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Crónicas de viaje de una antropóloga olavarriense a su regreso de Senegal

Historias y emociones tras participar del Foro Social Mundial en Dakar La antropóloga Marcela Guerci participó, junto con más de 60.000 personas, del Foro Social Mundial que concluyó días atrás en Dakar, capital de Senegal. Con las emociones a flor de piel y la adrenalina intacta, relató cada paso y cada momento a EL POPULAR en una entrevista que lleva directamente y sin escalas al corazón del Africa.

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"Una era la niña balbuceante del primer banco del primer día de salita rosa, ''una hoja de zapallo helao'' al decir de un amigo", define Marcela Guerci en eso que ella misma describe como "todavía en estado gozoso de quimera". Acaba de llegar desde la más profunda selva africana a esta Olavarría de cemento y calles rígidas. De avenidas anchas y manzanas estrictamente geométricas. Cuesta sacudirse de toda aquella adrenalina de la diversidad. Del sol que empuja a estar profundamente vivos. De las llamitas que cada noche se encienden cuando esos hombres que asemejan a miles de Morgan Freeman espigados e inmensamente altos se sientan junto a hojarascas secas y material inflamable a calentar sus manos y a encontrarse consigo mismos. Los miles de kilómetros y el océano tan feroz no es en vano. Se está de verdad a una distancia imposible de medir en historias de vida, en cultura, en hábitos tan ancestrales como el origen mismo de la humanidad.

Más de 60.000 personas de 1.250 organizaciones del mundo entero -mayoritariamente africanas- se dieron cita a inicios de febrero en Dakar para discutir, para poner sobre las arenas del debate todo aquello que la modernidad fue pariendo como verdades reveladas e intentan dar a luz otra historia, barajar y dar de nuevo, desmembrar como se hace año tras año en cada Foro Social Mundial.

La antropóloga olavarriense subió a un avión de Aerolíneas Argentinas y luego, ya en España a otro de Iberia que la dejó -atónitamente desnuda, como suele ocurrir ante tanta otredad- en el corazón de Senegal. Tierra de hombres y mujeres de pura negritud. Entremezclados con tunecinos, egipcios, peruanos, bolivianos, brasileños, mauritanios, venezolanos y pocos, muy pocos argentinos.

Cómo se vuelve de tanta intensidad es la pregunta imposible, al menos hasta ahora, de responder.

"Esta lucha de los pueblos va a salir imparable, por más que el gobierno de Estados Unidos financie millones y millones para acabar con estos movimientos sociales, esto es seguro que no va a terminar", dijo Evo Morales, el presidente de etnia Aymara ante los ojos de Marcela Guerci y de decenas de miles que allí asomaban sus rostros y aguzaban sus oídos. "El capitalismo agoniza en el mundo frente a la rebelión de los pueblos. El capitalismo tiene crisis financiera, crisis energética y nos trae crisis alimenticia. Por lo tanto, los pobres -que sean campesinos, indígenas, obreros, pobres de las ciudades- tenemos que pagar la crisis del capitalismo", siguió desde la tarima, en uno de los extremos de una avenida de entrada al complejo universitario Cheik Anta Diop, donde se desarrolló casi la totalidad del Foro.

Cuando Evo terminó de hablar en medio de los gritos y aplausos -relató la antropóloga local- "detecté que las medidas de seguridad no eran del todo cerradas y me colé por el costado, mientras él bajaba las escaleras al grito de ''¡Evo! ¡Una argentina que te quiere saludar!''. Tendí la mano por encima de la policía senegalesa que me mataba a codazos en las costillas... y logramos tomarnos de las manos, tambaleando y sonriendo ante el estupor mío y de los canas que no pudieron evitarlo".

Las otras orillas

"La primera sensación que se tiene en Africa es que el cuerpo está allí pero no se siente. En todo caso, ese vacío nace de la presencia omnívora de lo extraño, de lo otro con su afán de cuerpo extraño, de la presencia de mundo inédito a cada paso del asombro. Uno queda suspendido en la llama de saberlo mundo de otros pero no puede más que empezar a dialogar con él, aunque los únicos atisbos de la propia presencia sean los puños y dientes apretados, respuestas fugaces y menudas en los escasos sueños de la noche, los zapatos pisando con mucho cuidado para no ofender", desgrana Marcela Guerci. Ya hace años había tocado con sus manos tierra africana en un viaje junto a un grupo de antropólogos y arqueólogos. Esta vez la historia fue otra, muy distinta. Ella sola desde la Universidad Nacional del Centro de la Provincia dispuesta a vivir ese continente desde otro lugar, compartiendo con otros miles tan iguales y tan otros.

