Jóvenes y adolescentes cuya autopercepción de género no se corresponde con el sexo asignado al nacer son blanco de descalificaciones cada vez más violentas. Especialistas advierten sobre los riesgos de la proliferación de discursos donde anidan prejuicios, verdades a medias y el desprecio por la diferencia.
La discusión acerca de la ampliación de derechos crece al ritmo de la campaña electoral. Al cuestionamiento a la interrupción voluntaria del embarazo y a la educación sexual integral en las escuelas, se suma de manera cada vez menos silenciosa la impugnación de las diversidades sumado al ataque a quienes su autopercepción de género no se corresponde con el sexo asignado al nacer.
El colectivo travesti-trans sufre por estos días una nueva arremetida por parte de los denominados grupos "antiderechos", embravecidos por el triunfo de la Libertad Avanza en las primarias del 13 de agosto y por la furibunda verba de su líder y principal candidato. Sin embargo, esta prédica no comenzó en la trasnoche electoral. Es el acumulado de acciones, discursos y campañas más o menos solapadas que en sus últimos capítulos ponen el foco en los jóvenes y adolescentes. Arengas cada vez más agresivas, cuando no decididamente violentas, proliferan en las redes sociales y también a través de los medios tradicionales.
Los argumentos que intentan legitimar este tipo de discursos que en muchos casos pueden calificarse de odio, se establecen a partir de una serie de presupuestos cuanto menos cuestionables, dado que parten del prejuicio y la intolerancia. "La multiplicación de argumentos y teorías que no tienen ningún tipo de validación científica, y que incluso van a contramano de lo que observamos en nuestra práctica los trabajadores de la salud, ponen en riesgo los avances que en materia de derechos y respeto a las diversidades se registraron en la Argentina en las últimas décadas", dice a Télam la psicoanalista Cecilia Montenegro, integrante del Servicio de Adultos del Centro de Salud Mental Dr. Arturo Ameghino, de la Ciudad de Buenos Aires. A su vez afirma que es imprescindible respetar las decisiones de los jóvenes sobre el propio cuerpo
Lucha, prejuicio y discriminación
Una síntesis de lo que está sucediendo puede leerse en "Mi hija ahora dice que es varón, ¿qué hago?". Son ejemplos comunes de los testimonios de madres de adolescentes con disforia de género repentina, publicado en Infobae una semana antes de las PASO con firma de Claudia Peiró. Allí, un grupo de madres nucleadas en M.A.N.A.D.A. (Madres de Niñas y Adolescentes con Disforia Acelerada) denuncian que libran "una lucha traumática no validada". La pelea (y el trauma) sería producto de la llamada "disforia de género de inicio rápido", generada por los "caprichos" de jóvenes y adolescentes respecto a su autopercepción de género y a las dificultades para reconocer (diagnosticar) "trastornos previos" por parte de sus familias.
Todo esto avalado por psicólogos, docentes y funcionarios que estarían "obligados" por una ley de Identidad de Género (26743/2012) calificada como "permisiva" y por una "agenda mundial" que, en clave paranoico-conspirativa, ejercería una coerción tan silenciosa como efectiva. "La validación de los viejos pilares de lo hétero-patriarcal, su aceptación acrítica, es un atajo para sofocar la riqueza de lo diverso" asegura Cecilia Montenegro, psicoanalista. Asimismo la nota afirma que quienes acompañan en su transición de género a infancias y adolescencias "están colonizados o amedrentados por una ideología que pretende que se puede negar la realidad biológica", provocando sufrimiento (psíquico y físico) tanto a estos como a sus familias.
"Invocar la 'realidad biológica' para rechazar la autopercepción de género que puede producirse tanto en "niñes" como en jóvenes y adolescentes da cuenta del intento de poner en cuestión la base sobre la que se asienta todo el andamiaje de la diversidad: el respeto a la autopercepción de cada sujeto y a su modo de estar en el mundo", asegura a Télam la psicoanalista Yasmín Danas, quien trabaja con jóvenes que están transicionando.
El cambio, descalificado por "abrupto"
"Los relatos parecen calcados: niñas muy femeninas cuyo juguete y color preferidos eran la Barbie y el rosa, de un día para el otro en la adolescencia, a los 14, 15, 16, declaraban repentinamente 'sentirse' varones. De ahí la expresión con que se designa estos casos: disforia de género de inicio rápido", puede leerse en la nota mencionada. Palabras más, palabras menos, esto mismo puede encontrarse en buena parte de los discursos que circulan por las redes sociales. Los cambios, también la identidad en movimiento, son descalificados por lo que se supone es rapidez, una conducta precipitada y prematura.
