Pedestrismo
Marina Zabaleta ganó el pasado domingo los 10K de Corim, y vale la pena conocer su historia de vida; esa en la que ocupa un espacio importante su pasión por el atletismo y un lugar central su hija Maite.
Daniel Lovano / [email protected]
Para Marina Zabaleta la carrera del domingo no fue distinta a ninguna otra que haya corrido desde que, hace un par de años, el atletismo se convirtió en una pasión; más allá de que al final del recorrido de los 10K de la quinta edición de la Maratón de Corim la estaba esperando esa cinta que sólo tienen el privilegio de cortar los ganadores.
Como siempre, por encima del puesto y de las distancias, allí estaban esperando su compañero Cristian, su hijo Pedro y sobre todo su hija Maite.
Marina es maestra de grupo en Corim, preceptora en el Centro de Adaptación Laboral Madre Teresa de Calcuta, y cuando sintió a Maite plena y feliz en el camino que la vida había elegido para ella, echó a correr por las calles y las estribaciones de la Villa Alfredo Fortabat.
Detrás de esa mujer tímida, que cuida cada una de las palabras y las frases que van a salir de su boca, hay una docente ejemplar, una mamá luchadora y una atleta apasionada.
¿Por dónde empezar?
"Mi pasión por el atletismo es de no hace mucho. Dos años atrás empecé a salir a correr por iniciativa propia, básicamente porque me gusta; en la costa tengo amigos que me alentaron para mi primera carrera, y después me encontré con una persona que me orientó en distancias cortas. Me fui apasionando por este deporte, y no lo pude dejar más" confesó.
Se define como "súper estructurada" y aunque reconoce que esa particularidad "a veces ayuda, a veces no", en su caso aseguró que funciona para poder afrontar todas estas cuestiones que le permiten vivir su vida en plenitud.
Nunca habrá una excusa para no entrenar. "Gracias al apoyo familiar que tengo salgo a correr todos los días. A veces a la tarde, cuando llegó del colegio, sino a las 7 de la mañana cuando empieza a haber luz solar. Y con el buen tiempo corro entre las 5.30 y las 6 de la mañana, antes de salir para la escuela" reveló.
Menos, argumentos para quejarse de su trabajo. "Todos los días aprende de mis alumnos y es una profesión en la que uno sale todos los días enriquecido. Soy una privilegiada por mi trabajo" aseguró.
Luis Monteiro, el profe de Loma Negra, la asiste en el gimnasio y custodia sus rutinas en el cerro, por los senderos, o al costado la ruta todos esos días. "Es básicamente disciplina. Yo soy muy disciplinada en ese sentido, pongo mucho esfuerzo y tengo el acompañamiento de mi pareja y de mis hijos, porque salgo a correr todos los días con heladas, lluvia, frío, calor, viento en contra o lo que sea" dijo.
Si el atletismo se apareció hace poco en su vida, el deporte siempre dijo presente. "Estuve desde chica muy ligada a las actividades del club Loma Negra; jugué al tenis, de adolescente hacía carreras de aventuras, pero tuve que dejar por un tiempo. En 2004 fui mamá muy joven y me desligué un poco de la actividad deportiva para dedicarme a la crianza de mi hija" comentó.
"A los dos años a mi hija le diagnosticaron autismo típico, entonces todas mis energías estuvieron puestas en ella, en la realidad que nos tocaba vivir, con todo lo que implica. Hasta que hace tres años, cuando vi que Maite había logrado muchas cosas, me empecé a ocupar de mí, contando siempre con el apoyo de la familia y de los amigos que me quieren y que me alientan a seguir".
En este tiempo de crianza la mamá debió convivir con la docente: "Al principio fue complejo, porque era mamá y terapeuta a la vez, pero gracias al apoyo de mis compañeros de Corim le pude hacer frente. Me alentaron para que sea mamá primero que todo, lo que fue difícil, pero lo pude aceptar y trabajar en eso. Siempre tuve el acompañamiento de esta institución. Hoy, desde que ingresa hasta que sale, mi hija es una adolescente feliz, y eso es lo más gratificante como padre. Ver que a un hijo feliz es algo sublime".
Maite es la primera hincha de su mamá, en el entrenamiento o a la vera del camino. "Me acompaña siempre en las carreras con el papá; me alienta y también va conmigo la mayoría de las veces al gimnasio y, dentro de sus posibilidades, hace alguna actividad en el elíptico o en la bici. Ella me transmite alegría, y eso es un combustible extra para el entrenamiento" afirmó.
Casi sin buscarlo, el domingo Marina se encontró con el primer puesto en los 10K de la carrera de Corim. "Yo no compito para ganarle a nadie, sino que trato de superarme a mí misma, como en la vida, todos los días. Creo que uno debe superarse a sí mismo en todos los ámbitos. Esa siempre fue mi filosofía de vida. El deporte exige disciplina, mucha estructura, ser muy meticuloso en la nutrición. Se puede hacer todo, y si a uno lo hace feliz mucho mejor" reflexionó.
Sus compañeras de Corim le susurraron que algo estaba por ocurrir en plena carrera del domingo. "Yo iba corriendo muy concentrada y me di cuenta de que estaba entre las primeras cuando en uno de los puestos una compañera me dijo ''sos la primera mujer que pasa por acá''. Ahí -recordó- me dio más entusiasmo para acelerar el ritmo, y pude bajar un poco mi marca en mi última carrera, que había sido la Vuelta al Municipio".
En la línea de llegada estaba su compañero, estaba Pedro, pero también estaba Maite y su enorme sonrisa al descubrir en el fondo del camino la silueta de su mamá.
Entonces Marina recibió la fuerza que necesitaba para el acelerón final: "Fue una llegada muy feliz; muy emocionante ver en la línea de llegada a mi marido y a mis hijos. Maite no tiene el tema de la competencia incorporado, pero yo estoy convencida de que cuando uno como padre o madre está feliz, o está pleno, esto se transmite a sus hijos y se siente mucho más energía para seguir, no sólo en el deporte, sino en las actividades de la vida misma".