LAMADRID

"Trabajando con la moto hago lo que me gusta y me ayuda a tratar con la gente"

Entrevista a Diego Rodríguez El famoso "motomandados" de La Madrid contó cómo es su trabajo hace más de 20 años. La relación con los clientes. Sus pasiones: las dos ruedas y Bomberos.

Apenas se puede circular, Diego Rodríguez, el "motomandados" de La Madrid, empieza su trabajo que sólo terminará una vez que caiga el sol. Hace más de 20 años que se dedica a este oficio y gracias a él se ha ganado un respeto en la ciudad. Siempre con una sonrisa, asegura: "Hago lo que me gusta: ando en moto y puedo tratar con mucha gente".

Desde muy chico empezó a trabajar para ayudar en su casa. "Me quedé sin trabajo en una farmacia y se me ocurrió empezar a hacer los mandados. En ese entonces no había celulares y usaba un teléfono fijo", recuerda, y admite que "nunca pensé que iba a trabajar tanto".

El inicio no fue fácil; su primera clienta fue Norma Zurita, "que me dio unas tarjetitas para repartir", repasa. "Tenía muy pocos mandados, así que también hacía changas en el matadero, como peón de albañil, cortaba pasto, cuidaba vacas en la calle...", rememora.

Su primera moto fue una Garelli. "Era roja, me la regaló mi viejo; vendió un auto para comprármela", cuenta. "Se rompía, así que tenía que hacer los mandados caminando, corriendo o en bici... El telefonista era mi papá, que me ayudó muchísimo. Después compré un handy y él me llamaba... así fue el comienzo, renegando pero estando en lo que me gusta, que es la moto", suma más tarde.

"Tengo un millón de anécdotas...", menciona, pero elige dos. "Una mujer me mandó a llevar una jaula y no sabía qué había dentro, era un gato; salí con la moto a todo lo que daba y el gato gritaba, yo no me daba cuenta qué era y después me di cuenta de que me había meado todo... Otra vez iba con una porción de ravioles a la quinta de Pacín y encaré el guardaganado como venía... terminé volando yo y el pedido, los junté y los entregué igual".

"Al principio estaba solo, después con Graciela, y llegaron los chicos... hoy Francisco me ayuda", apunta Diego Rodríguez.

Motomandados y psicólogo

"La gente me dio todo. Si sobrevivo es por ellos", sostiene Diego. Estoy totalmente agradecido porque me ayudó muchísimo", repite.

"Javier Tosto y la mujer me regalaban cajas con comida y ropa porque no teníamos nada. María del Carmen Volpe también. Cuando nacieron los nenes, desde la Agrupación Atlética juntaron pañales para regalarme. Estoy muy agradecido a la gente, todos me dieron una mano", insiste.

"Hacer los mandados a mí me ayudó a tratar con la gente. Soy entrador y esto me ayudó muchísimo. Hoy siempre ando apurado, pero cuando puedo charlo con la gente y hago un poco de psicólogo", indica.

"Es hermoso andar en moto. Es libertad, yo prefiero esto antes que un auto, porque cuando saliendo a la ruta podés sentir el aire, los olores...", resume.

La sirena, su otra pasión

Diego Rodríguez entró al Cuartel de Bomberos Voluntarios en 1998 convocado por el entonces jefe Mario Simón.

"Al principio, cuando sonaba la sirena, tenía mucha adrenalina y hoy también. Antes podía dejar de hacer los mandados para ir a los incendios, pero ahora tengo más responsabilidad. En estos años me gané la confianza de la gente y se me hace muy difícil, porque muchos mandados son en lugares que no podés dejar de hacer los trámites porque son impostergables", contesta sobre cómo es la combinación de ambos mundos.

Era enero de 2012 y en La Madrid los incendios de campo eran constantes. Uno de esos día hacía mucho calor y los servidores tuvieron más de una docenas de salidas. Entrando a un campo, uno de los autobombas tocó un cable de alta tensión; Diego Rodríguez sufrió la descarga y sufrió importantes quemaduras, pero por suerte se recuperó. "Tuve suerte, ese día volví a vivir", sintetiza sobre aquel accidente.

"Es lo que me tocó, no sé si lo elegí. El Cuartel de Bomberos es mi segunda casa, es otra familia para mí", sintetiza sobre su sentir.

Trabajar en tiempos de pandemia

La Madrid transita un nuevo día de cuarentena. Diego Rodríguez pasa con su moto. El cajón con la leyenda "Motomandados Diego - 20 años" y el bolso en una mano no lo dejan moverse con agilidad, pero igualmente saluda. Siempre sonríe. Una broma, un comentario y de vez en cuando un cuento "que es verdad", dice y frunce el ceño.

"Con la pandemia se incrementó un poco el trabajo, sobre todo con los abuelos y la farmacia", menciona sobre cómo transcurre su labor en la actualidad y en el contexto de la pandemia. "La gente parece que hace caso, que han tomado conciencia y se cuidan. Cada vez que hago un mandado me hablan del tema. Ojalá que esto pase y podamos salir mejor que antes. Los más grandes no aguantan, pero hay que ser conscientes porque es por el bien de todos", remarca.

Hace unos pocos días falleció el papá de Diego y se emociona cuando habla de él. "Lo que soy se lo debo a mis viejos, que me criaron; mi viejo me dejó una enseñanza y me dio mucho en la vida, eso se lo tengo que transmitir a mis hijos", indica.

"Nunca me imaginé que iba a estar más de 20 años haciendo mandados. Siempre ando de buen humor y haciendo chistes y cuentos, es lo que te mantiene vivo. La calle me dio un montón de amigos y puedo vivir de esto. Trabajando con la moto hago lo que me gusta y me ayuda a tratar con la gente", termina Diego Rodríguez.

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