EL POPULAR en Brasil
La verde amarela sufrió hasta los penales para eliminar a Chile (3-2) y meterse en los cuartos de final, en un juego memorable, que empataron 1-1 al cabo del suplementario.
BELO HORIZONTE / Daniel Lovano, enviado especial de EL POPULAR Medios
El drama y la gloria coqueteó con ambos a lo largo de tres horas dramáticas, de un partido imborrable, que apenas terminado ya se aseguró relatos épicos paras las futuras generaciones cuando recuerden a esta milagrosa clasificación brasileña en el estadio "Mineirao" y la nueva zancadilla que el destino futbolero le cruzó a los chilenos.
Se hablará del remate de Pinilla en el ángulo cuando corría el último minuto del suplementario tanto como el tiro en el palo de Robby Rensenbrink en la cancha de River, hace ya tiempo, y se verá si Julio César puede ser elevado a los altares brasileños como el Vasco Goycochea en Italia 1990, del mismo modo que el juicio final para este pobre equipo brasileño sólo lo atenuará si logra levantar la Copa el 13 de julio en el Maracaná.
Chile, pese a ese llanto que conmovía, tanto en las tribunas como en el centro de prensa; al dolor en los rostros y las almas de esa enorme minoría, después de esta chance irrepetible que dejó pasar su generación dorada, tendrá un reconocimiento acorde con su producción y con una historia siempre flaca en logros.
Porque la tarde del Mineirao, más allá del desenlace, fue un hito inédito en los Mundiales, superior a aquel tercer puesto en su casa, en 1962.
Se plantó en Belo Horizonte con su juego audaz y prolijo, de pelota contra el piso; con los defensores lejos de Bravo, las alas bien abiertas, e hizo sentir incómodo a Brasil, tanto cuando lo atacó como cuando retrocedió en el terreno. Más llevado por el grito de la gente, por algún arrebato emocional de Hulk, que por este precario Brasil sin funcionamiento, sin variantes ofensivas, que ofende a su pasado con los zapatazos largos de Julio César o lo ollazos para el grandote Jo.
Paradójico mensaje deja esta partido, también en los goles. Un entrenador presume del trabajo, del orden, del overol por encima del fútbol arte que siempre distinguió a los jugadores de estas tierras, y se abrió el marcador con un gol de contra de Jara, y le empataron después de que Marcelo y Hulk le regalaran un saque lateral a Vargas.
Excepcional Medel manejando la defensa, impecable Marcelo Díaz como eje de la mitad de la cancha, sin prejuicios para soltar a sus laterales (Isla, sobre todo, y Mena), con el desparpajo de Alexis Sánchez. Pero claro, Chile nunca fue de los equipos que trasladaran sus buenas maneras al arco de enfrente.
El partido le dio momentos para ganarlo, al final de primer tiempo, cuando entre Thiago Silva y Marcelo llegaron con lo justo para trabar a Aránguiz; el derechazo de Aránguiz que Julio César tapó como pudo y con lo que pudo en el inicio del segundo, y en el final del tiempo regular dos: primero nadie se animó a patear en el punto del penal y después a ninguno se le ocurrió desconfiar de los defensores brasileños en el corner previo al suplementario.
Para el Brasil espasmódico, que juega contra natura, el desaparecido Neymar levantó a la gente con un cabezazo, Dany Alves lo hizo con un disparo desde lejos que manoteó Bravo y se celebró el gol anulado a Hulk por mano.
Logró dividir el manejo de la pelota con la decisión de Felipao, que dejó a tres en el fondo (Thiago Silva, Silvio Luiz, y el retroceso de Luis Gustavo), armó una línea de cuatro volantes cuando metió a Ramírez y William, con Alves y Marcelo 30 metros más adelante, Neymar de enganche, Hulk y Jo arriba.
Pero ni así Brasil se acercó a sí mismo. Empujones que no lograban ilusionar a la marea amarilla en las tribunas, aunque a Chile le pesaran las piernas. El silencio que cada minuto se hacía más estruendoso; tan impresionante, que hasta permitía escuchar cada impacto del botín con la pelota.
Pinilla tuvo en su botín derecho la posibilidad de enmudecer a una nación, de dejar su nombre grabado de otra forma en la historia de los mundiales, pero el travesaño se interpuso.
Después, la crueldad de este juego, marcó el principio del fin de las ilusiones chilenas en el inicio de la tanda de penales; el veterano Julio César (que volvió a ponerse la camiseta brasileña desde su retiro dorado en Canadá) puso sus manos para ser elevado a la categoría de héroe nacional en este país.
Hasta el próximo partido. Porque esta vez alcanzó, más adelante quién sabe...