafael
Cuando noviembre se acerque, el círculo afectivo de Valentina Gallina deberá aprontarse para sostener física y psíquicamente el juicio contra Alejandro Diego Ezequiel Pais. Habrán transcurrido para entonces poco menos de tres años de su femicidio. El temor de quienes deberán declarar y revelar los entramados del vínculo entre Pais y Valentina volverá a quedar a flor de piel. Nunca es gratuito ese proceso. No lo fue cuando el lunes pasado estaban listas para el juzgamiento y, de repente, porque no llegó a conformarse el jurado, fueron avisadas de su suspensión.
Todas y todos saben que la misma experiencia podrá repetirse el miércoles 23, jueves 24 y viernes 25 de noviembre, en que el TOC 1 fijó la nueva fecha de juicio. Y la reiteración o el miedo a la reiteración impide la posibilidad de reparación. Hosanna Cazola no es sólo la coordinadora Regional del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia. Fue la prima de Valeria Cazola, mamá de Valentina que, al igual que su hija, fue víctima de femicidio. En la misma familia y con doce años de diferencia se repitió la misma historia atroz. "Es todo muy complejo. Hay miedo de las testigos, un miedo que se siente en el cuerpo. Y tiene un gran costo emocional tomar la decisión, asumir el coraje y que después no se complete el jurado Con el agravante de saber que en la próxima audiencia es probable que tampoco se conforme el jurado. Todo muy desgastante. Y situaciones como ésta remueven todo. Porque hay algo que no estamos visualizando. No basta con tener la conciencia de quiénes son los responsables o por qué sucede. No basta con salir a la calle y con tener conciencia. Salir nos permite exorcizar tanto dolor pero me inquieta ver que todo se repite y pensar qué más tenemos que hacer Los recursos del estado no alcanzan. Nuestras redes no alcanzan".
Los juicios constituyen el después. Puede o no reparar pero por sí mismo es un camino arduo con postergaciones que desgastan. El viernes 22 de abril se sentarán ante la jueza María Alejandra Raverta, del Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Azul, dos hombres: Néstor Julián Pola y Juan Cruz Garay para ser juzgados por "abuso sexual con acceso carnal y abuso sexual gravemente ultrajante". Justo en abril, cuando se cumplirán cuatro años de esos delitos de poder sobre dos adolescentes que ya son mujeres jóvenes. Cuatro años después, cuando los procesos terapéuticos avanzaron y quizás permitieron sanar algo de ese estrago del que fueron víctimas, la justicia llegará tardíamente para decir: "aquí estoy". O tal vez no llegue porque siempre existe la posibilidad de que, como en los tres intentos anteriores, deba postergarse una vez más. Algo similar ocurrirá cuando a mitad de año, el 14 y 15 de julio se vuelva a sentar a Luis Randazzo en el banquillo ante la misma jueza Raverta pero, a diferencia de la causa contra Pola y Garay, se trata de un juicio por jurados. Que ya en febrero quedó estanco por falta de acuerdo entre los votantes.