Grupo F
Suena raro decir que apenas unos "pocos" argentinos tuvieron el privilegio de ver in situ el último partido de su seleccionado, cuando hubo más de 30.000 en un estadio con capacidad para 43.000, pero es la realidad.
Prácticamente todo el Beira-Rio de Porto Alegre se vistió de `celeste y blanco`, con un aliento constante y por momentos ensordecedor. Sin embargo, los que pudieron gritar el himno, alentar a Lionel Messi y compañía y gritar los goles, fueron menos de la tercera parte de los que acudieron a la ciudad.
Es que más de 100.000 argentinos desembarcaron en la capital del Estado de Río Grande del Sur, pero lógicamente muchos se quedaron afuera y tuvieron que buscar otras opciones, léase Fan Fest, restaurantes, bares, para seguir las alternativas del cotejo.
Los que sí pudieron ingresar, los que sí tuvieron el privilegio, los que sí consiguieron ese tan preciado `ticket` ya sea de manera oficial o en la reventa, vivieron la fiesta a más no poder: cantaron, aplaudieron, gritaron, saltaron y se emocionaron.
En la presentación de las formaciones en pantalla gigante ovacionaron a los `cuatro fantásticos` (Messi, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín y Angel Di María), pero en especial al `10` y capitán, que se robó como siempre los máximos elogios.
Y después en el momento del himno, mejor dicho en la introducción del tema patrio, otra vez deliraron cantando al compás de las notas musicales y acompañando con saltos que hicieron temblar al escenario `gaúcho`, con algunos hinchas, obviamente, también con lágrimas en sus ojos.
Las emociones llegaron rápido, enseguida Messi abrió el marcador para la locura de los presentes, pero casi no hubo tiempo para festejos porque en la contra Nigeria encendió la alarma y enmudeció a todos apagando la algarabía.
No contagió el juego de la selección a las tribunas, que apenas gozaron con el hit "Brasil, decime qué se siente" e incluso trataron de animarse con el "si no gritamos todos parecemos brasileros" y también de motivar a los jugadores con "esta tarde tenemos que ganar". Hasta que el capitán rompió la modorra.
Con esa calidad exquisita, el `10` clavó al ángulo un tiro libre para devolverle la alegría a la gente, que lo alabó con los brazos arriba y abajo y rápidamente se ilusionó con "que de la mano, de Lionel Messi, todos la vuelta" van a dar en este Mundial.
Hamburguesas, panchos y `salgados` eligió la mayoría para el entretiempo, y en lo que no hubo dudas fue en comprar el vaso de la gaseosa oficial con el nombre del partido `Argentina-Nigeria` para llevarse a modo de souvenir. Asimismo, varios optaron por cerveza.
Empero, no tuvieron mucho tiempo los simpatizantes para reacomodarse en sus butacas, porque a diferencia de la etapa inicial, primero golpearon rápido los africanos y enseguida volvió a adelantarse la `albiceleste` con gol de Marcos Rojo para llevar tranquilidad y desatar la algarabía.
Y después fue todo alegría y fiesta. Hubo algunos cánticos de los centenares de nigerianos y hasta de los hinchas de Inter de Porto Alegre presentes, pero fueron abucheados por los `albicelestes` que vivieron un día de gloria que jamás olvidarán.
Obviamente, vitorearon como pocas veces en un Mundial a Messi cuando fue sustituido en el complemento y luego hicieron emocionar a todos los presentes con el "soy argentino, es un sentimiento", que no querían parar de cantar, revoleando camisetas, banderas o lo que sea sobre sus cabezas.
Se jactaron con el "ole, ole" ante la continuidad de pases, se asustaron un poco sobre el final con la presión nigeriana, pero con el pitazo del árbitro desataron los festejos y despidieron al equipo con infinidad de aplausos antes de cerrar con el `himno argentino del Mundial 2014`.
Sí, porque, el "Brasil, decime qué se siente", rugió desde los dos anillos perímetrales del escenario, poblados por los más de 30.000 argentinos que tuvieron la dicha de poder vivir desde adentro no solo un triunfo más de la selección sino al mejor Messi de todos los mundiales que lleva disputados.
Fueron unos "pocos", es cierto, los que accedieron a las gradas si se compara con los más de 70.000 que quedaron afuera, pero sin dudas la fiesta, tras el partido, se trasladará a las calles de Porto Alegre, una ciudad que recibió con los brazos abiertos a los argentinos y que ahora también se dispone a celebrar sin un horario límite.