LAMADRID

Yo visité el cielo de General La Madrid

Relato de mi bautismo de vuelo en parapente

El periodismo tiene muchas aristas; momentos en los que se disfruta y otros en los que se sufre. Pero sin dudas hace unos días el responsable de esta Agencia vivió una de esas ocasiones en las que se reconforta con la profesión: "yo visité el cielo de La Madrid en parapente".

Gracias a la invitación de Damián el "Flaco" Lestarpe tuve mi bautismo de vuelo en parapente. Desde hace un tiempo volaba (valga la redundancia) la idea de conocer la ciudad desde un punto alejado.

Después de repensarlo un par de veces tomé la decisión y ahí fui, cámara en mano, para retratar la ocasión. El lugar elegido para el despegue fue a unos pocos kilómetros de la planta urbana, sobre la ruta 86, en dirección a la ciudad de Laprida.

El primer comentario de los entendidos en el tema fue "¿no trajiste más abrigo?", "hace un poco de frío allá arriba". Ahí como que se empieza a sospechar que se va a estar más alto de lo que en realidad parece.

Luego vino la prueba de los elementos de seguridad y más tarde las explicaciones básicas "vos vas a correr y cuando te diga levantá las piernas hacia el pecho". No recuerdo haber hecho nada de lo que explicaron.

Para ese entonces un enjambre de mosquitos se había hecho las delicias con los presentes. Ni el repelente, ni las manos, ni siquiera la ropa sirvieron para protegerse de estos insectos.

El parapente es similar a un paracaídas, pero el ala extendida permite la sustentabilidad en el aire. Ese ala se une a la silla (lugar en el que va sentado el piloto) por docenas de sogas de kevlar (el mismo material con el que se realizan los chalecos antibala) cada una tiene una resistencia de hasta 100 kilos. Además cada parapente tiene un paracaídas de seguridad.

"Como te llamás", pregunta el Rengo, uno de los que asiste a los que van a emprender vuelo. "Nicolás", le respondo. "Podés hablar", dice mientras se ríe. ¿Tendré tanta cara de susto?, por ahora está todo bien.

Con la primera ráfaga de viento, y atendiendo a que no hubiese automovilistas a la vista, Aníbal, el remolcador, aceleró la camioneta. Con el primer "tirón" se infla el ala, ahí uno intenta correr; a los pocos pasos se da cuenta que pisa en falso, ya estamos en el aire.

Casi por instinto se mira para abajo, otro error, el vértigo se hace presente. "Mirá al horizonte y respirá hondo", indica Lestarpe. Ya no hay posibilidad de arrepentirse. El altivariómetro (mide la altitud) pitea, indica que se está en ascenso. Se siente un zumbido en los oídos y el viento, que en tierra prácticamente no se notaba, golpea con algo de fuerza.

El paisaje es increíble. Los árboles parecen cada vez más pequeños; a lo lejos se comienzan a divisar lo que es el cordón de sierras. Desde el cielo se distinguen rectángulos más amarillos y otros verdes.

Más tarde se desengancha la soga que nos unía a la tierra. El parapente hace pequeños movimientos de oscilación, a veces sube y otras baja. "Es por las corrientes de aire frío o cálido", explica el piloto.

"Vas bien", pregunta. "Sí, perfecto", es la respuesta. A un lado un grupo de aves (cigüeñas) planean, como desconociendo a los intrusos. "Como no hacemos ruido no las molestamos, vamos a seguirlas", anuncia Lestarpe. Enseguida el parapente gira y se ubica a unos pocos metros; la cigüeña sigue en su recorrido inmutable.

Ya han pasado varios minutos. Un nuevo sacudón me convence: "vamos a bajar". Mientras descendemos miro por última vez a lo lejos el pueblo y los campos; el paisaje es realmente increíble.

Tocamos el piso nuevamente. La experiencia es sorprendente. Mientras esperamos que vengan por nosotros Lestarpe hace un repaso. Subimos a casi 400 metros (nada en comparación con la altura que alcanzaron pilotos en ese mismo momento que treparon a los 2.000).

Indudablemente soy una persona que necesita estar apoyando los pies en la tierra; si bien lo haría en otra oportunidad estoy convencido que el cielo es para las aves. Si tuve miedo, usted saque su propia conclusión.

Si alguien piensa en vivir la experiencia, que se acerque y se saque las dudas con el Flaco. Si me preguntan una opinión, la mejor. Es algo diferente y que permite ver nuestro lugar desde un lugar distinto.

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