RALLY

Crónicas de un país desigual

Los sin techo en la ciudad, el rally que mata y las garantías constitucionales Es el rompecabezas de un país que duele. Y que por más anuncios y obras faraónicas que se hagan va a seguir doliendo. Un hombre se armó su casita contra un árbol detrás del golf. Ahí nomás de donde murió de frío y abandono otro hombre. El rally lleva más de medio centenar de muertes en 30 años. Tres en el tramo Argentina-Chile. La Justicia, que muchas veces juzga bajo el principio de dime cuánto tienes y te diré si te presumo inocente. Hay olvidados de la vida a los que nadie ve. En un país que ha transformado a la exclusión como parte del orden social. "En lugar de caballos, motores rugientes, en lugar de las espadas, cámaras de televisión y caravanas publicitarias... los descendientes de los antiguos conquistadores aún no aprenden que la tierra es sagrada".

Claudia Rafael

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La ciudad crece. Se anuncian 176 millones de futuro en obras. Se multiplica en asfaltos y en pozos reclamados en la historia. Y es justo que así sea. Y urge que se expanda el agua corriente para que las gentes de los márgenes dejen de enfermarse por causas evitables. Hay quienes, sin embargo, siguen y seguirán eternamente hundidos en un sitio del que nadie los rescata. Son los olvidados de la vida. Fue hace un año y ocho meses que muchos se horrorizaron ante la muerte imparable de Fermín Nicasio Calderón. Aquel viejito de apenas 60 años pero que parecía acumular muchas más décadas que sobrevivía en una pileta detrás del Golf de Estudiantes. Tenía frío, hambre, alcoholes añejos en su sangre, historias reconocidas y otras ocultas y murió de todo eso en un mayo crudo cuando los relojes del resto de los olavarrienses marcaban las 3 de la mañana.

A una veintena de metros de lo que fue su pileta hoy vive otro hombre. Se armó la casita contra un árbol. Juntó unos restos de cemento. Los puso uno sobre el otro y los usó de pilar, como a las ramas, para el techito de chapas del que cuelgan un par de paredes de nylon que ayer volaban insistentemente por el viento.

Un trozo de goma espuma que supo conocer mejor vida le sirve como colchón, que colocó sobre otro nylon para evitar que la humedad se lo arruine aún más.

Es un hombre que ya no puede mirar hacia mañana. La vida golpea y duro.

El no sabe que este año la ciudad tendrá ingresos nuevos y pavimentos relucientes. Quizás no se enteró siquiera de que hay un intendente joven que heredó a otro que era su padre y que promete una ciudad pujante que desbordará optimismo.

No conoce de esas cosas. Como tampoco esos otros dos que duermen en la terminal y son como caracoles que cargan sus pertenencias de un lado a otro. Ayer uno de ellos dormía de costado, con las piernas plegadas y las manos que le hacían las veces de almohada sobre uno de los bancos. El otro estaba encorvado, junto a él cabeceando sueños, su compañero de desventuras. Flaco, morocho, barbado.

Uno suele andar con un bolso de plástico con cierre que cobija panes, trapos, ropas y seguramente unas cuantas historias descabezadas de esperanzas.

Hay olvidados de la vida a los que nadie ve. En un país que ha transformado a la exclusión como parte del orden social. Y que, por lo tanto, dice el sociólogo Louis Wacquant, se produce un fenómeno de privación de la conciencia de la exclusión. Un fenómeno que en Argentina Eduardo Pavlovsky cita como "resignación" y por tanto, que "la subhumanidad los ha alcanzado".

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También hay un rally que nadie ve. El que atraviesa otras historias también ocultas y las espanta, las hunde en la polvareda y por lo tanto las hace aún más secretas.

Bubacar Diallo tenía diez años y había nacido en Guinea. Fue la primera víctima del Rally en Dakar de quien se conoció el nombre. Fue atropellado, en 2006, por una 4x4 que conducía Maris Saukans, de Letonia, cuando despistó a 100 kilómetros por hora. Era un nene. Murió cuando lo trasladaban en un helicóptero. Y se pareció en mucho a los daños colaterales de los que solía hablar Bush que se siguen repitiendo hasta el hartazgo en todas las geografías.

Los vulnerados son siempre los mismos. Su muerte llevó a que el Colectivo Acciones para las Víctimas Anónimas del Dakar reclamara con mayor dureza que suprimieran en rally en 2007. Aquella vez -reconstruyó el periodista Ezequiel Fernández Moore- "el Rally volvía a Guinea luego de diez años. En la última carrera, en 1996, el francés Laurent Gueguen se mató tras chocar su camión Mercedes con una mina abandonada. Y Marcel Pilet atropelló y mató con su moto a una niña. La expectativa en Guinea por la vuelta del Dakar era enorme y la gente desbordó los controles en la edición de 2006".

