BASQUET

A ocho años de la muerte de un dirigente que cambió la historia

Homenaje

Entrevista publicada en EL POPULAR a Daniel Trapani, poco después de superar un duro trance de salud. El hombre que llevó a Estudiantes hacia lo inimaginable.  

Daniel Lovano / elpopular.com.ar

Cuenta Daniel Trapani cada vez que puede, que después de aquellos dos lanzamientos personales convertidos por Diego Lo Grippo en la cancha de Belgrano de San Nicolás que le permitieron a Estudiantes meterse en otra final de la Liga Nacional de Básquetbol, el "Gordo" Fabián Pérez (el mismo del "recontra vale" en las transmisiones de TyC Sports) lo vio tan exultante en el vestuario que temió por el destino de su corazón.


Pocos años después, ese mismo corazón volvió a mostrar su fortaleza, pero ya no en términos metafóricos, sino para sostener su vida en un momento dramático que atravesó desde noviembre de 2006, cuando le diagnosticaron leucemia, una enfermedad en muchos casos terminal.


Permaneció casi una hora en coma por un paro cardíaco, se complicó con una neumonía y hemorragias, y hasta sufrió una temporaria cuadriplejia.


El dirigente emblemático de la epopeya bataraza en la Liga Nacional, ahora presidente de la comisión de fútbol de Estudiantes, abrió las puertas de su oficina para hablar de todo: su vieja y su nueva función; la gloria del pasado y su pelea por seguir vivo que (casualidad o no) se desató pocos meses después de conocida la desaparición albinegra de la élite del básquetbol argentino.


"No sé si una cosa pudo haber precipitado la otra, porque los médicos tampoco me lo supieron decir. Lo que yo tuve pudo haber sido una sumatoria de varias cosas, como stress, cansancio, emoción violenta" especuló Trapani.


-¿Qué recordás de esos momentos duros?


-Fueron momentos muy duros; estuve nueve meses internado. Realmente lo pasé bastante mal. En condiciones normales era para claudicar, pero nunca bajé los brazos, ni perdí las esperanzas. Tuve siempre el apoyo de mi mujer, de mis hijos, de toda mi familia, de mis amigos que son de fierro. Eso me dio muchas fuerzas, y siempre tenía objetivos a corto plazo. Aún estando mal pensaba lo que tenía que ser mi vida, la empresa y el club con la expectativa de poder hacerlo.


-¿A qué te referiste cuando hablaste de "condiciones normales"?


-No, lo que quiero decir es que una persona enferma de lo que yo tuve era para bajar los brazos y morirse. Si no luchás, te morís. Tuve varias complicaciones, pero no... no me iba a voltear. No sé si lloré más de cinco veces durante mi convalecencia, quiere decir que siempre tuve optimismo, fuerza de voluntad, apoyo. Mi señora, mis hijos, mi vieja, mis amigos. Lamentablemente mi viejo se quedó en el camino, y no pude volver a verlo, porque falleció mientras yo estaba internado.


-La rotulaste. ¿Fue una prueba de la vida, de Dios, el destino, otra cosa?


-No sé qué pensar. Por ahí fue el destino.


-¿La mirada sobre la familia ahora es la misma que había antes, o diferente?


-No, siempre voy a pensar lo mismo de mi familia, pero obviamente los vínculos se han estrechado. A mi mujer le debo dos monumentos, uno es poco. No existe dinero en el mundo para pagar todo lo que hizo por mí.


-¿La enfermedad, y ahora que estás rehabilitado, te hizo cambiar en algo tu idea sobre la vida?


-Me dieron más ganas de vivir, de disfrutar más las cosas. La vida hay que disfrutarla; hay que hacer lo uno quiere hacer bien, con ganas, con convicción. En realidad soy el mismo que era antes, con más ganas de hacer cosas, más inquieto... No vi la luz (risas); la luz que vio Víctor Sueiro y le sirvió para escribir cinco libros. Tampoco alcancé el récord de Sergio Denis (de nuevo las risas), que al rato de sufrir un paro cardíaco habló con Susana Giménez. Yo sigo esperando que me llame Susana para hacerme una nota.


-¿Ni un haz de luz viste?


-(Risas) No, porque siempre fui para adelante. Pensaba en lugares lindos donde tenía que estar en algún momento. En mayo pensaba que en julio tenía que estar pescando; en julio me imaginaba la temporada de verano... siempre tenía objetivos. Los psicólogos que me atendían me decían que era positivo, porque me alimentaban las ganas de vivir. Ordenar esta oficina, donde estamos haciendo la nota, era un objetivo. Venir yo, pintarla, hacer cosas. Hoy, gracias a Dios, se parece a una oficina.


-¿Alivio cuando sentiste?


-Cuando vine acá...


-Fue la noticia de la ciudad.