Sin embargo, las especialistas consultadas por Télam señalaron que ningún proceso "de subjetivación o construcción identitaria" se da de modo repentino, aun cuando esto pueda ser percibido así por los padres de los jóvenes que deciden cambiar de género. La Organización Mundial de la Salud propuso no utilizar el concepto de disforia de género porque patologiza a las personas trans.
"Cuando se escucha en el consultorio a pacientes que están transicionando, ellos refieren haber experimentado desde muy pequeños la necesidad de vivir de otro modo, es decir, desplegando su existencia en el otro género. Expresan claramente, por ejemplo: desde muy chico rechazaba las cosas de nena, quería cortarme el pelo, usar ropa grande. También, desde siempre recuerdo preferir los vestidos, querer jugar con las nenas, evitar los juegos de fuerza, etc.", explica Montenegro.
A partir de su experiencia clínica con jóvenes e infancias, la psicóloga agrega que "cuando se hace historia en el curso de un tratamiento, los pacientes advierten que pueden ubicar hitos importantes en sus vidas como parte del proceso que están realizando, lo que no quiere decir que, necesariamente, puedan transmitirlo a sus padres en ese mismo momento".
"Disforia de género"
Entre los "fundamentos médicos" de quienes rechazan la autopercepción de género aparece el concepto de "disforia de género de inicio rápido". La expresión fue acuñada por la psiquiatra norteamericana Miriam Grossman en su libro "Perdidos en la nación Trans", ante lo que calificó como el avance en las escuelas de la "ideología de género" y el "transgenerismo".
La categoría deriva de la "disforia de género", entendida como la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer, y que los manuales de psiquiatría mantuvieron hasta 2018, año en que la Organización Mundial de la Salud propuso dejar de utilizar, ya que patologizaba a las personas trans.
Según las especialistas consultadas, al retorno del concepto de "disforia de género" se le suma "de inicio rápido" para deslegitimar a infancias y adolescencias que se auto perciben de manera diferente al género asignado al nacer y a los procesos que los condujeron a ello. "Esta mirada supone infancias idealizadas, hetero normativizadas con accesorios. Ni todas las infancias son felices ni todas las adolescencias difíciles" afirma Yasmín Danas. Agrega que la denominada "disforia de género de inicio rápido" no encuentra validación clínica y que tampoco conforma a la comunidad científica. Así, citan un estudio publicado a fines de 2021 por la Escuela de Medicina de la Western University, de Canadá, que no encontró elementos que respalden dichos presupuestos.
El trabajo reunió información de 173 adolescentes menores de 16 años, pertenecientes a diez clínicas médicas canadienses que brindan atención especializada de afirmación de género a través de modelos de atención diferentes. El equipo de investigación que hizo el relevamiento concluyó que "el conocimiento reciente del género no se asoció significativamente con síntomas depresivos, angustia psicológica, diagnóstico previo de problemas de salud mental o trastornos del neurodesarrollo, síntomas de disforia de género, autolesión o intento de suicidio en el último año".
Además, concluyó que los factores sociales, que incluye el apoyo de amigos online y/o amigos trans, o de padres que apoyan a niños y niñas con disforia de género, no tuvieron un impacto significativo en la identidad de género. También estableció que alrededor del 80% de los consultados sabían antes de los 14 años que su género era diferente al que se les asignó al nacer.
Efectos y consecuencias
Entre las objeciones a la transición que realizan jóvenes y adolescentes que redefinen su identidad de género aparece también la de "ir y venir de un sexo a otro", que se suma a la de las "consecuencias irreversibles" y efectos secundarios que tendrían las terapias de "reasignación de sexo".
"Nos preguntamos cuál es el inconveniente de acompañar a estos niñes, jóvenes y adolescentes en su 'ir y venir'. Si consideramos que tanto lo cis-género como lo transgénero tienen el mismo valor, realizar un recorrido de búsqueda o exploración de la identidad requiere tiempo y recorrido, por lo que no tiene una connotación negativa", asegura Danas. "Es imprescindible dar voz a quienes testimonian la importancia de que se respete las decisiones sobre el propio cuerpo"
Para Cecilia Montenegro "la transición en sí es genuina, como lo es preguntarse por una identidad que siempre está en movimiento. Siempre estamos siendo otres, en algún sentido. Vivimos, nos acontecen hechos que nos modifican".
En cuanto a los tratamiento de hormonización y a las intervenciones quirúrgicas de modificación corporal (denominadas también de reasignación de sexo), Montenegro afirma que "es imprescindible dar voz a quienes sostienen y testimonian la importancia de que se respete las decisiones sobre el propio cuerpo. Es clave llegar a empatizar, por ejemplo, con quienes padecen las menstruaciones o con los que anhelan fuertemente una fisonomía diferente.