Todos los 10 de febrero se trata de concientizar a la población sobre las ventajas de estos nutrientes en la dieta cotidiana.
Una de las preguntas principales tiene que ver por qué los argentinos consumen tan pocas legumbres, considerando que, en Latinoamérica, desde México hasta Chile, se consumen casi a diario, y concluyo en que obedece más a una cuestión cultural que económica. La Argentina es un país ganadero por excelencia y la carne es su baluarte más preciado, por ende, sus habitantes prefieren esas proteínas.
Mientras el consumo promedio en el mundo es de aproximadamente 8 kilos per cápita (OCDE FAO, 2020) en la Argentina su ingesta alcanza apenas los 800 gramos por habitante por año (Clera, 2020), es decir, se consume apenas la décima parte de lo que sería el consumo per cápita a nivel mundial, siendo las lentejas las que acumulan el 60% de ese valor.
Hoy es el Día mundial de las Legumbres, designado así por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2017, y resulta una buena fecha para recordar que sumarlas a nuestra alimentación es necesario y saludable, que pueden consumirse en cualquier época del año, tanto frescas, como secas y hasta en harina.
Conforman una fuente asequible de proteínas a una gran proporción de poblaciones rurales de todo el mundo cuyo acceso a dietas diversificadas tal vez sea limitado. Las legumbres también tienen un alto contenido de nutrientes y aportan cantidades considerables de vitaminas y minerales que son importantes para la buena salud.
Además, la Argentina tiene la gran ventaja de ser larga de norte a sur, lo que habilita múltiples ventanas de siembra de legumbres, las cuales hoy se producen de norte a centro y de entre las que destacan dos tipos: en verano porotos (blancos y negros) y en invierno garbanzos, arvejas y lentejas.
A nivel productivo resultan ser una buena alternativa agronómica ya que permiten diversificar las rotaciones, y contribuyen a la seguridad alimentaria dado que su huella hídrica es baja y pueden tolerar mejor las sequías y las emergencias climáticas, tienen capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico y mejorar en algunos casos la renovación de fósforo, con lo cual contribuyen a optimizar el uso de nutrientes del suelo y a lograr un mejor medio ambiente.