LAMADRID

"Papá fue quien parió el sueño que hoy recibe mi aliento"

Entrevista a Matías Moreno, hijo del emblemático "Negro" Moreno y nuevo subsecretario de Derechos Humanos de la provincia Esta semana asumirá como subsecretario de Derechos Humanos de la provincia. Matías Moreno es olavarriense e hijo de Carlos Alberto "el Negro" Moreno secuestrado el 29 de abril de 1977 en Dorrego y Lamadrid y asesinado unos días después en Tandil. Era abogado laboralista de los obreros de Loma Negra. El nuevo funcionario habla del desafío de romper con la violencia institucional en el encierro y en los territorios.

Claudia Rafael

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Arroja números precisos. Habla del crecimiento exponencial de la tasa de encarcelamiento en los últimos "cuatro o cinco años", del aumento de las violaciones a los derechos humanos tanto "en el encierro como en el territorio" y de cómo –a contramano- no incidió mínimamente en una mejora en la seguridad de la población. Matías Facundo Moreno tiene 44 años, es olavarriense, hijo del emblemático abogado de los obreros cementeros desaparecido y asesinado en 1977 y fue nombrado subsecretario de derechos humanos bonaerense por peso propio. Porque –en sus propias palabras- "esta búsqueda de justicia me puso en un camino que después elegí personalmente".

La confirmación de su nombramiento tiene elementos casi surrealistas. Matías estaba en la Plaza de Mayo durante los festejos del martes 10 de diciembre. Con el look propio de un militante político en un día de intenso calor de pre-verano: remera, bermudas, zapatillas. Y mucha, mucha transpiración. Horacio Pietragalla, el nieto recuperado número 75 (en 2003), y actual secretario de Derechos Humanos de Nación, le dijo "el Gobernador quiere hablar con vos". Dejó la plaza y los cánticos por un rato y caminó hasta la Casa Rosada donde Axel Kicillof le confirmó su nombramiento. En presencia de Cristina Fernández de Kirchner. Luego, de regreso a la calle y a los festejos y abrazos.

Matías Moreno habló con EL POPULAR de su historia y de sus desafíos. Ante la pregunta sobre la cuestionada figura del ministro de Seguridad, Sergio Berni, se excusó de opinar y planteó que es un gobierno que recién empieza a caminar.

Cuando esta entrevista transcurría, el viernes por la tarde, Matías Facundo Moreno había entrado por primera vez al edificio que cobijará su gestión.

-¿Cómo fue el momento de entrar?

-Fue de mucha emoción. Entré con tres compañeros, de HIJOS y de militancia, con los que habíamos compartido la gestión anterior (cuando fue director de Políticas reparatorias). La mayor emoción fue por la recepción de las trabajadoras de cafetería y limpieza, que estaban muy contentas. Y eso es un termómetro que me deja muy conforme.

-¿Cuáles son las competencias de la subsecretaría?

-En Promoción vamos a trabajar fuerte en la formación. Vamos a crear una escuela provincial de derechos humanos que lleve la formación de manera transversal y que sirva para la capacitación de los agentes del Estado, de las fuerzas de seguridad. Desde el área de Protección, vamos a hacer un trabajo muy fuerte en relación a los casos de la problemática de violencia institucional. Hay una compleja situación en relación a las personas privadas de libertad. Estos cinco años aumentó un 50 por ciento la tasa de encarcelamiento en la provincia. En 2013 la situación no era buena, la tasa era más cercana a 200 y hoy es de 400 cada 100.000 habitantes. Ningún estado puede absorber ese aumento en tan corto tiempo. Sobre todo con los establecimientos carcelarios. Y lo que pasó en la gestión anterior es que la solución al encarcelamiento masivo fue la de reabrir los calabozos en las comisarías cuando la mayoría estaban clausurados por órdenes judiciales que no se respetaron. Y así tuvimos las masacres de Esteban Echeverría, de Pergamino, entre otras. Vamos a poner énfasis en un trabajo coordinado junto a organismos de derechos humanos y sectores de la sociedad civil para encontrar una salida urgente a esta situación tan grave. Pero también en el área de protección, trabajar en los casos de violación de derechos humanos en los sectores más postergados.

-La policía bonaerense, la más grande de todo el país, sigue siendo indomable. ¿Cómo se rompe con un esquema mafioso histórico?

