Historias de vida
Ernesto "Finito" Gehrmann llegará este fin de semana para jugar el Nacional de newcom. Desde Posadas contó cómo el pibe de una chacra lindera a la selva misionera se convirtió en ícono del deporte nacional
Daniel Lovano / elpopular.com.ar
Hubo una época, no tan lejana en términos absolutos, que los medios aún no eran capaces de llevar a todos los rincones del mundo hasta las imágenes del último minuto de Iniesta delante de su locker, en el vestuario del Barca. El deporte quizás era parecido, la información deportiva no tanto, y el imaginario popular mucho más frondoso.
En la Argentina, apenas 40 años atrás, lo que muy pocos podían ver el resto lo procesaba según lo que su imaginación agregaba de lo que se podía leer en la Revista El Gráfico o escuchar en la Oral Deportiva de Radio Rivadavia. En ese tiempo Ernesto Gehrmann era poco menos que un súper hombre que jugaba con una pelota de básquetbol.
Los comentarios hablaban del hombre que estaba más cerca que casi todos del cielo, de sus hazañas debajo del aro propio y el contrario, de sus actuaciones con la selección argentina. El pibe que salió de los bordes de la selva misionera y se convirtó en uno de los más grandes deportistas argentinos de todos los tiempos.
Ernesto sólo figura en el DNI; para todos (y para él mismo) desde que tomó la primera pelota de básquetbol entre sus manos fue, es y será "Finito". "Así no quedo tan viejo" bromeó.
"El apodo me lo pusieron cuando yo empecé a jugar al básquet en el Club Tokio de Posadas los mismos pibes de ahí. Me pusieron Finito y quedó" reveló.
La historia de "Finito" Gehrmann es la de un talento oculto descubierto gracias a su imponencia física. "Yo llegué a Posadas desde el interior de Misiones, que acá les llamamos chacras, a los 13 años con toda mi familia para estudiar el colegio secundario. Justo un vecino, mi primer amigo, jugaba al basquet y yo tenía complejo de altura. En la chacra nadie me decía nada, pero en Posadas todos me cargaban y yo me enojaba mucho. Ese complejo se me fue cuando me animé a acompañarlo al club Tokio" relató.
"Me vieron alto y lo primero que me dijeron fue ''vos tenes que jugar al basquet''. Y yo les dije que en mi vida había tocado una pelota. ''Vos jugá, no bajes nunca la pelota, tenela siempre arriba'' me aconsejaron y eso me cambió la vida. Ahí me sentí útil y no salí más de una cancha de basquet" destacó.
"Finito" tiene un secreto para analizar su proyección desde la chacra hasta convertirse en uno de los mejores internos del planeta. "Estábamos todo el tiempo jugando al basquet. Iba a la escuela industrial mañana y tarde, y en lugar de volver a mi casa para almorzar nos quedábamos jugando. Los chicos hoy se piensan que con una práctica de un par de horas por semana alcanza y no es así si uno quiere ser jugador" recomendó.
En esa épocas había mucho básquet en Misiones y "Finito" jugaba el mismo tiempo en los intercolegiales, en cadetes, en primera, y en la selección de su provincia. "En el 62, con 16 años, me quisieron llevar a un campeonato argentino pero me asusté y les dije que no. Pero al año siguiente fui a Mendoza y ese fue mi debut" contó.
"Ginóbili contó alguna vez que él era el más chiquito, que tenía que hacer el doble de esfuerzo para jugar con sus hermanos mayores y así fue creciendo como jugador. Eso que uno adquiere con tantas horas jugando lo incorpora al repertorio y queda para toda la vida. No pasa ahora, con los chicos que juegan dos o tres horas por semana en el club" precisó.
Para los más pibes quizás la Generación Dorada llegó en medio del desierto, y no es así. Hubo extraordinarios jugadores y equipos en los albores, campeones del mundo a mediados del siglo pasado y una generación extraordinaria de la que "Finito" fue parte.
"En la época de Perazzo, Rafaelli, Cadillac, Pellandini tuvimos grandes actuaciones con la selección argentina. Le ganamos a Yugoslavia cuando era campeona del mundo, a la Unión Soviética, que era la gran potencia FIBA, fuimos sextos en un Mundial. Yo tuve la suerte de jugar seis sudamericanos, dos panamericanos, tres mundiales. La Argentina era un equipo bastante respetable" señaló.
"¿Qué nos faltó? La posibilidad que ahora tienen los jugadores argentinos de jugar en otro nivel. Cuando formó una selección con jugadores que estaban en el primer nivel de Europa se puso a la par de cualquiera. Yo digo que el ambiente hace al hombre y jugar en un medio fuerte hace progresar al jugador" opinó.
Ernesto (perdón, "Finito") pudo haber sido el primer NBA argentino.
"Cuando jugué el Mundial de Montevideo tenía 21 años, anduve muy bien, y me invitaron a jugar a la Universidad de Denver, pero no quise. Eran otros tiempos; era difícil irse a Estados Unidos. Después me arrepentí. Ellos ya tenían un basquet superior, que se lo daba la calidad de la competencia interna e internacional. En Europa pasaba lo mismo, y en la Argentina eso se logró con la llegada de la Liga Nacional. En mi época todo se jugaba en Buenos Aires, los mejores del interior estaban en los equipos de Buenos Aires, y el resto del país no tenía una liga importante. La Liga logró esparcir el básquetbol por todo el país".
El básquetbol le permitió llevar una vida tranquila, administrar sus negocios inmobiliarios, y hoy a sus 72 años vuelve a disfrutar dentro de un gimnasio con un deporte nuevo, algo exótico, parecido al vóleibol: el newcom.
"Apareció hace dos años. Un ex jugador de Mercedes, Corrientes, amigo, con el que jugábamos la Liga Intercolegial del Nordeste, apareció un día en mi casa con una foto de aquellos tiempos que tenía para mí. Yo le dije ''tardaste bastante en dármela, porque pasaron 50 años'', pero en realidad me quería invitar a jugar al newcom, justamente en un estadio que lleva mi nombre. Como todos, lo primero que le pregunté fue ''qué es eso''. Y ahí me enganché" recordó.
Su rutina era la misma de una persona que a su edad quiere seguir en movimiento. "Yo caminaba, iba al gimnasio, pero esto era otra cosa: correr, saltar, moverse. Después llevé a mi señora y también quedó. Formamos un grupo de amigos, jugamos, viajamos, nos divertimos, festejamos los cumpleaños. Esas cosas que mejorar la calidad de vida a la edad que uno tiene" subrayó.
"Esas cosas" son las que lo traerán este fin de semana a Olavarría, para jugar el campeonato Nacional de newcom. Aquí lo esperará su amigo "Cachorro" Clérici, llegará con la incertidumbre acerca de si la época le permitirá compartir un cordero, como alguna vez lo hizo, en su anterior paso por Sierras Bayas.