Jorge Galarza: "Cuando canto siento un placer enorme"

Suplemento Finde  Apenas pasados los 80 Jorge Galarza decidió dar un paso mas en aquella pasión que tiene muy dentro desde niño y grabó un disco con tangos y boleros. De aquel chico del barrio de La Paternal que buscaba tomarse un licuado más o viajar gratis en el colectivo a este hombre que vio crecer a su familia en Olavarría hubo un largo trecho y la única constante fue el canto. 

Rodrigo Fernandez [email protected]

Apenas pasados los 80 Jorge Galarza decidió dar un paso mas en aquella pasión que tiene muy dentro desde niño y grabó un disco con tangos y boleros. De aquel chico del barrio de La Paternal que buscaba tomarse un licuado más o viajar gratis en el colectivo a este hombre que vio crecer a su familia en Olavarría hubo un largo trecho y la única constante fue el canto. Hoy se emociona cuando habla de lo que significa para él y sigue soñando con otro disco y grandes escenarios. 

"Sollozaron los violines, los fuelles se estremecieron, y en la noche se perdieron los acordes de un gotán. Un botón que toca ronda pa' no quedarse dormido y un galán que está escondido chamuyando en un zaguán" dice "Los cosos de al lao", el tango que escribió Marcos Larrosa por la década del 40' con el que logró describir el ambiente de los arrabales de aquellos años. Para Jorge Galarza es uno de sus tangos preferidos porque allí, en aquella letra simple cargada de lunfardo, se resume buen parte de su infancia en el barrio de La Paternal.

En mi casa se escuchaba mucha radio, eso me quedó pegado y por eso hoy en día soy un enfermo de la radio.

"Cada vez que lo canto me cuesta llegar al final porque es al figura exacta de mi infancia cuando en la casa de al lado hacían una fiesta" cuenta. "Nosotros íbamos y nos poníamos en la vereda y salia alguno y nos daba alguna cosa, una confitura, un sanguchito" dice y se emociona cuando lo cuenta. Quizás porque cuando se vino a Olavarría, ya casado con Perla, el barrio que lo vio crecer se vino con él también. Para Jorge ese tango "es mi barrio, es mi cuadra". Mientras conversamos en la tranquilidad de su living, con un gran ventanal que da al patio, siempre habrá un motivo para volver a la casa donde creció a pocas cuadras de la cancha de Argentinos Juniors. A veces para hacer pie en los recuerdos. Como cuando se acuerda del playon de enfrente donde se amontonaban los carros de los lecheros. Él, que era un pibe chico, quería subirse para poder llevar al caballo pero después se dio cuenta que el caballo tenía su propio recorrido y no hacia falta rienda. Ahora se ríe. A sus 82 años ha visto y vivido mucho y sabe narrar sus experiencias de vida como si de cantar se tratase. Interpreta y uno puede ver en algún resquicio de los ojos que se emociona todo el tiempo. Él lo reconoce, se ha vuelto muy sensible con el paso del tiempo. 

Del barrio de La Paternal

"En mi casa se escuchaba mucho tango, porque nací y viví hasta los 35 años en Buenos Aires rodeado de esa música, siempre me gustó, y como canté desde muy chico y después, bueno, cuando fui más grande participé en coros" cuenta Jorge.

Empezó a trabajar desde muy chico. A los 8 años se subía a los carros de los lecheros que paraban enfrente de su casa para ganarse unos pesos. A los 10, después de la escuela, se tomaba el colectivo hasta el Centro para ir a las dos tabaquerías que tenían sus tíos. Primero iba a uno de los locales y cuando ya había cumplido con sus tareas su tío le daba plata para que se tomara una merienda ya que luego se acercaba hasta el otro local para ayudar al otro tío. 

"Uno de mis lugares preferidos era un lugar de La Martona que estaba en Corrientes entre Florida y San Martín. Iba ahí tomaba la merienda" señala. Fue en ese bar donde donde una vez le preguntaron si cantaba porque lo habían oído tararear. "Por qué no nos cantas algo, le dijeron. Primero tuvo vergüenza pero el licuado de banana con leche pudo mas y Jorge comenzó a cantar allí para poder disfrutar de un vaso más, además del que pagaba religiosamente junto con las vainillas.

