Rumbo a Brasil 2014 Italia 90, además de tener el himno más hermoso en la historia de los mundiales, fue un campeonato pobre, con una selección argentina precaria, que llegó a la final por las manos de Goycochea y una genialidad de Maradona.
Nacido en Lima el "Día de la Lealtad" cuando sólo se lo podía celebrar en la clandestinidad (en 1963) , Sergio Goyecochea quedó como segundo arquero en la lista para la Copa del Mundo de 1990 sólo porque Luis Islas se negó a ir como suplente de Nery Pumpido, papel que le había asignado Carlos Bilardo en México 86.
Sus expectativas no pasaban mucho más allá de integrar el banco de suplentes y acompañar desde allí el sueño de defender la Copa ganada cuatro años antes en el Estadio Azteca. Detrás del hombre que también lo había recluido en la suplencia también en el River del Bambino Veira que ganó todos a mediados de la década anterior.
Ni siquiera llegó a Italia como actor de reparto, por las particularidades de su puesto, y también porque aparecía en la convocatoria casi desde un retiro en Millonarios, del secundario fútbol colombiano, pero...
El papelón mayúsculo de la Argentina en su debut, la derrota con Camerún (aún jugando muchos minutos con dos jugadores más), impulsó a Carlos Bilardo hacia un cambio rotundo en el equipo para el segundo partido. El arquero no, aunque Pumpido, con un grosero error, había sido el responsable directo de la derrota en el San Siro.
Frente a la Unión Soviética (en su última competencia internacional) no quedaba más alternativa que ganar. Ese 13 de junio, en el San Paolo, cambió para siempre la vida de Sergio Goycochea.
Un durísimo choque entre Pumpido y Olarticoechea y Pumpido sacó al arquero de la Copa con fractura expuesta de tibia y peroné. Bilardo miró para el banco con más nerviosismo que el habitual y no necesitó de ninguna orden para hacer calentar al arquero subrogante.
Varios minutos después, Sergio Goycochea debutaba en una Copa del Mundo para recibir un córner en medio de una defensa que no ofrecía a esa altura ninguna garantía. Y la jugada terminó con la segunda mano más famosa de Maradona en un Mundial, esta vez debajo de su propio travesaño.
La Argentina, con goles de Troglio de cabeza y Burruchaga ganó 2-0 y enderezó al menos en los números una camino que había iniciado muy torcido. Después empató con mucha más pena que gloria frente a Rumania y se metió en octavos de final sólo como uno de los mejores terceros.
Allí esperaba Brasil, en el ya desaparecido "Delle Alpi" de Turín y al "Vasco" le quedó el rol de espectador de lujo del fenomenal peloteo de los brasileños. Debió ser derrota escandalosa, fue victoria 1-0 tras la única aparición a su altura de un maltrecho Maradona en Italia 90, y de Caniggia registrado entre los más celebrados y recordados en la historia del fútbol argentino.
En el partido siguiente nació el mito: la Argentina empató 0-0 al cabo de los 120'' con Yugoslavia (otra nación que se despidió como tal en un campeonato FIFA) y las manos de Goycochea debieron aparecer para enmendar los errores de Maradona y Troglio desde los doce pasos.
El siguiente turno, otra vez el San Paolo, donde Maradona era poco menos que el dios pagano de los napolitanos. Pero enfrente estaba Italia, y la paradoja de hinchas que no sabían si hacer fuerza por su nación o apoyar el mayor ídolo que haya vestido la camiseta celeste del Napoli.
En su inveterada disputa con los medios, lo fueron a buscar y Diego ofreció una de sus habituales genialidades dialécticas: "Hoy la prensa italiano pide apoyo a los italianos del Sur para este partidos, y durante toda la historia los han llamado terroni (algo así como africanos)".
La guerra estaba declarada y Maradona iba a pagar un precio muy alto, tanto en la Copa como en lo poco que le quedaba dentro del calcio. Pese a mostrar su mejor versión, la Argentina empató 1-1 (otro golazo de Caniggia) y debió ir a los penales. Otra vez el Vasco ("Heroicochea" para el genial Victor Hugo Morales), sus manos oportunas se quedaron con los disparos de Donadoni y Dossena, y provocaron un fenómeno sólo superado en la historia de los mundiales por el Maracanazo uruguayo de 1950.
La Argentina, tal vez, el peor finalista en la historia de la Copa del Mundo, y aún así, con ausencias importantes en la final con Alemania (Olarticoechea, Batista, Giusti y, sobre todo, Caniggia) sólo fue doblegada por un penal que aún hoy se discute de Sensini a Voller, tanto como otro no sancionado a Calderón unos pocos minutos antes en el área de enfrente.
Según Pepe Basualdo, protagonista de aquella final, años después en ocasión de una semifinal de Copa Libertadores, el árbitro Sergio Codesal (nieto de argentinos, uruguayo, nacionalizado mexicano) admitiría que "el penal de Sensini no fue y que lamentablemente tenía que ganar uno de Europa. Nos reconoció que hubo presión. Pero nos lo dijo sólo a nosotros, así que no sirve más que para confirmar que teníamos razón".
En la Copa del Mundo más pobre de la que se tenga memoria, la Argentina llegó a la final sólo por las manos de un héroe atajapenales y una aislada aparición de su genio. Desde entonces, nunca volvió a jugar el último partido, aún con mejores equipos y mejores individualidades.
Quizás el fútbol le esté pasando una factura demasiado cara por tanto maltrato a la pelota, desde el primer partido en el San Siro de Milán y hasta el último en el Estadio Olímpico de Roma.