-No creo que sea tan famoso. Eso también ese gratificante. No tengo más que muestras de agradecimiento para la gente, que aún hoy me para en la calle para decirme "qué bien que estás". Habla de que uno ha hecho algunas cosas positivas, ha hecho algo por los demás. Seguramente que hice cosas mal, pero en el balance la gente me valora bien. Un día a mi hijo se le cruzó una camioneta por la calle y se bajó un tipo que no conocía para preguntarle cómo estaba yo. Las llamadas a mi mujer, a mi mamá, a mis amigos. Eso da ganas de vivir, me compromete y como siempre fui dirigente, desde muy chico, tengo que seguir siéndolo.


-¿Crees que la gente cambió la mirada que tenía hacia vos cuando tenías una altísima exposición y eras el gran referente de Estudiantes en la Liga Nacional?


-Pienso que me ve como lo que soy, un padre de familia, un empresario, un dirigente. La vida tiene gratitudes e ingratitudes. A veces las cosas se reconocen y a veces no. Hay que mirar para adelante; me tienen sin cuidado los pensamientos malos, no me alimentan negativamente. Pienso que la gente no es naturalmente mala, sino que algunos se pueden hacerse malos por algunas circunstancias.


-¿Ahora que podés pensar en cosas menos importantes que la salud, te da bronca que Olavarría no pueda seguir disfrutando del privilegio que era tener un equipo en la élite del básquetbol?


-No supimos retenerlo y yo tal vez me tiré arriba de una mesa para decir "de acá no se llevan nada". Por varias causas no tenemos más la Liga Nacional y varios nos seguimos lamentando porque jerarquizaba a la ciudad. Nunca hubo un campeón nacional de Olavarría en un deporte colectivo. Después de los Emiliozzi no había pasado nada tan importante como Estudiantes, ni siquiera lo de Loma Negra. Ganamos dos campeonatos nacionales, un sudamericano, un panamericano, dos Copas de Campeones, un Súper 4, el segundo puesto en Holland Basquetbol Week.


-¿Por qué te parece que la ciudad no lo supo sostener?


-Por ahí Olavarría no valora lo que hacemos. Siempre le queremos buscar la quinta pata al gato. Deben haber dicho "qué va a hacer Trapani, si vive en el barrio San Vicente, vendía helado cuando era chico y era caddie". Los Huella Pampa son el mejor conjunto instrumental del país; yo viajo y veo que Rony Vargas, en LV3, abre su programa de la mañana con ellos. Es el programa más escuchado del país en AM, y acá decimos que Delapenna es pelado, que el otro es gordo, y así todo. Dejémonos de joder.


-¿Era para que se caiga Estudiantes de la Liga o se podría haber sostenido?


-Yo creo que se podría haber sostenido. Fue una decisión política más que económica. De hecho el club no se fundió, al contrario, quedaron las obras; quedó el estadio, el micro que está, se ve, se toca. Cuando la comisión arrancó con la actividad había 23 chicos practicando básquetbol en el club, y cuando nos fuimos dejamos más de 200 en la escuela, más todos los logros deportivos que no sé cuál es su valor mensurable.


El Maxi Gimnasio tenía piso de hormigón y quedó apto para competencias profesionales; iluminación de acuerdo con normas internacionales; cabinas para la prensa; sala de conferencia de prensa; vestuarios; oficinas administrativas. Se había perdido un gimnasio para hacer canchas de pádel, y nosotros lo recuperamos. Se habló mucho, pero lo que la comisión de básquetbol hizo se toca, está ahí.


Dijeron que íbamos a hipotecar el club, y está ahí. ¿Alguno fue a encadenarse a la puerta de EL POPULAR para reclamar deudas del básquet? Fue una decisión política y un rechazo a Trapani. Después yo estuve alejado del club por mi enfermedad y perdimos una elección por 9 votos, pero gracias a Dios el club está en manos de amigos, que vienen a consultarme frecuentemente.


-Hablaste de decisión política. ¿El Estado municipal te sacó el banquito?


-Totalmente. Creo que Eseverri no estaba de acuerdo con la competencia profesional, sino tendríamos que haber y tenido apoyo. No teníamos canales directos de acceso en ese momento. En ese momento no estaba José, sino su padre, y yo nunca tuve una canal de diálogo con Helios Eseverri, ni aún en las épocas de gloria. ¿Por qué? No sé, pero veo que había gente que tenía mucha llegada rápidamente a él, en cambio nosotros no. Habrá sido un problema personal conmigo, o habrá sentido que podía ser un competidor para la intendencia, cosa que no descarto si tuviera apoyo.


-¿Y qué pasó con el gran empresariado?


