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Diario de viaje

El diario de viaje elaborado por el equipo de EL POPULAR Medios, presente en Brasil, ya llegó a su 11º día.

BELO HORIZONTE / Daniel Lovano, enviado especial de EL POPULAR Medios

Diario de viaje, día 11. Cuando Douglas Maiki llegó hasta la puerta de nuestra casa, en Rúa Cruzeiro da Fortaleza 45 del Barrio Candelaria de Belo Horizonte, para despedirnos antes de viajar hacia Río para ver el debut de la Argentina, nos dejó un mensaje enigmático: "Qué lástima que van a salir de noche, porque se van a perder un paisaje increíble".

Maiki, que ya está al tanto de vida y obra de los cinco argentinos que compartimos la casa, sabía que la llegada a Brasil también había sido de noche y el trayecto hasta nuestro hogar transitorio en la madrugada.

A todo eso que parecía misterioso, a esas curvas tomadas a oscuras, a los saltos sobre la ruta se les corrió el velo en el viaje de vuelta de Río de Janeiro a la capital de Minas Gerais. El lunes, después de sortear en la salida un trayecto con favelas, ríos inmundos, el aeropuerto "El Galeao" a un lado, y postables suburbanas, el cansancio acumulado pudo más y el sueño ganó su primera batalla.

Pero enseguida los ojos volvieron a abrirse; en mi caso, porque Darío y el resto tienen la suerte de no alterarse tanto ante el menor bamboleo de un micro.

"Darío, despertate, mirá lo que es eso" le dije. Con sus ojos aún achinados, el tipo giró su cabeza para la izquierda, manoteó la camarita GoPro, y quedó impactado. Sierras selváticas, la pared verde a la izqueirda, el precipicio salvaje a la derecha; al rato igual, pero diferente, el abismo a la izquierda, la muralla de roca a la derecha.

Enrique Cruz, jefe de deportes de El Litoral de Santa Fe, fue el último en advertir tanta belleza, pero también tanto peligro inminente, y con una mago al volante que no reparó nunca en los intimidantes accidentes geográficos a la hora de sobrepasar camiones, colectivos o autos. "¿Este camino lo hicimos de noche y con neblina?" preguntó azorado.

A esa altura de la tarde quedaban pocos minutos de luz; no más de media hora. Cuando ya se iba, apareció Petrópolis, una ciudad encantadora, dibujada con la tradicional arquitectura alemana. Después, la luna aún en crecimiento apenas si permitió descubrir el contorno de las sierras en medio de una noche clara.

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