Rodrigo Ferná[email protected]

"Descubrir el mar de abajo es apasionante"

Desde chicos se sintieron atraídos por el agua. Primero fue el nado y después se metieron de lleno en el buceo. Canteras locales y luego el mar argentino con el objetivo de conocer cómo se comportan el agua y el cuerpo en distintos ambientes. Con muchos años de experiencia a cuestas, Ricardo e Ignacio hablan de esa pasión que los une desde siempre y remarcan que el buceo es una actividad segura pero siempre depende de uno. 

"La gente piensa que bucear es como ser astronauta" dice y reconoce que no sabe qué es ser un astronauta aunque "parece dificil". Para él es todo lo contrario. "Bucear no es una actividad difícil. Es una actividad como cualquiera a la cual hay que tenerle respeto. No tenés riesgos si le tenés respeto y si tenes conocimientos de cómo se comporta el cuerpo sometido a las presiones, por las alteraciones que te provoca" explica Ricardo Guido e Ignacio Aramburu completa: "Con las medidas de seguridad no es una actividad riesgo. Eso lo fuimos aprendiendo con el tiempo

Para Ricardo "descubrir el mar de abajo es apasionante, es otra cosa" y agrega: "Abajo te das cuenta del comportamiento del agua, no es tan agresiva como arriba. Cuando buceas empezás a sentir una autonomía que en la tierra no la tenés". "Es como volar" define. Los dos hablan con pasión del buceo, una actividad que comparten desde muy chicos. 

"La amistad se fortifica por los tiempos compartido y por la confianza, porque sabés que la persona que esta con vos está preparada, tiene tus mismos conocimientos y sabes que va a reaccionar de buena manera ante cualquier imprevisto" explica Ignacio.

Del nado al buceo 

"Soy nadador desde que tengo uso de razón" dice Ricardo cuando comienza la charla y recuerda que tenía 4 años cuando se escapó de su madre aunque poco después "me encontró en el embarcadero del club Estudiantes mirando el arroyo. A partir de ese momento me mandaron al club de niños". Así fue como aprendió a nadar en el arroyo y de esa forma la natación se convirtió en una pasión que todavía lo acompaña."Sin ser un gran nadador, lo disfrutaba y eso era lo importante. Me encantaba nadar". 

"Lo hacia mas como libre pero se dio naturalmente por ir los veranos a Estudiantes, a la pileta y al arroyo. Es una actividad que siempre hice desde chico y traté de conservarla" explica Ignacio. 

Con el tiempo Ricardo empezó a nadar en el mar. "Donde iba y había agua, no importaba la temperatura, era meterme" menciona. Muchos años después junto con Ignacio "tomamos la decisión de aprender a bucear".

"Le dije que sí aunque sin tener mucha idea de lo que era pero una actividad en el agua que me interesaba" reconoce Ignacio. 

"Hicimos ese curso y después vino todo lo demás. Conocer el mar desde otro punto de vista, desde otra perspectiva" dicen. La primera persona que les enseñó fue el "Flaco" Cavalli, uno de los buzos de Bomberos. 

"Él nos enseña, nos lleva al Sur, hacemos nuestro bautismo allí, aprendimos en el mar. Empezamos a ver el mar desde abajo. Yo conocía mucho el comportamiento desde arriba".

Juntos empezaron a recorrer todas las canteras de Olavarría. Pedíamos permiso y nos dejaban porque nos conocen pero está prohibido. Empezamos a ir la mañana, a la tarde y a la noche a bucear. Nos metíamos en invierno y verano, de día y de noche. Era pasión, es pasión" reconoce Ricardo y comenta que "aunque no pudiéramos vernos las caras abajo del agua, nos agarrábamos las manos y navegábamos juntos bajo el agua". 

"Queríamos mas y entonces encontramos con Ricardo Luissi que nos dio otro nivel de buceo. Nos dio una parte teórica excelente, fue un tremendo profesor. Nos marcó muy bien y nos contactó con Prefectura, quienes nos tomaron unos exámenes. Los rendimos, aprobamos y nos sentimos distintos porque teníamos otro conocimiento" rememora Ricardo. 

Luego, juntos, comenzaron a viajar por el país. "Agua, el Sur, septiembre, las canteras con agua a 8 grados". El objetivo era conocer "las aguas, cero transparencia, con alta dificultad, con poca dificultad, con equipos básicos, con lo que conseguíamos acá".

Fue en esos días que Ricardo comenzó a "trabajar sobre las corrientes marinas, cómo entrar en una corriente, cómo salir si te atrapa. Empezar a entender cómo es el agua, con los vientos arriba, ubicarte abajo, manejar los puntos cardinales". Poco después ambos se largaban a recorrer otros destinos, como Brasil o el Caribe. 