-Si nos hubiesen apoyado seguiríamos en la Liga. Nosotros en algún momento tuvimos un apoyo importante de Loma Negra, pero después hubo cambios en la dirección de la empresa. Cuando perdieron poder Alejandro y Bárbara Bengolea, que eran fanáticos del equipo, quedamos medio sin padrinos. Sin Loma Negra era imposible seguir.


-¿Soñás con que algún día vuelva?


-Sí, por qué no. Es potable, pero va a costar unos años. Hay etapas regionales, Liga B, TNA.


Olavarría, Estudiantes y la comisión que tenía en Daniel Trapani a su principal referente marcaron época importante para el básquetbol nacional, contemporánea a uno de los logros deportivos más grandes en la historia del deporte argentino: la medalla dorada lograda en los Juegos Olímpicos Atenas 2004. Cada vez más cerca en la consideración a la epopeya del fútbol en México 1986.


"Me siento responsable en una parte de la medalla de oro conseguida por el básquetbol argentino en los Juegos Olímpicos de Atenas. Jugadores de esa selección han pasado por Estudiantes, el técnico actual de la selección fue un tipo clave en nuestra estructura durante muchos años", afirmó Daniel Trapani.


-¿Que recordás de toda esa gente forma parte de la élite del básquetbol argentino?


-En algunas de las carpetas que tengo en esta oficina hay un contrato firmado con el "Colorado" Wolkowyski por 80.000 pesos la temporada, y de acá se fue a los Seattle Supersonis de la NBA por 400.000 dólares el primer año. Vino en una situación deportiva comprometida, porque había tenido una rescisión de contrato media traumática con Boca. Hicimos una apuesta por él, porque nunca había terminado de explotar. En Quilmes decían que era pecho frío. Acá demostró todo lo contrario y se ganó a la gente con un corazón tremendo.


-Además del "Colorado", ¿que otro jugador te marcó?


-De la gran mayoría tengo los mejores recuerdos. Hay jugadores que no dejaron nada para el club, y se los he dicho en la cara. Cavagna, por ejemplo, todavía es un pibe que no tiene rumbo; sería irrepetible un contrato con él. Andrés Santamarina también fue un fracaso. Después todos cumplieron, porque uno sabía lo que contrataba. Cuando vino el "Pájaro" Marina conocíamos sus limitaciones, pero reunía un montón de cosas que aportaban para el equipo; fue muy positivo. Rengo, gracias a Dios, no trajimos a ninguno, y en esto varias veces te quieren meter a un rengo.


-Pero por algunos te deben haber dado placer sentarte a disfrutar de su juego desde la platea.


-Eubanks, el Dany Farabello, el Nico Gianella cuando se le prendían las luces; la forma en que entiende el básquet Víctor Baldo. Eubanks fue un monstruo, un asesino del gol. Fue un privilegio haberlo tenido en el equipo.


-También dijeron cuando lo trajiste que había metido muchos goles, pero en una liga menor.


-Por supuesto. En el primer partido el "Oveja" Hernández lo quería cortar, y que me lo desmienta (risas), porque hizo 8 puntos. Le parecía medio bajo, corto. Le pedí que lo aguantara un poco, y en el segundo partido ya metió 28.


-Te mantenés en contacto con algunos de ellos.


-Con la mayoría sí; a Eubanks le perdí el rastro, en cambio me sigo hablando con Byron Wilson, el Chila (McCray); Toñito (García) está todos los días chateando con mi hijo.


-¿Qué momento de todos los que viviste te quedó guardado con más fuerza en la memoria?


-Ufff... hubo varios. El triple de Farabello en el "Cilindro" de Montevideo, que nos permitió jugar la final del Panamericano, fue monstruoso; y cuando Lo Grippo metió los dos puntos en Belgrano sobre el final, para ganar el partido, fue para morirse; cuando nos salvamos del descenso en la cancha de Ferro con ese triple de Juan Iglesias también. En general, yo siempre fui muy sereno. El primer año de Liga B me comí una suspensión por una discusión con Fabi, y a partir de ahí aprendí que los referís no ganan ni pierden los partidos. En Liga nunca se comprobó un caso de arreglo de partidos.


-¿Y el Oveja Hernández qué es para vos?


-Dentro de la cancha, siempre tuvimos una relación profesional de dirigente y entrenador, pero afuera de la cancha es mi hermano. Es una persona excelente... aprendimos mucho juntos. Desde hacer los primeros viajes afuera del país. Un técnico extraordinario, que además en las bravas siempre estuvo a mi lado. Es mucho mejor persona que entrenador, y estamos hablando del DT de la selección argentina. 


-¿Y qué destacás del entrenador?


-Que sabe poco de básquetbol (risas). Sabe manejar muy bien los grupos y sabe cómo se maneja un partido de básquetbol, que no es lo mismo que saber de básquetbol. Es intuitivo, talentoso... Es un fenómeno.


Ver más:
Ultimas Noticias
Otras Noticias