Racing le ganó 3 a 1 a Juventud de Pergamino en la primera final por el ascenso
Anotaron para los "chairas" Oscar Altamirano, Roberto Saavedra y Mauro Palomeque (este último gol fue muy discutido); había igualado transitoriamente Facundo Ermini para los visitantes, que sufrieron las expulsiones del arquero Lucas Borro y de Cristian Macagno.
Fotos: Marcelo Kehler
Una final (por lo que sea que esté en juego) dura, cerrada, peleada, friccionada, no debe extrañar a nadie. Menos cuando lo que está en disputa es un ascenso al campeonato Argentino "A". Pero si todo transcurre dentro de los carriles "futbolísticos", no habrá sido la primera ni será la última con estas características.
Racing se llevó la primera por una diferencia interesante, con una producción discreta, en medio de un trámite que reunió una gama de irregularidades poco común.
No por el "calor" de este tipo de definiciones sino porque el principal transgresor del reglamento fue el árbitro necochense Miguel Guerrero.
Empezó permisivo. Dejó pasar una durísima infracción a Pablo Ponce que lo sacó de la cancha y, cuando se quiso acordar, la cancha se había convertido en un escenario anárquico.
Entonces la incapacidad de Guerrero llevó el partido adonde lo tenía que llevar, y así aparecieron los cuestionamientos.
La violentísima entrada sobre Ponce apenas comenzado el juego, que sacó al capitán de la cancha (ni siquiera se sancionó infracción); la posición de Ermini en el gol del empate; el choque entre Senzacqua y Mazza dentro del área, y el grotesco final del primer tiempo, que derivó en tumulto porque los pergamineses se dieron cuenta de que Guerrero indicó el camino a los vestuarios para evitarse el "problema" de expulsar a Pedraza (estaba amonestado y le entró duro a Leites).
Como corolario, la convalidación del tercer gol de Racing. Imposible verificar desde las cabinas del "Buglione Martinese" si la pelota ingresó.
El gesto instintivo de Palomeque (primero se tomó la cabeza y luego salió celebrando para el lado de la tubular), y la trayectoria poco ortodoxa de la pelota (quedó picando en el primer palo, cuando la lógica hace pensar que debió hacerlo en el segundo) invitan a sospechar que no fue así.
Tantas irregularidades ponen en un segundo lugar el concepto futbolístico. Racing ganó bien y pudo haberse llevado para la revancha una diferencia de un par de goles más si se hubiese manejado con inteligencia todo el tiempo que tuvo dos jugadores más en la cancha.
Juventud, un equipo muy bien parado en la cancha, con jugadores interesantes (Leites, Orellano, Ermini, el pibito Mazza) equivocó la estrategia y terminó bebiendo de su propia medicina.
Vino a Olavarría a cuestionar cada fallo arbitral, adentro de la cancha y en un área técnica superpoblada, en lugar de utilizar sus argumentos futbolísticos para complicar a un Racing confundido. Y en la irregularidad se quedó con las manos vacías.
Con apenas 3'' jugado, Leites desbordó a Santellán por la derecha, envió un centro al primer palo que Ermini tocó al gol, pero apareció la estupenda reacción de Senzacqua.
Cuatro hombres en la mitad de la cancha (Fontana, Orellano, Latancio y Leites) y dos delanteros bien pegados a las rayas (Ermini y Mazza) se constituyeron en un jeroglífico que Racing no podía desentrañar.
Pero Racing tiene un goleador fenomenal, que cuando más se lo necesita, suele sacar la cara por el equipo. Altamirano recibió de espaldas al arco en tres cuartos de cancha, giró de frente al arco, buscó la medialuna y fusiló a Borro.
Juventud tuvo el empate en una palomita de Latancio (otro desborde de Leites por la izquierda), pero las peores noticias para Racing eran de otro tipo: Pablo Ponce estaba en una pierna y Altamirano quedó muy malherido al pisar mal, luego de un salto con Ostertag.
Sin la posibilidad de hacer tres pases seguidos, para Racing era muy complicado hacerse dueño del partido, y Juventud encendía una luz amarilla en cada aparición de Leites por la izquierda.
Como sus argumentos ofensivos estaba reducidos a los piques de Ermini, y el "petiso" estaba bien controlado por Palomeque y Bricka, Senzacqua no tenía demasiado trabajo. Pudo aumentar Saavedra, en un pique por la mitad de la cancha que le dio dos posibilidades de definir ante Borro, en ambas eligió mal las opciones.
El empate llegó con una fórmula conocida. Juventud puso mucha gente delante de la barrera de Racing en un tiro libre cerca del área. Ejecutó Leites, la pelota rebotó en el muro humano, nadie la pudo sacar y un pelotazo llovido encontró a Ermini muy solo. Toque, gol y la multitud enmudecida.
El final del primer tiempo no fue muy auspicioso para Racing, porque Juventud terminó manejando mejor la pelota y además varios (Senzacqua y Pedraza, sobre todo) terminaron demasiado exaltados.
Pero la reanudación fue ideal: desbordó Sepúlveda por la izquierda, lanzó un centro pasado que Tavare devolvió para el medio con un frentazo y Saavedra -de cabeza- definió al lado del palo izquierdo de Borro.
Juventud no ofreció las respuestas del primer tiempo y, con Agüero en la cancha, Racing tuvo mayor control de pelota. Advertía con Tavare pegado a una raya y Rodas a la otra.
Una peinada de Tavare (desborde de Saavedra) estuvo cerca, hasta que llegó la hecatombe: Rodas lanzó un centro desde la izquierda, Saavedra la peinó cerca del primer palo y Palomeque la calzó de volea en el segundo. La pelota apareció adentro del arco, el asistente Segovia salió corriendo para la mitad de la cancha y Juventud se descontroló.
Primero con un hombre más, y después con dos, Racing equivocó la estrategia. Transportó demasiado (especialmente Pedraza), en lugar de hacer correr la pelota para que los espacios aparecieran como lógica consecuencia.
Tuvo dos clarísimas en tiempo de descuento, y ambas en los pies de Carlos Tavare. Demasiado poco para un equipo que entraba por donde se le daba la gana.
Igualmente Racing irá a buscar el ascenso a Pergamino con dos goles de diferencia.
No es mala, si aprendió la lección de Comodoro.