Asociación de Equinoterapia El Arriero, de General La Madrid Hace cinco años que esta entidad, sin fines de lucro, se formó para brindar una ayuda terapéutica a sus jinetes-pacientes. Entre todos se fue formando una familia que ha dado felicidad y una oportunidad a quienes, tal vez, alguna vez se vieron relegados, junto con los héroes silenciosos que son los caballos.
El grupo fue pionero en General La Madrid de realizar la práctica que combina la salud y actividades recreativas con caballos.
Desde siempre brinda las clases en instalaciones de la Sociedad Rural y actualmente cuenta con una veintena de pacientes-jinetes con distintas problemáticas. A lo largo del tiempo el grupo de colaboradores ha ido cambiando su configuración y hoy es presidido por Carmen "Mimí" García.
La sonrisa de los niños y jóvenes que concurren semanalmente a la terapia es el mejor regalo que pueden recibir aquellos que dejan algo de su tiempo para brindarse a esta asociación sin fines de lucro.
Un 26 de junio de 2010, El Arriero se presentó oficialmente en sociedad. Ese frío día fue el comienzo de una obra maravillosa. Cómo olvidar la emoción de quienes estaban en aquella presentación; el corazón latía fuerte y las lágrimas recorrían los rostros con las palabras de los iniciadores de la idea. También de las familias de aquellos primeros jinetes que confiaron en el grupo, cuando aún había más incógnitas que certezas.
La equinoterapia "no es una clase de equitación", dejaron en claro desde un primer momento. "Es un trabajo donde se combina la terapia y lo recreativo dentro de un ámbito familiar, enfocado a personas con capacidades diferentes", sintetizaban dos de los impulsores del grupo, Natalia Milo e Ignacio Erenchun.
El Arriero fue una familia desde el primer día. Muchos profesionales de distintas áreas se sumaron a la iniciativa. También aquellos que sin un título pusieron su granito de arena para que la labor creciera constantemente.
Muchos miedos había en aquel invierno de hace ya cinco años. Sin embargo hoy la ONG se puede dar más que satisfecha, porque logró el reconocimiento de las familias que concurren con los pacientes y pueden verse los avances.
La equinoterapia trae beneficios físicos porque el caballo tiene el mismo patrón de movimiento que el ser humano, lo que hace que aquellos que no pueden caminar, al estar encima de él experimentan esa sensación. El movimiento de montar transmite estímulos que facilitan la conducción de impulsos nerviosos actuando sobre el tono postural del jinete, describen quienes conocen de la actividad.
Los animales con que trabajan están especialmente preparados para ser dóciles con las personas que los montan y con sus acompañantes.
Desde La Madrid -así como desde distintas ciudades del país- muchos son los que han hecho su aporte para que la asociación siga construyendo en su camino de la salud y de la integración. Recientemente alumnos de una escuela lamatritense ayudaron creando elementos que se colocaron en la pista, para colaborar así con la terapia.
Desde el mismo inicio del proyecto El Arriero cuenta con un grupo de padrinos que mensualmente apoya a la institución con una cuota societaria de 20 pesos, que de esa manera ayudan a solventar los gastos de funcionamiento diario.
Seguir jugando y sociabilizando con los chicos es otro objetivo fundamental. Es esa actividad recreativa la que implícitamente va ayudando a los jinetes en lo terapéutico. El solo hecho de estar arriba del caballo les permite hacer ejercicios que los especialistas no pueden lograr, y eso es lo mágico de la equinoterapia.
La asociación civil sin fines de lucro tiene muchos sueños; el picadero para los caballos es fundamental para su labor. Algunos de esos anhelos pudo concretar y otros no, pero nunca bajan los brazos porque allí radica la fuerza del grupo: nunca darse por vencidos, copiando en esa premisa lo que a diario les enseñan los jinetes-pacientes.
A lo largo de estos años, El Arriero ha dado felicidad y una oportunidad a quienes, tal vez, se vieron relegados.
"Son años de trabajo, de puro placer... nos sentimos plenos", resumió "Mimi" García cuando se conmemoraron cuatro años del inicio de las actividades que se mantuvieron ininterrumpidas. Es increíble ver a los chicos o a sus familias cuando llegan al predio y manifiestan no sólo los logros terapéuticos, sino lo que sienten al participar de El Arriero.
La alegría es el denominador común del grupo y de los pacientes. Saben que más allá de las preocupaciones o problemas siempre hay una mano que se brinda y una sonrisa que ayuda. Los héroes silenciosos son también los caballos, predispuestos en todo momento al trabajo, a pasear a un niño que recién comienza o a esperar pacientemente a que alguien haga un ejercicio encima de su lomo.
El Arriero es todo uno. Hoy, como hace cinco años, cree que un mínimo del tiempo de uno puede hacer una sociedad mejor.