Para la vuelta se iba hasta la terminal del 125, que en esos años volvió a los barrios lleno. El guarda y el chofer le pedían que cante porque "si yo les cantaba no me cobraban el pasaje".

"Eran unos pocos pesos que me juntaba para mí porque lo que ganaba en el trabajo era todo para mi casa porque éramos muy humildes" cuenta.

La radio y la música

"En mi casa se escuchaba mucha radio, eso me quedó pegado y por eso hoy en día soy un enfermo de la radio. La escucho todo el tiempo" afirma y comenta que cuando él era un chico eran muchas las radios en Buenos Aires y en la gran mayoría los programas tenían que ver con el tango. Jorge recuerda perfectamente las transmisiones del "Glostora Tango Club de Radio El Mundo.Y después escuchaba la música del momento".

"Mi viejo escuchaba mucho a Gardel pero a mi no me gustaba" confiesa, sin embargo "con el tiempo, como creo le pasó a mucha gente, empecé a valorarlo".

Si hubiese tenido la tecnología de ahora Gardel sería Serrat

"Con poca tecnología y cantar lo que cantaba, afinado de esa manera, si hubiese tenido la tecnología de ahora Gardel sería Serrat" dice y comenta su aprecio por el cantante español. 

Cuando habla de cantantes no puede evitar mencionar a Julio Sosa. La forma en que lograba interpretar lo que cantaba, como lograba transmitir sus emociones al público, pero además tuvo el placer de estar muy cerca del "Varón del tango" en su momento de gloria.

"Viajaba en el mismo micro en que la orquesta de Francini y Pontier iba a hacer sus espectáculos"dice y cuenta que se había puesto de novio "con la hija del representante de Julio Sosa. Entonces el hermano de mi novia, con sus amigos, y yo nos colábamos en el micro e íbamos".

Pero el tiempo pasó y una vez lo invitaron a Olavarría a un cumpleaños. Aquí fue donde se cruzó con Perla y cuando ella se fue a Buenos Aires se pusieron de novios y se casaron. Ella siempre quería volver y poco después de cumplir los 35 años junto con Jorge decidieron volver y establecerse definitivamente. Comenzaron a trabajar y en poco tiempo lograron abrir su comercio en la esquina de España y Necochea.

La música no dejó de ser parte de su vida porque al poco tiempo de llegar a la ciudad se sumó al Coro Cantares, donde estuvo por más de 30 años, hasta que decidió encarar una nueva etapa con el canto. 

Una carrera solista

"En realidad no es un carrera" dice entre risas y recuerda que fue por recomendación de Mónica Badoglio, su profesora de canto, que se acercó al guitarrista Daniel Ramos con quien enseguida comenzaron a trabajar. 

"Me entusiasme con él y él conmigo" explica y agrega que "hoy en día puedo decir que tenemos una amistad y los dos sentimos lo mismo: parecería que nos conocemos desde hace 30 años pero lo cierto es que nos conocemos apenas antes de la pandemia".

El cruzarse con Daniel le dio "ganas y fuerzas para encarar esto" y señala que "lo del disco fue hacer una cosa para mi familia y mis amigos, para que tengan un recuerdo mio. No tuve otra aspiración".

Cantar, interpretar y soñar

Para Jorge "sino estas metido en la cosa que estas haciendo, no pasa nada, no trasciende" y dice que no puede elegir una sola de las canciones que grabó. Aunque explica que "para que uno pueda expresarse mucho tiene que ver que dentro de tu rango de vos cuál es el que te queda mas cómodo. Cuando un tema se puede cantar en el medio de tu rango vos podés expresarte mucho mas". En su caso menciona que "La última curda" es uno de esos tangos que le quedan bien con su voz. 

"Los cosos de al lao", aquel tango que casi nunca puede terminar de cantar sin emocionarse, quedará para un segundo disco.

"Esto me ayudo mucho" dice y estira la mano para tomar unas carpetas con letras y apuntes. Fue con el fallecimiento de Perla, su gran compañera, que decidió meterse fuerte en el canto. "Para olvidarme un poco, para ir haciendo el duelo y para no encerrarme. O si me encierro que sea para cantar".

Ahora sueña con hacer un nuevo disco y subirse a un escenario mas grande y asegura que "cuando canto siento un placer enorme, es una forma de expresión única y me siento pleno".

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