El Dr. Luciano Valenzuela, investigador del Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana (LEEH) de la Unidad de Enseñanza Universitaria Quequén (FACSO-UNICEN), forma parte del grupo de científicos que publicó estudios sobre los hábitos de las ballenas francas australes en prestigiosas revistas internacionales.
Una extensa y detallada investigación, en la que participaron científicos y científicas de todo el mundo, permite desandar los movimientos y hábitos de migración y alimentación de ballenas francas australes (Eubalaena australis) a lo largo de las últimas tres décadas, e incluso permitió comparar su distribución con la de hace varios siglos. Una de las conclusiones a las que arriba este estudio es la identificación de los patrones de alimentación de la especie, que en las últimas décadas desplazó sus áreas de alimentación desde zonas más australes hacia zonas más al norte en el Océano Atlántico Sur y en el suroeste del Océano Índico. Además de ser fundamental para la comprensión de la especie este estudio ayuda a generar nuevos esfuerzos de conservación.
Uno de los investigadores que estuvo al frente de este estudio es el Dr. Luciano Valenzuela, Licenciado en Ciencias Biológicas y especialista en el uso de isótopos estables en Antropología, Ecología y Ciencias Forenses, quien se desempeña en el Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana (LEEH) de la Unidad de Enseñanza Universitaria Quequén, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (FACSO-UNICEN).
El investigador del CONICET describió que a través de este trabajo se determina que "en las últimas décadas las ballenas francas se desplazaron a usar áreas de alimentación más al norte de lo esperado (dejando de lado las áreas cercanas a la Antártida) y esto se explica por los cambios en la abundancia de su alimento, debido al cambio climático, que está teniendo efectos muy fuertes en la distribución y abundancia de especies marinas".
Pese a que el estudio de los hábitos de migración y alimentación de la ballena franca austral en los ecosistemas del Océano Austral no es una tarea sencilla, debido a su lejanía y escasez de datos, este consorcio de investigadores e investigadoras internacional logró trazar los movimientos de esta especie a lo largo de las últimas tres décadas.
El Dr. Valenzuela explicó que "el seguimiento de los depredadores marinos que responden rápidamente a la variación ambiental puede permitirnos rastrear los efectos antropogénicos en los ecosistemas. Sin embargo, esto se dificulta porque muchos conjuntos de datos a largo plazo de depredadores marinos están incompletos o se limitan a regiones muy específicas y en ecosistemas ya modificados por la pesca industrial y la caza de ballenas en la segunda mitad del siglo XX".
Mediante esta investigación, titulada "Long-term stability in the circumpolar foraging range of a Southern Ocean predator between the eras of whaling and rapid climate change" que fue publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), se evalúa la distribución contemporánea en alta mar de la ballena franca austral, que se alimenta de pequeños crustáceos llamados copépodos y krill, entre 30 y 60 grados sur, hasta el borde del hielo antártico. Se realizó un análisis de los valores de isótopos estables de carbono y nitrógeno de 1002 muestras de piel de seis poblaciones de ballena franca austral genéticamente distintas, y a partir de allí se realizó la predicción del área de alimentación de cada cetáceo mediante "un enfoque novedoso de asignación customizado, generando un modelo probabilístico de asignación de origen, que tiene en cuenta la variación isotópica temporal y espacial del plancton del Océano Antártico", describió el investigador.
A través de este sistema de investigación, las proporciones de los isótopos funcionan como una huella dactilar para la ubicación marina, dado que las ballenas que se alimentan en un sitio particular retienen esa huella isotópica en sus tejidos. De esta forma los investigadores lograron determinar los sitios en los que se establecen y mueven estos animales.
La investigación de la especie
El Dr. Valenzuela inició los estudios de isótopos estables en ballenas francas hace casi 20 años, siendo la población de Argentina la primera en ser evaluada de esta manera. De sus estudios previos se develaron aspectos desconocidos de la ecología y comportamiento de la especie, por ejemplo que los animales poseen fidelidad de sitio dirigida maternalmente a las áreas de alimentación, es decir que las madres le enseñan a sus crías dónde ir a alimentarse y estas tienen una tendencia a volver siempre a las mismas áreas.
En el trabajo publicado en PNAS, el investigador del CONICET-FACSO y sus coautores/as compilaron todos los datos existentes para el hemisferio sur y lograron tener un panorama único de la alimentación actual y pasada de esta especie. Este conocimiento abre nuevas avenidas de investigación. Por ejemplo, permite en el corto plazo poder explorar las relaciones entre el uso del hábitat y las variables relacionadas al estado de salud de las poblaciones, como son el estado corporal y las tasas de nacimiento y mortalidad, que en distintas poblaciones del hemisferio sur ya han mostrado cambios preocupantes en años recientes.
Además de contribuir con datos isotópicos, el Dr. Valenzuela fue parte del trabajo de desarrollo de los modelos que permitieron asignar cada ballena a un área geográfica del océano, aportando su conocimiento sobre isótopos estables y ecología y fisiología animal.
Efectos del cambio climático
Uno de los principales aportes de esta investigación radica en determinar que, durante las últimas tres décadas, las ballenas francas incrementaron su uso de zonas de alimentación en latitudes medias (30 a 45°S) en el Océano Atlántico Sur y en el suroeste del Océano Índico, con una reducción en la alimentación con zonas más cercanas a la Antártida. A su vez, aumentaron ligeramente su uso de zonas de alimentación en latitudes altas (>60°S) en el Pacífico suroeste, lo que coincide con los cambios observados en la distribución y abundancia de presas en una escala circumpolar debido al cambio climático global.
El Dr. Valenzuela, quien integra el Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina y participa en la Asociación de Investigación del Océano Austral (conocida por su denominación en inglés: Southern Ocean Research Partnership) de la Comisión Ballenera Internacional, especificó que "al comparar las asignaciones de áreas de alimentación con los registros de cacería de ballenas desde el siglo XVIII encontramos una notable estabilidad en el uso de las áreas de alimentación de latitudes medias. Atribuimos esta consistencia a lo largo de cuatro siglos a la estabilidad física de los frentes oceánicos y la productividad resultante en los ecosistemas de latitudes medias del Océano Austral, en comparación con las regiones polares que pueden estar más influenciadas por el cambio climático reciente".
En particular, en el caso de las ballenas francas de la población Argentina, se reveló un uso inesperadamente importante de las zonas de alimentación de latitudes medias (30 a 45°S) durante el verano y el otoño australes, en comparación con las aguas de latitudes altas que generalmente se consideran sus principales zonas de alimentación. Esta zona de latitudes medias en nuestro país se corresponde con las aguas de mar adentro frente a la provincia de Buenos Aires y el norte de Río Negro. El investigador remarca que "este nuevo conocimiento refuerza la necesidad de tener monitorios y planes de manejo de los mamíferos marinos en estas zonas donde las actividades humanas tienen fuertes impactos, como la pesca a gran escala y la exploración y explotación petrolera que están en franco crecimiento".