Entrevista con el padre Enrique Germade, nuevo párroco de Laprida Nació en Espigas, creció en Olavarría y actualmente es párroco de Laprida, pero no puede borrar a La Madrid de su corazón. El padre Enrique Germade habla aquí de la vocación, la esperanza, la pobreza y los creyentes, entre otros temas.
Dicen que el hombre es dueño de su propio destino, pero en el caso particular del padre Enrique Germade, esa teoría no tuvo ninguna incidencia para elegir el camino del sacerdocio. Por el contrario. Se sustenta en el convencimiento propio que estuvo muy ligado al plan y la providencia de Dios que le regaló la fe, a través de sus padres, de su familia y de las personas buenas que Dios puso en el camino de su vida para que fuera madurando una entrega al Señor en el servicio concreto del sacerdocio. Así lo explica.
"Uno cuando se convence de la vocación o llega el día de la ordenación y mira hacia atrás ve todo un hilo conductor que ha unido Dios conectando personas y circunstancias que a uno lo han llevado a esta paso. Es para mí algo muy grato y feliz, porque descubrir lo que Dios quiere para uno es lo mejor que le puede pasar".
Nació en la localidad de Espigas hace 43 años, es hijo de Manuel Germade y Delia Molaheb y tiene a su hermana Carmen radicada en Bariloche. Vivió su niñez, infancia y juventud en Olavarría, donde también cumplió con el servicio militar, recuerda.
General La Madrid marcó su vida pastoral por ser su primera parroquia. "Esta ciudad me dejó mucho de enseñanza, de caridad, de gente con la que hemos podido trabajar juntos, que hemos hecho un camino de fe, de descubrimiento de la palabra de Dios de entrega al Señor. Esto es muy importante, porque uno no es sacerdote para uno mismo sino para los demás".
Agradecido por lo vivido allí, en lo puntual mencionó el trabajo realizado de catequesis, con grupos de formación a distancia para laicos y en Cáritas que en La Madrid hace un muy buen trabajo. "En estos siete años sentí como propio a La Madrid y está grabado a fuego en mi corazón", resumió
Esa línea y esos proyectos están renovados desde que llegó a Laprida, dijo y agregó: "Tengo ventaja aquí porque conocía esta comunidad, no llego con un desconocimiento total, sino que por la amistad con el padre Roberto que me ha hecho venir en numerosas veces, hoy es de gran ayuda para mí. Eso me alegra y Laprida renueva en el corazón la entrega sacerdotal". La entrevista con esta Agencia se realizó en la oficina de la parroquia, ya que su casa la están pintando.
-¿Cómo se hace en estos tiempos para no perder de vista la esperanza?
-A esto nos invita el papa Benedicto que ha escrito su segunda encíclica de la esperanza. Hay esperanzas humanas, pero lo que sostiene el caminar de un cristiano es la gran esperanza que está depositada en Dios y la sagrada escritura lo compara con el ancla; aunque el barco se mueve agitado por las olas, no va ir a cualquier destino, está firmemente anclado. La esperanza es como un ancla tirada más allá del velo. Estamos anclados en Dios o debemos estarlo y la esperanza es la virtud para los tiempos difíciles.
-¿Cómo ve la pobreza, cuando es hoy un factor clave de muchos flagelos y conflictos?
-Es un drama muy grande extendido. Nos golpea la pobreza humillante de mucha gente que quiere trabajar y no encuentra empleo, quiere llevar una vida digna para su familia y no puede hacerlo por tantas cuestiones que se lo impiden. También tenemos que reflexionar sobre la falta de solidaridad, de compromiso ciudadano, la injusticia siempre reinante, la avidez de un lucro insaciable de mucha gente, la especulación como drama argentino, donde mucha gente tiene dinero y prefiere ahorrarlo y ponerlo en un circuito financiero y no invertirlo en producción. En comunidades como éstas el drama de la pobreza no es tan lacerante como en las grandes ciudades, pero igualmente hay gente empobrecida, que sufre en silencio y tenemos que estar atentos, como decía Juan Pablo II: "Todo hombre que sufre nos pertenece".
-¿Y de la pobreza inmaterial, la pobreza de las relaciones, la moral y la espiritual, como otro faltante?
-El gran drama de la crisis que vivimos es profundamente moral y la pobreza de no sentirse amado como decía Madre Teresa. La pobreza del que está solo, del que carece de valores espirituales o trascendentes, hacen que mucha gente viva en la desesperanza, en la tristeza y la angustia.
-¿Cómo se puede resurgir y no caerse del sistema cuando el desaliento es una constante?
-Justamente si la oscuridad nos asusta tal vez no podemos volver a que todo sea de día, pero sí encender una pequeña luz y esa pequeña luz es el testimonio cristiano del amor. El que vive unido a Jesús siempre tiene una esperanza para comunicar a los demás, que es la luz de Cristo.
-Pero hoy es más fácil mentir que decir la verdad.
-Desgraciadamente nos acostumbramos con facilidad a las mentiras y no sólo a faltar a la verdad, sino que a veces hay gente que hace de la vida una gran mentira. También un testimonio cristiano es la verdad y caridad y verdad van siempre unidas.
-Cuando un hombre está enriquecido en su espiritualidad siente la compañía hasta de una piedra. Y eso es importante.
-Sí. El creyente descubre la presencia de Dios en las cosas más pequeñas y hasta en los seres inanimados porque son vestigios de Dios y todo nos habla de Dios. Eso le decía a los Scout que estuvieron en Necochea: la posibilidad de estar en contacto directo con la naturaleza, el mar, las estrellas y la noche nos va abriendo al misterio de Dios, porque todas las cosas lo revelan y el creyente debe profundizar esa presencia y sobre todo la presencia de Dios en lo profundo del alma.
-¿Qué mirada tiene de la clase política, cuando hoy parece que priman los intereses personales por encima del bien común de la gente?
-Una mirada que preocupa porque uno desearía que se trascendieran aspectos personales o de sector para pensar realmente en el bien común y realizarlo. Vemos la mezquindad, la hipocresía que hay en muchos dirigentes, la falta de coherencia, de compromiso serio con el pueblo, no con los propios intereses. Eso duele y es también un llamado para los cristianos a tomar un compromiso ciudadano serio, no en vistas a elecciones sino a un trabajo comunitario que favorezca a todos.
-La tecnología esconde peligros y encierra a la familia en pequeños mundos. Apagando un poco más la PC, los celulares y los MP3, estaríamos ante familias de corazones más abiertos. ¿Qué reflexión le merece esto?
-Sin duda. La tecnología nos favorece muchísimo en tantos aspectos, pero hace hombres conectados o desconectados. Nos convierte en una máquina y el riesgo es grande, entonces hay que evitar siempre todo lo que ahogue el diálogo en la familia, el encuentro, el contacto directo. Paradójicamente estamos muy conectados al instante con quien queremos, pero muchas veces somos incapaces de un diálogo sincero, una mirada, de compartir y hasta perder el tiempo con el otro en el buen sentido. Tenemos que salvar a la familia y las relaciones sociales y humanas de esta instrumentalización que nos puede dar la tecnología y que no la sabemos encauzar.
-Teniendo en cuenta que estamos siempre mirando la paja en el ojo ajeno y no siempre en el propio, ¿se puede pensar en una sociedad más justa?
-La lucha por la justicia, por la fraternidad, el entendimiento y el diálogo y por la concordia tan necesaria, sin dudas que es algo imprescindible en nuestros días y que tiene que ser un ideal para bien todo cristiano.