Bernardo Palacios
Tenía todo listo para mudarse a Miami a trabajar en una academia , pero la cabeza la hizo un click y decidió volver a Olavarría, e invertir en un club de tenis después de una vida errante, que contó con lujo de detalles. Incluso, la vez que le ganaba 4-1 a Del Potro, se acalambró y terminó perdiendo.
Daniel Lovano / el popular.com.ar
Foto: Gentileza olatenis
Bernardo Palacio tenía el boleto de avión en mano, el permiso de trabajo en su bolsillo, la mirada sobre el teléfono para llamar un remis. Ezeiza lo esperaba en el destino más inmediato, y la Florida como destino final, adonde lo habían convocado para trabajar en una academia de tenis en Miami.
Pero algún mecanismo mental le hizo un clic, pensó que a sus 25 años había viajado lo suficiente y se quedó en el país, sin saber ni sospechar por dónde podía derivar su destino en el tenis; la razón de ser de su vida, en definitiva.
"Yo me estaba por ir a trabajar a Miami; ya tenía pasaje en mano, la visa de trabajo, todo, con uno de los profes que estaba conmigo en Costa Rica, Matías Polosky. Cuando él se fue como entrenador de la rusa Nadia Petrova, quedé en su lugar como director de la academia. Me llamó para ser sparring de la rusa cuando era top ten, y al terminar la pretemporada me dijo ''¿no querés venir a trabajar conmigo a Miami?'', y arreglamos todo. Pero un día antes de ir se me bloqueó la cabeza; venía viajando desde los 17 años, le avisé que no me iba, a pesar de que iba a tener un muy buen ingreso, y hacer lo que a mí me gusta, que es viajar por todo el mundo con los chicos" recordó.
Entonces invirtió su futuro en el campo de deportes La Pedrera. "Estaba acá, pensando qué hacer, porque no tenía nada. Hablé con mi tío que vive en Salta, nada que ver con el tenis, se me ocurrió la idea de tener una academia propia. Proyectamos con un arquitecto más o menos lo que queríamos, le interesó y empezamos con las cuatro canchas, el vestuario, un salón de fiestas".
"Apuntamos al alto rendimiento, y en los momentos libres le hacemos un lugar a los socios, a los que juegan por recreación. Es más, los deportes que iremos agregando serán prioridad los chicos y el alto rendimiento, cuando en Olavarría era exactamente al revés" sostuvo.
Pero ya habrá tiempo para hablar del presente, en esta nota o en otra... A los 17 años obtuvo una media beca en River, donde permaneció dos años, donde lo costoso le obligó a cambiar rumbo. Pasó a jugar para la Sociedad Alemana de Los Polvorines, y por un contacto del presidente del club empezó su vida errante.
"Nos consiguió un contacto en Alemania para hacer un intercambio. Arrancamos, arreglé con un club de Dortmund, que estaba a cinco cuadras de la cancha del Borussia. Me fui a los 18, jugué ahí, pero me alcanzaba sólo para pagar los gastos. Estuve cinco años jugando interclubes los domingos, y viajando durante la semana por Francia y Suiza a jugar torneos por plata" acotó.
Ese lustro lo llevó por primera vez a Costa Rica; un conflicto con los dirigentes lo derivó a Nicaragua. "Estuve dos meses y no aguanté más; muy inseguro, muy peligroso, entonces me volví a Costa Rica. Es muy lindo para vacacionar, las playas son soñadas, pero es casi una colonia de Estados Unidos, está todo privatizado, se llevan todo, y la gente vive muy resentida con eso" precisó.
De Europa regresó con conocimientos de alemán, francés y un inglés fluido. "Vivía en Dortumnd y en Hamm en Alemania, y un año estuve en Amiens, que queda a 200 kilómetros de Paris. Francia es más duro todavía que Alemania, pero me lo banqué porque mi sueño era vivir del tenis"
El costo no fue barato en ningún sentido: "En Alemania jugaba por plata, pero era muy duro, porque para ganar un mango allá y ahorrarlo teníamos que dormir arriba del tren, comer pan. Entonces viajábamos de noche para ahorrarnos el hotel, dormíamos en las terminales donde caíamos, andábamos todos juntos; ahí me hacía unos mangos, que los invertía para jugar torneos profesionales".
"Llegué a tener 3 ó 4 puntos ATP, pero jugaba con mucha presión, porque sabía que eso que tanto me había costado ahorrar lo podía perder en una primera ronda. Aguanté un año, dejé todo y me puse a jugar por plata para ahorrar. Es la espina que hoy tengo, de no saber hasta dónde podría haber llegado en el profesionalismo" lamentó.
"Recién ahora estoy cayendo de todo lo que hice. Andar con la raqueta por los aeropuertos; una vez estuve un día y medio solo en el Aeropuerto de Frankfurt, con 17 años; hoy me acuerdo cada una de las caras de los turistas que me miraban con lástima. Fue duro, la familia lejos, y en otro tiempo, porque Internet era muy limitado, no existía Blackberry, Skype, Whats App, el teléfono era carísimo, no todos tenían notebook. Me acuerdo de ir arriba del tren con la balijita de la máquina para encordar raquetas, y que me pare la policía a cara rato, que nos pongan contra la pared, porque en Europa estaban todos muy sensibilizados por los atentados en las estaciones" rescató de esa memoria que casi no deja detalle suelto en la conversación.
"Andaba con sólo una raqueta por Europa, pero Del Potro también. Me acuerdo que me fui a jugar un Future a Estrasburgo, creo, con Juan Martín; pasé la qualy, me tocó él en primera ronda, le ganaba 4-1; me acalambré, y me ganó 6-4, 6-0. Después le presté la raqueta porque no tenía más; hizo final, metió dos títulos y se fue. Pero andaba en la misma que nosotros; era durísimo" comparó.
El mano a mano lo devolvió al presente: "Armamos una academia con el profesor Enzo Jarrié, y nos está yendo muy bien, y les inculcamos a los chicos que no siempre fue así. Acá tienen 4 canchas a su disposición, me tienen a mí, está Enzo, tienen psicóloga deportiva, un nutricionista, estudios permanentes. Trato de darles todo lo que no tuve".
"No somos Independiente de Tandil por lo padres, porque se creen que si llevan a los chicos allá los tocan con la varita y salen jugando. Nosotros hoy en día no tenemos nada que envidiarle a Independiente; hacemos trabajos personalizados, profesionales, en cambio en Independiente se ha hecho muy comercial. La diferencia es que en Tandil la palabra del Negro Gómez es santa; acá uno le dice algo a un chico y algunos padres nos miran medio de costado. Nos ha pasado con algunos chicos que cuando lo estamos formando bien, se empiezan a ver los resultados, el papá agarra y se lo lleva a Independiente" reflexionó.
Entre el proyecto que interviene en la mayor parte de sus días, aún subsiste el espíritu competitivo. "Todavía tengo el espíritu de jugador, aunque no estoy entrenando nada. Jugué los torneos 3.000 y me fue muy bien: gané tres, perdí tres finales; en una Copa Ciudad perdí con Franco Scaravilli, en la otra me ganó la final Delbonis y la próxima, el 22, también la voy a jugar" prometió.
Más allá de este recreo que le da "La Pedrera", tiene claro que sus desafío pasan por otro lado: "Sueño con sacar algún chico. Les tengo muchísima fe, tenemos muchas promesas, pudimos armar el grupo de alto rendimiento, que nunca se hizo en Olavarría, pero es muy difícil porque aún debemos luchar con los papás".