La Argentina no quiso perder el colectivo de la historia y volvió a revivir de algún modo aquella sensación menemista de volverse parte del concierto de las naciones primermundistas. El Gobierno aportó más de diez millones de pesos para traerlo a estas tierras y creer que las miradas del poder financiero en el mundo otean con admiración a este país que les permitió lograr lo que en Africa peligraba.

"El silencio ancestral será interrumpido. Piedras, inmóviles desde hace millones de años serán desplazadas. El cielo más puro de la tierra ya no lo será más. Atacama, la grande, serás violada ¡Que la vergüenza caiga sobre nosotros!", definió desde Ginebra la escritora chilena María London.

"En lugar de caballos, motores rugientes, en lugar de las espadas, cámaras de televisión y caravanas publicitarias... los descendientes de los antiguos conquistadores aún no aprenden que la tierra es sagrada", escribió Norberto Ovando, vicepresidente de la Asociación Amigos de los Parques Nacionales.

Hace apenas unos días, la pantalla de TN mostraba a un padre con sus dos chicos de la mano esperando la aparición repentina de un auto en el rally y correrse unos segundos antes del camino como un torero que esquiva al grito de ole.

El día del inicio del rally desde Saladillo, la tragedia sobrevoló como un fantasma. Un nene de ocho años vivió la misma escena que Bubacar pero sólo se fracturó una pierna y recibió un golpe en la cabeza. Un Mitshubishi conducido por el holandés Tonnie Van Dejnie despistó cerca de Carlos Casares y fue llevado en un helicóptero policial hasta el Hospital de Bolívar.

Son hasta ahora más de 50 los muertos en la historia de los 30 años del rally. En esta edición murió el francés Pascal Terry y dos personas ajenas: el chileno Roberto de la Cruz Vera y el peruano Fredy Arucutipa.

Terry murió entre Santa Rosa y Puerto Madryn. De la Cruz Vera y Arucutipa, al norte de Valparaíso, Chile. Terry permitió cumplir el deseo de Oscar Folmer, coordinador general de la Subsecretaría de Turismo de La Pampa cuando dijo que "de promedio, se producen tres muertos por competencia del Rally Dakar. No quiero ser morboso, pero ojalá algunos de los accidentes fatales ocurran acá, así se conoce más a La Pampa en el mundo".

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"La justicia es clasista", dijo Roberto Cipriano García, abogado del Comité provincial contra la Tortura.

La Cámara Federal del Crimen le concedió la semana pasada la excarcelación al psicólogo Jorge Corsi, que está imputado en una causa por "abuso sexual y corrupción de menores". Para entenderlo con claridad, entre otras cosas, se lo acusa de abusar sexualmente de un nene de 13 años. Y le exigió que pagara 100.000 pesos como fianza.

Puso en práctica el precepto de que todo procesado, de no vislumbrarse riesgo de fuga, debe permanecer en libertad hasta el momento del juicio.

El 78 por ciento de los casi 28.000 presos en cárceles y comisarías bonaerenses, es procesado igual que Corsi.

En el último año aumentaron en un 25 por ciento la cantidad de detenidos que terminaron ubicando unos 3.500 en comisarías.

En los últimos tres meses de 2008 hubo un centenar de morigeraciones que fueron revocadas de oficio sin estudiar caso por caso, dijo Cipriano García. "Fue así en función de la corriente mediática y política", agregó.

"Es un sistema clasista que sólo lo capta a los sectores de menores recursos y descarga ahí todo aparato judicial. Con los sectores de clase media-alta de la población la concepción ideológica del delito es distinta, porque la justicia es selectiva", profundizó.

"Ninguno de mis asistidos y de todos los otros que me consultan cuando voy a los penales ha obtenido el beneficio. Creo que los jueces que le otorgaron la excarcelación a Corsi aplican los principios constitucionales y el principio de inocencia. No es ni irrazonable ni loco darle la libertad. Pero me cuestiono por qué no es así para todos", definió Martín Marcelli, defensor oficial del Departamento Judicial Azul.

En las cárceles bonaerenses hay casi 22.000 presos que no tienen 100.000 pesos para depositar como fianza. La mayoría -lo dicen claramente las estadísticas- son jóvenes, pobres y con escasos estudios. Corsi está procesado, tiene 100.000, es psicólogo y supo moverse en los más altos niveles de la formación universitaria y del poder.

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