Raúl Toriggia
Como todos los años, millones de personas festejan el 20 de julio, el Día del Amigo, la gente se reúne en varios países para recordar a sus amigos y/o compartir con ellos un momento de felicidad. Sin embargo, no todos conocen el origen de este festejo. En 1969, el argentino Enrique Febbraro, un odontólogo de Lomas de Zamora consideró que el primer paso del hombre en la Luna era un momento único.
Pensando que este paso era una demostración de amistad de la humanidad al universo, escribió mil cartas y las mandó a diferentes ciudades del mundo para que su propuesta se difundiera y fue sorprendente que recibiera 700 respuestas que apoyaban su iniciativa. Desde entonces en Argentina Uruguay, Chile, Brasil y algunos españoles recuerdan que el mismo día en que Neil Armstrong ponía su pie en la luna, un argentino declaraba esa fecha el Día del Amigo.
En estos más de 80 años, he tenido cientos de amigos, tuve amigos entre mis vecinos, antes de la edad de empezar el colegio, muchos amigos entre los compañeros del primario y más especiales ya entre los del secundario, en el servicio militar, en la universidad, en el trabajo, en el club, en el teatro.
Esto lo habrán escuchado muchas veces porque solemos utilizar la palabra amigo con demasiada ligereza; y se la asignamos a personas que quizás no la merezcan, no ellos que quizás son excelentes personas, sino que la relación que nos une no es de plena amistad.
La Real Academia Española tiene una definición precisa, pero muy poco abarcadora: "Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato".
Grandes pensadores se animaron a definir la amistad.
En el Lisis, Sócrates dice que la amistad descansa en el amor y se regula por la virtud. El amor de amistad debe ser recíproco, por lo que lleva consigo correlación de libertades: hay que velar por el bien del amigo.
Para Aristóteles, la amistad es un intercambio donde aprender a recibir y a otorgar, y es ante todo libertad.
Platón la define por una relación estrecha entre dos personas que podrían sentirse atraídas entre sí. La complicidad y la sintonía alcanza un grado tal que observando esta relación podría incluso parecer una relación de pareja. Hizo famosa la definición de amor platónico.
Para Nietzsche, los amigos no son quienes nos aceptan y apoyan o quienes nos siguen o idealizan; los verdaderos amigos son quienes tienen sus propios ideales frente a los nuestros; aquellos que tienen una independencia singular y que pueden incluso, por no seguirnos, parecer enemigos.
Gracias a la experiencia de tantos años, puedo asegurar que la amistad se trata de un vínculo duradero y de mucho valor que se consigue sólo con quienes hemos compartido vivencias en distintos momentos de la vida, y que estuvieron presentes en el subibaja que resulta la vida y han compartido risas, llantos, juegos y aventuras juntos.
Sobre todo, la amistad que nace en la niñez, y aún más en la adolescencia, es la que más nos marca, por la confianza que se establece especialmente en esos años que nos da la capacidad de entendernos mutuamente sin necesidad de palabras. A pesar de los cambios y la distancia, estos amigos siguen teniendo un sentido de pertenencia y conexión que perdura en el tiempo.
Un amigo es quien nos brinda y a quien bridamos la capacidad de escucharnos, del que no nos alejamos por una discusión, que nos preocupamos mutuamente por el otro, que nos alegramos por la felicidad de cada uno, podemos ser sinceros, pero aceptándonos tal cual somos, y también podemos hacernos críticas constructivas, logrando levantar el ánimo y a la autoestima cuando es necesario y estamos siempre, siempre que nos necesitamos.
Y yo agregaría a esto una condición muy difícil de prever, pero que sin lugar a duda podemos comprobar, con el paso de los años. A veces factores externos nos van separando de ese amigo, por sus nuevas amistades, por la distancia, porque la vida nos ha llevado por caminos diferentes cuando formamos nuevas familias.
