Tenis adaptado
Eugenia Mastri, periodista del prestigioso diario cordobés, publicó este domingo una nota vinculada a los comienzos en el deporte del flamante campeón de Roland Garros en Olavarría
Por Eugenia Mastri / La Voz del Interior
Dicen que cuando alguien desea algo con muchas fuerzas, el Universo entero conspira para que lo logre. Se puede llamar deseo u "obsesión", como dijo ayer Gustavo Fernández al consagrarse campeón de tenis en silla de ruedas de Roland Garros. Nada menos.
Pero con 22 años, el riotercerense demostró que fue él, más que el Universo, quien construyó todo para llegar a este presente que lo hizo alcanzar su torneo preferido.
"Este Grand Slam era mi obsesión, es el que más me gusta. Desde 2004 que me encantó y me obsesioné con esto, y ahora que lo pude lograr no entiendo nada, estoy desbordado de felicidad"
Y es que "lo que Gustavo tiene diferente no son las piernas, es su cabeza". Lo dicen quienes lo vieron crecer y basta repasar su historia para encontrar decenas de argumentos que lo fundamenten.
Porque "Gusti" no se adaptó a una vida diferente. Es lo que le tocó desde chiquito, cuando al año y medio de vida sufrió un infarto de médula que lo dejó paralizado de la cintura para abajo. Y en silla de ruedas, con muletas o en el piso, siempre fue un niño más, lleno de amigos, líder y deportista.
Este sábado, en la cancha número 6 de Roland Garros, alcanzó el pico más alto de su carrera al ganar su primer Grand Slam como singlista (el año pasado fue campeón de dobles en Wimbledon) tras vencer al británico Gordon Reid por 7/6 y 6/1 en la final.
"Este Grand Slam era mi obsesión, es el que más me gusta. Desde 2004 que me encantó y me obsesioné con esto, y ahora que lo pude lograr no entiendo nada, estoy desbordado de felicidad", le dijo después del partido a ESPN.
Cuestión de familia. En Olavarría, hay un recuerdo colectivo: "Gustavito" Fernández tiraba al aro en el entretiempo de los partidos que Estudiantes disputaba por la Liga Nacional de Básquetbol. Su padre, Gustavo, fue parte de aquel equipo desde 1997 a 2001 y es en aquella ciudad bonaerense donde el flamante campeón de Roland Garros comenzó a acercarse al deporte.
Como era de esperar, primero lo cautivó la naranja. Jugó en el minibásquet de Estudiantes y se dio el gusto de estar en el centro de la escena -con sus muletas o su silla de ruedas- en los partidos de Liga. Pero a los 7 años se acercó al tenis, acompañando a su madre Nancy a sus clases con el profesor Roberto Fresta.
Rubel González, padre de Emilio, uno de sus amigos de la infancia, e íntimo de la familia Fernández, tiene un recuerdo grabado a fuego. "Fui a buscar a Emilio al jardincito y me dijo que iba con los chicos a casa. Cuando les pregunté a qué iban a jugar, el primero en responder fue ''Gusti''. ''Al fútbol'', me dijo", cuenta Rubel, aún con sorpresa.
"Nosotros tenemos más prejuicios que los chicos con menos de 4 años", reflexiona González y completa la anécdota: "Fueron al garaje, agarraron una pelota y se pusieron a jugar al futbol. ''Gusti'' jugaba primero al arco, en el suelo. Con una mano se sostenía y con la otra le pegaba a la pelota. Después fue al medio y gambeteaba con las manos. Al último, terminaron todos en el piso imitando las dificultades de ''Gusti''".
Para Rubel, el cordobés es un "líder nato". "Ahora es un monstruo del deporte. Pero fue siempre un monstruo de la vida. Lo que tiene distinto ''Gusti'' no son las piernas, es su cabeza", refuerza.
Un alivio para Fresta. "Como ''Gustavito'' veía a su padre en un equipo tan glorioso, yo pensé que se iba a volcar por el básquet. Pero por suerte se quedó con el tenis", valora Roberto Fresta, el primer entrenador de tenis de quien será el abanderado argentino en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro.
"Me dio primero el dulce, porque había arrancado con el básquetbol, pero después cambió. El tenis le dio la chance de jugar de manera profesional y competitiva", contó ayer su padre en París.
"Empezó a los 7 años. Se acercó porque la madre también tomaba clases conmigo. De entrada, le gustó mucho", recuerda "el profe" de Estudiantes de Olavarría sobre los inicios del ahora campeón de Roland Garros y remarca: "Tenía la coordinación de un chico mucho más grande que él".
Fresta cuenta que le enseñó tenis con las mismas herramientas y técnicas que al resto de los chicos, y que eran él u otros niños de la edad de Gustavo los que le devolvían la pelota del otro lado de la red. "Le podía jugar de igual a igual a cualquiera", afirma.
Roberto aún recuerda a "Gustavito" jugar a la mancha en la pileta con sus amigos "como si nada". "Siempre tuvo una personalidad muy fuerte. Rodeado de amigos y destacándose en los grupos".