EL POPULAR en Brasil
El Diario de Viaje del equipo de EL POPULAR Medios en Brasil llegó al día 19.
Brasil, día 19. Uno no se acostumbra aquí, aunque estemos cerca de cumplir las tres semanas, a que si Douglas Maiki dice algo, sus juicios son inexorables. Hay que hacerle caso, se trate del tema que se trate.
Un día, sentados frente al televisor, vimos a Junior (aquel extraordinario lateral izquierdo brasileño del Mundial de 1982) comentando para la televisión brasileña; para ser precisos para la poderosa TV O Globo, emergente del multimedios más importante de Brasil y uno de los mayores del mundo.
"Olvidate de hacerle una nota; Junior no quiere nada a los argentinos. Así que si lo tienen cerca, ni vayan", nos recomendó nuestro lazarillo en Belo Horizonte desde aquel primer día que fuimos a la Pampulha y no encontrábamos la forma de volver al departamento.
Entramos al hermoso centro de prensa del Beira Río, ¿y quién estaba allí, acompañado por el relator de la cadena y dos productores? Leovegildo Lins da Gama (Junior), impecablemente trajeado, bajito, calvo y con su eterno bigote.
Enrique Cruz, uno de los miembros de la familia en la casa de Rua Cruzeiro de Fortaleza 75, del barrio Candelaria de Belo Horizonte, sintió la atracción irresistible por charlar de esta Copa con el extraordinario "3" (aunque acá juegan con la "6") de los años 70 y 80.
Enrique volvió muy rápido. A unos diez metros (al lado del mostrador donde se entregan los tickets de prensa) estaba yo, y por las dudas, por si era como había aconsejado DM, se me prendió la lamparita: tras ganar todo con Flamengo, Junior había brillado en Italia con la camiseta del Torino y el Pescara.
Advertí su retirada, me acerqué y le pregunté: "¿Signore Junior, possiamo fare un''intervista?" (¿podemos hacer una entrevista?). "¿Di dove sei?" (¿de dónde eres?) me repreguntó y ahí no me quedó otra que decirle una mentirita piadosa: "Uruguaiano, figlio di siciliani" (uruguayo, hijo de siciliani).
"Con piacere" (con mucho gusto), me dijo. Listo, camino allanado gracias a prestar atención mientras tomábamos mate en la cocina de la casa de los nonos.