Yo lo he vivido, en un viaje que hice a España, el año pasado, mi idea era sólo visitar Madrid y sus alrededores, pero antes de salir averigüé como comunicarme con un amigo de mi juventud, con el cual convivimos el secundario, los primeros bailes, partidos de fútbol, la carrera universitaria, y un día, cuando ya hacía tiempo que la vida nos había llevado por distintos caminos, supe que había emigrado a España y por su familia supe donde moraba y no dudé en viajar especialmente hasta su casa, para poder verlo.
Y nos encontramos después de 24 años y vivimos una velada hermosa, en el fuerte abrazo que nos dimos al vernos, ambos sentimos que el tiempo no había pasado, que nuestros recuerdos eran los que nos acercaban y que nuestra amistad estaba intacta. Hoy nos seguimos comunicando casi diariamente gracias a la tecnología.
Somos seres gregarios, es decir, tendemos a vivir en sociedad, o sea que sin duda dependemos unos de otros y en ese escenario la amistad debe ser considerada un gran valor, porque necesitamos, aliados: personas que tengan valores y principios afines a los nuestros, que nos acompañen en la vida y que "hagan equipo" con nosotros.
Y por sobre todas las cosas, la amistad le permite al ser humano la posibilidad de compartir su mundo interior: sus inquietudes, sus pensamientos, sus sentimientos, sus cuestionamientos existenciales, con una persona de confianza, que nos escuche y nos brinde una opinión desinteresada.
A los verdaderos amigos, es difícil encontrarlos e imposible olvidarlos. No hay desierto como vivir sin amigos, caminar en la oscuridad con un amigo es preferible a caminar en solitario en la luz. La amistad, crece en las adversidades, es la verdadera fortuna que un hombre puede tener, no tiene precio, multiplica los bienes y reparte los males.
Por último, dos reflexiones personales una surgida de la ficción y la otra de la más cruda realidad.
La primera en una obra de teatro que hoy estamos representando con un amigo de mi edad, con el que he compartido muchos años de teatro, de club, de vida. En ella se muestra un día en la vida de dos amigos que se conocen hace 70 años que se quieren profundamente, pero discuten y se enternecen, una y otra vez, cada uno con muy poco futuro, pero durante ese día deciden vivir cada minuto, porque dentro de un tiempo ya no estarán en este mundo, pero habrán sido compañeros de un viaje donde vale más el minuto que están viviendo, que todos los años que han pasado.
La segunda, porque tuve un amigo, desde el primer día de clase de primaria, en un colegio de Martínez, en 1948, hasta su muerte hace poco más de tres años. Siempre estuvo a mi lado, y más allá que cada uno hizo su vida familiar y vivíamos muy distantes, cada vez que nos necesitamos estuvimos juntos, y sentí una culpa enorme por no acompañarlo más, cuando su enfermedad ya no le permitía conocerme, y mi cobardía me impedía poder verlo así.
Sin embargo, no hay día que no piense en él, que creo me acompaña desde donde esté, como una luz que alumbra mi camino, y posiblemente está dirigiendo mis dedos sobre el teclado de la laptop, en este momento que escribo, ya que, con sólo recordarlo, puedo definir de la mejor manera lo que es una verdadera amistad.
Recordemos los versos de "Amigo", de Roberto Carlos:
Tú eres mi hermano del alma, realmente un amigo.
Que en todo camino y jornada está siempre conmigo.
Aunque eres un hombre aun tienes alma de niño.
Aquel que me da su amistad, su respeto y cariño.
Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos.
Y tú no cambiaste por fuertes que fueran los vientos.
Es tu corazón una casa de puertas abiertas.
Tú eres realmente el más cierto en horas inciertas.
En ciertos momentos difíciles que hay en la vida.
Buscamos a quien nos ayude a encontrar la salida.
Y aquella palabra de fuerza y de fe que me has dado.
Me da la certeza que siempre estuviste a mi lado.
Para todos,
FELIZ DÍA DEL AMIGO.