FUTBOL

La difícil misión de
encontrar un Plan B

Argentina

La clasificación de Argentina lograda con dramatismo y desahogo, escondió un problema constante a lo largo del Mundial: encontrar un plan B para resolver acertijos defensivos de rivales conservadores.

Como ante Irán en Belo Horizonte durante la primera fase, el equipo de Alejandro Sabella dependió de un chispazo de Lionel Messi en la agonía, esta vez, como sabio armador de una jugada que Angel Di María definió con precisión para sellar el pasaporte a la instancia siguiente.

Faltaban tres minutos para que la llave ingresara en la infartante definición con tiros desde el punto penal y habían pasado 117 de otra actuación al menos poco convincente en el aspecto colectivo e individual.

Frente a un rival que compensó su inferioridad técnica con rigor táctico, Argentina padeció severos problemas para armar juego en los momentos que Messi estuvo desconectado a la búsqueda de espacios propicios para reinsertarse con posibilidades de desequilibrio.

Sin plan A -la gambeta de la "Pulga" para desentrañar el sólido bloque defensivo helvético-, el seleccionado fue un equipo impotente y repetitivo en cada intento de ataque.

Gonzalo Higuaín, lento, a contramano de la acción, jugó un partido para poner en duda su titularidad; Ezequiel Lavezzi, comprometido con una función mixta, jamás logró un resquicio para abrir al advesario y Di María, antes del gol, rebotó sistematicamente contra la muralla suiza.

Bien rodeados, más allá de la movilidad de algunos y el estatismo de otros, los delanteros (a excepción de Messi) brindaron pocas opciones de pase para los mediocampistas centrales encargados de la primera cesión: Javier Mascherano y Fernando Gago.

Con ello, se dificultó la gestión futbolística, el equipo no tuvo profundidad y la pelota se descargó a menudo en los laterales Pablo Zabaleta y Marcos Rojo, que cumplieron un partido aceptable por la meritoria tarea de recuperar la pelota lejos del arco de Sergio Romero más que por la trascendencia de sus proyecciones.

Desplegado en ataque, el seleccionado de Sabella se encerró en los metros finales y se expuso peligrosamente en campo propio, donde Ezequiel Garay corrió como bombero de un costado al otro para cubrir las bandas y las falencias de un inseguro Federico Fernández.

El arquero Sergio Romero también tuvo intervenciones decisivas para sostener al conjunto argentino, especialmente en el primer tiempo cuando el tapó a Granit Xhaka un franco remate dentro del área.

Suiza evidenció de manera preocupante que cualquier rival capaz de maniatar a Messi cruzada la frontera de la mitad de la cancha puede codearse con el triunfo frente a Argentina, incluso sin contar con recursos ofensivos de nivel.

Desde su debut en Brasil 2014, el capitán argentino centralizó las resolución de todos los problemas para mantener viva la esperanza de atrapar la Copa a 28 años de la última conquista.

Un regate, una corrida eléctrica, un disparo certero o un pase magistral siempre están a mano en su infinito repertorio técnico pero Argentina estará en problemas a futuro si no es capaz de imponerse en un partido sin encomendarse exclusivamente a la luz del astro.

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