En sus manos, un par de trabajos científicos: una investigación que realizó juntamente con la antropóloga Silvia Boggi acerca del patrimonio cultural y la postura hegemónica de la ciencia y un trabajo del antropólogo Marcelo Sarlingo acerca de la producción sojera en la Argentina y el impacto en el medio ambiente.

"La claridad que uno busca va apareciendo de otras orillas africanas, memorias en pie desde hace casi veinte años, que gozan de vigencia, rostro y alma inmutable como si esa vida se modelara firmemente desde el fondo de la tierra. Las huellas que los africanos van dejando no esperan nada de nosotros: cada día emergen sonrisas y calma de pieles que se saben no blancas, que no ocultan ni fingen civilización segura ni les importa la prolijidad en las plazas", narra a EL POPULAR con la piel intactamente erizada como si no quisiera desprenderse de ese mundo ante el que se abrió.

Los espacios en Senegal -dice- "aceptan temblores y reveses tan instalados y cotidianos como parte del metabolismo. Desde las seis de la mañana y hasta pasada la medianoche las personas, con sus roles y sus sombras, inundan los lugares públicos para vivir, reconocerse y luchar cuerpo a cuerpo la venta callejera. A la medida del estereotipo occidental de un mercado persa, ollas, telas, calzados, comidas, tambores, bocinas, hedores, máquinas, cabras, chivos, residuos, árboles, transportes mecánicos y a tracción humana, aguas servidas, pájaros negros que sobrevuelan, frituras, risas, piedras, criaturas, labios, manos tomadas, piernas largas, hombros y codo a codo, azares, voces, ojos, nunca lluvia, todo arrolla al mismo tiempo, felicidad y desgracia eternamente unidas. Y no es el Africa siempre virgen; es el Africa de la fatal colonia europea, no pudiendo librarse de las secuelas del dominio y pretendiendo engendrarse escribiendo otra historia con su pluma autóctona".

El latido de la rebelión

Las cotidianas asambleas se poblaban de debates apasionados, de discusiones que no buscan tener final pero sí de cara a consensuar miradas ajenas al sistema. Y mientras los intercambios crecían en tono y textura, historias de rebeldía se tejían multiplicadamente en Túnez, Egipto y ahora también en Libia. "Ese latido comenzó a sentirse quizá antes de que yo arribara a Dakar. La convicción llegó a relámpago, palpable, denso, en las discusiones del foro. En las asambleas de mujeres, al lado de las mauritanas, malíes, marroquíes, senegalesas, gambias, numidas, bantúes, wolof, nilóticas, bereberes y todo el espectro étnico local esperable, sumadas a las palestinas y las aguerridas venezolanas de puta madre. No sé si estaban fundando su ley de género nuevamente, si escalaban ascendiendo en el espacio político de los foros y del universo en general, si desataban una aurora de libertades más terrenal que las simples pronunciaciones de palquito o si por fin estaban pisando suelo firme de identidades propias sin la mano amiga de Europa, Estados Unidos, Israel, las empresas transnacionales financieras petroleras, mineras, turisteras, desarmaderas y despojaderas. Lo mismo ocurrió en las mesas de desarrollo productivo, ecología, impactos de la contaminación y protección del ambiente, migraciones, políticas habitacionales, derechos humanos, regulación en la agricultura, campesinado, antiglobalización, crisis económica mundial, salud, comercialización equitativa, educación, tradiciones, autonomía vs. hegemonía, etc, etc, etc", explica Guerci.

Es imposible no convencerse en medio de decenas de miles que construyen en un sentido anticapitalista contundente de que "otro mundo es posible", como se plantea desde el lema del Foro Social Mundial. Y ella le pone palabras: "Es la sensación de que, por lo menos allí, existe un mundo paralelo a nuestra estupidez de los reality shows, a la imbecilidad de sostener estructuras políticas y gremiales corruptas y mafiosas, a la demencia de condensar, recortar y banalizar los contenidos educativos, al puro acto de domesticarse a lo que ya está y ''es así'' y no lo que se puede llegar a hacer desde las manos humanas, a consumir falacias como verdades absolutas. Y no hablo de un santuario, de un ideal que permite la catarsis de más de sesenta mil personas de todo el mundo para declamar penas y lloros. Porque el Foro, si no se deja colonizar por el mercado, es decir, por la compra y venta de discursos contrahegemónicos, es la presencia de otros mundos posibles".

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