"Empezás a aprender y a conocer las tecnologías que están al servicio del buceo. Acá buceábamos con un tanque de hierro, 14 kilos de lastre en la cintura, un traje de 7 mm doble en el pecho para el agua fría. Una dificultad que cuando caminas pareces Robocop. O sea es un todo un proceso ponerte ese traje que cuando más apretado está menos agua te entra" describe Ricardo y cuenta que en el Caribe "buceábamos en malla. En la cintura teníamos un lastre de 2 kilos y una botella en la espalda de aluminio. Encontramos un chaleco compensador, que en esa época no se usaba acá. Es la máxima seguridad que tenés en el agua, le ingresas aire o le sacas y te maneja la flotación".

Ser uno mas en el agua 

"Cuando di el examen de Prefectura me exigían un minuto de apnea y llegué a 3 minutos y medio. Entonces me lo volvieron a tomar y lo repetí. Eso lo me lo dio el entrenamiento. No te das cuenta pero lo hacés porque te querés quedar abajo, sin querer estás ejercitando algo que no te das cuenta. Tu cabeza funciona de otra manera y no te asustas, entonces no tenés esa exigencia de respirar" explica Ricardo y agrega que "el buceo es como cualquier actividad, cuanto más sabés más lo disfrutas, mejor funciona tu cabeza cuando lo estas haciendo"

"Si te metes al mar y te encontrás con un animal que no sabes lo que hace te va a provocar una excitación. En cambio si sabes qué tipo de animal es no te va a alterar. Los animales no te atacan. Vos vas buceando y los bichos te ven y sos uno mas ahí abajo"

"Siempre se bucea, mínimo, de a dos. Nos cuidamos mutuamente y no podemos separarnos. Es regla básica numero uno y se aprende el primer día: nunca hay que estar bajo el agua solo, jamás" dice. "Eso lo aprendimos desde el primer día y lo recorrimos durante la vida juntos, pegados, buceando" completa e Ignacio lo ratifica y manifiesta que "desde aquellas primeras veces, cuando pudimos bucear con una ballena en Puerto Pirámides hasta las veces que pudimos estar en distintos lugares del exterior como el Caribe, realmente todas las experiencias mas que positivas".

Buceo con equipo o libre

Antes en los cursos de buceo "te enseñaban mas la práctica, porque es lo mas lindo, que la teoria o cómo el cuerpo está sometido a las presiones" dice Ricardo y confiesa que "eso fue lo que me pasó a mi. Fue lo que me motivaba, lo que me gustaba mucho". Por otro lado menciona que en Argentina no se practica demasiado la actividad. 

Mientras que "a nivel internacional te dicen: tenés que leer este libro y te hago unas preguntas. Duran tres o cuatro días y afuera. Es muy comercial pero también el riesgo es muy básico. Los tipos te meten en el buceo pero te acompañan, no te dejan solo. La parte comercial es que mucha gente ingresa al buceo, hace un pequeño curso donde te explican cómo tenés que hacer pero en la parte de comportamiento del cuerpo te controlan para que no te pase nada" afirma Ricardo. 

"Creo que el buceo es una de las actividades mas seguras pero siempre depende de vos. De que controles tu equipo, de que sepas armar y desarmar tu equipo" agrega y señala que "es muy difícil lastimarte, tenés que ser muy imprudente". 

Fanático tanto del buceo como de la apnea, una forma de buceo libre sólo aguantando la respiración, Ricardo cuenta que "lo máximo que me sumergí fueron 44 metros. El tiempo que estuve fueron entre 4 y 5 minutos".  

Para poder aguantar tanto tiempo y a esa profundidad, él se relaja, baja las pulsaciones, y "te sentís como que sos mas de eso medio que del otro". 

Por eso para él "el agua es un relax, es como un retiro espiritual ahí abajo, es apasionante" concluye.

Bucear en familia

R.F.

Ricardo está casado y tiene cuatro hijos. "Son todos nadadores y cuando empezaron a crecer siempre los saqué a nadar al mar y les mostraba cómo se comporta cuando no te deja salir, cómo hay que salir, dejarte llevar, esperar el momento para no luchar en vano contra el agua. Para que entiendan cómo se comporta el agua y que siempre podés salir, que no tenés que desesperar aunque el mar te quiera meter para adentro en algunos momentos" cuenta. 

Con el tiempo vio que su familia se estaba entusiasmando con el buceo y tomó la decisión de empezar a hacer cursos "cada vez más avanzados en el extranjero porque si los iba a llevar a bucear no quería depender de nadie si pasaba algo".

Empezó con los cursos de rescate, de primeros auxilios en el agua, cómo sacar a una persona que está en pánico. "O sea, resolver" define. "Cuando logré eso tomé la decisión de llevarlos" afirma. 

Los llevó a una isla del Caribe y los inició con un amigo que es instructor quien fue el encargado de darles el curso. Después "comenzamos a bucear todos en familia, mis cuatro hijos y mi esposa y yo, y les pasó lo mismo que a mí. Mis hijos se empezaron a involucrar, se hicieron todos rescatistas".

Ahora, cometa, cuando salen lo hacen a cualquier hora porque "vamos a disfrutar del buceo".

Ignacio asegura que para él fue una suerte "que mis tres hijos hayan buceado. He podido también compartir con ellos y espero que podamos seguir haciéndolo".

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