FUTBOL

Argentina fue otra vez
local, ahora en San Pablo

Hinchas

No hubo la superioridad númerica de los partidos de primera fase, pero  igualmente los `albicelestes` fueron los que más se hicieron oir en el Arena Corinthians.

Apenas 7.500 localidades oficiales fueron asignadas por la FIFA para los argentinos que deseaban asistir a este encuentro de octavos de final del Mundial, pero gracias a la compra en la reventa hubo en definitiva unos 30.000 fanáticos que lograron asistir y alentar a su seleccionado en el triunfo agónico por 1-0.

No fueron mayoría como contra Bosnia en Río de Janeiro, Irán en Belo Horizonte o Nigeria en Porto Alegre, porque en el nuevo escenario del municipio paulista de Itaquera hubo 63.255 espectadores, pero de todos modos se las ingeniaron para sobresalir por sobre brasileños, muchos, y suizos, pocos.

El `grito sagrado` del himno marcó la pauta de lo que sería el sentir popular en la soleada y agradable tarde, y apenas iniciado el encuentro el `hit argento`, el ya famoso "Brasil decime qué se siente", dejó entrever que habría una "batalla" folclórica en las tribunas, que finalmente ganarían los `albicelestes`.

Es que ante el silbido generalizado que los brasileños y europeos, unidos en el aliento, los simpatizantes del equipo de Lionel Messi y compañía comenzaron a entonar más y más fuerte la canción de moda hasta que desde los cuatro costados lograron tapar el abucheo.

Enseguida, con "el que no salta es un inglés" y más aún con el "tomala vos, damela a mí, el que no salta es de Brasil", el estadio tembló y los hinchas `albicelestes` celebraron su gesta en las tribunas con un "Ar-gen-ti-na, Ar-gen-ti-na" bien fuerte.

El partido no ofreció muchas emociones durante la primera etapa y solo fueron tibios cánticos del lado de los nacionales y griterío y emoción del otro, léase de los miles y miles de brasileños, y los apenas centenares de suizos desperdigados en puñados, con alguna jugada de peligro o una acción destacada de los futbolistas.

Después, en el segundo período, con la falta de respuestas del equipo argentino y la pobre propuesta ofensiva de los de rojo, el nerviosismo descendió sobre las gradas y prácticamente nadie se preocupó por cantar o alentar, sino más bien hacer fuerza desde sus lugares para que concrete un delantero o despeje un defensor.

Aprovecharon los brasileños para gritar el "Pen-ta-cam-peo", pero los argentinos miraron de reojo y chiflaron mientras seguían las circunstancias del partido, hasta que finalmente el silencio se apoderó del estadio y solo perdió por momentos la compulsa con los gritos de emoción ante alguna jugada de peligro.

Empero, cuando el fantasma por los penales comenzaba a asustar a los corazones de los `albicelestes` y a guiñarle un ojo a los suizos, y brasileños, con la chance de eliminación de uno de los favoritos al título, apareció el desahogo para las 30.000 almas que aún tenían expectativas de celebrar antes del pitazo final.

El astro, crack, genio y figura de Messi arrancó con el balón dominado y la abrió para Angel Di María, quien definió con enorme precisión para salir corriendo a abrazarse prácticamente con la tribuna, en una montonera a la que se sumaron sus compañeros y hasta gran parte de los suplentes que cruzaron el campo de juego.

Después, hubo unos cinco minutos de silencio y sufrimiento, pero el árbitro sueco Jonas Eriksson marcó el círculo central y la euforia se desató en los cuatro costados para delirar con el "soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar", revoleando por sobre sus cabezas cualquier cosa que tuvieran a mano.

Fue el partido más difícil para Argentina dentro de la cancha y también en las tribunas este de San Pablo, pero en ambos casos los `albicelestes` resultaron a la postre ganadores.

En el césped con una combinación Messi-Di María y en las gradas con los hinchas que gritaron a más no poder y sobresalieron en volumen con el aliento, pese a la contra que tuvieron sobre todo de los brasileños. Claro, el festejo eterno luego del final fue un merecido premio.

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