-Con la decisión de abordar el tema con la complejidad que tiene. Me parece que esta solución va a surgir a partir de espacios de interrelación con todos los sectores de la sociedad civil implicados en la temática y una decisión del estado de poder plantear una política criminal que sea un cambio de paradigma. Hay otro tema que me preocupa mucho y es que la contención a familiares de víctimas de violencia estatal, en estos cuatro años, fue articulada mayoritariamente por organizaciones de la sociedad civil. Creo que la violencia institucional siempre existió desde la conformación de los estados-Nación. La gran diferencia es qué actitud tiene el estado ante esa violencia. La idea no puede ser la de encarcelar cada vez más, procesar cada vez más, llenar las comisarías de personas privadas de su libertad, sacando incluso a la policía de sus funciones naturales. El diagnóstico es claro. Los números son claros. Hay, además, un poder judicial que encarcela sistemáticamente y esta idea de empezar a trabajar para modificar esto va a implicar el compromiso de todos. Desde la subsecretaría la función claramente es estar encima de todas estas situaciones para proteger los derechos humanos. Para que esta lógica se modifique.

-Es indiscutible que los últimos cuatro años dieron vía libre a este tipo de prácticas pero es una cuestión histórica y en la provincia viene de mucho antes del gobierno de Vidal. ¿Cómo torcerla?

-En principio, poder resolver esta situación de la superpoblación en cárceles y comisarías. Si bien es cierto lo que decís, las personas detenidas en comisarías superan records cada mes. Entre diciembre de 2017 y diciembre de 2018, se produjo una variación porcentual del 33 por ciento. De las 483 comisarías que hay en la provincia de Buenos Aires, 255, el 53 por ciento, se encontraban inhabilitadas por una decisión administrativa, judicial o de ambas para alojar a personas privadas de su libertad. A pesar de eso, en 133 había personas. La superpoblación en este año tuvo una variación del 57 por ciento. En un solo año. Del 198 por ciento a 310. Tres de cada cuatro personas duermen en el piso o se turnan para dormir. Y el incremento de 15.000 personas nuevas detenidas durante esta gestión que acaba de terminar llegó al record de 50.500 a julio de 2019. Esto es presentado ante la sociedad como un logro de la política criminal. Cuando las consecuencias no son la disminución del delito sino un aumento de las violaciones de derechos humanos producidas por las fuerzas de seguridad tanto en el encierro como en el territorio. Con el pretexto de que, a mayor encarcelamiento, disminución del delito. No fue así. Alojamiento sin colchones, el riesgo de morir quemado, no hay médicos, no hay lugares de visita, no hay alimentación adecuada, hay frío o calor pero son insoportables esos fríos y esos calores, hay hacinamiento. Y todo esto a las personas privadas de su libertad y a sus familiares les produce violencia e incrementa la polarización social. Se sale con más bronca, más enfermedades físicas, psíquicas.

-Hablás de los territorios en los que ha crecido muchísimo el número de pibes marginados sin posibilidad de elegir nada. ¿Cuál es tu mirada?

-Cuando uno ve los últimos índices de la Universidad Católica que indican que sólo 4 de cada 10 pibes pueden comer, son situaciones que nos interpelan como sociedad. Hemos podido construir un nunca más a los gobiernos dictatoriales. Nos costó mucho, se tuvo que construir. Creo que la marcha del 2x1 fue la movilización más importante que tuvo el macrismo. Y ahí la sociedad consolidó el nunca más. Porque en esa plaza no había un solo sector político. Estaban todos los sectores políticos diciendo "nunca más en nuestro país la impunidad a aquellos que asesinaron, torturaron, violaron, robaron bebés" y eso fue un freno muy fuerte. Como sociedad dimos un paso. Y tal vez el próximo gran paso deba ser construir un nunca más al neoliberalismo y a estos proyectos que solamente tienen en cuenta a un tercio de la población mientras los otros dos tercios se debaten entre el hambre y la miseria. No podemos, nunca más, permitir que ese programa económico, cultural sea una opción real para que vuelva a gobernarnos. Porque las consecuencias de esto las pagan los sectores más vulnerados. Y los deja sin chances. Hay una lógica de exclusión de la sociedad y se debate en otras lógicas que son las de la supervivencia. Estamos hablando de pibes que no están comiendo. El hambre es un lugar al que no podemos volver nunca más, pero a ese nunca más hay que construirlo. Y va más allá de los partidos políticos y de las ideologías. Tiene que haber un consenso para que la impunidad, el hambre, la violencia política, no puedan volver. Porque está en juego la vida de gran parte de la sociedad. Somos seres sociales y nadie se desarrolla individualmente si no hay un desarrollo parejo de la sociedad. Son lugares a los que pensábamos no volver nunca más y, sin embargo, estamos hoy ante este desafío.

HIJOS

"Ser hijo de" no es garantía en la elección de un camino. En el caso de Matías Facundo Moreno coinciden. Es el hijo de Carlos Alberto "el Negro" Moreno pero también un hacedor de su propia historia a través de una identidad forjada en la búsqueda de justicia. Desde que se empezó a preguntar por el destino de su papá, secuestrado y asesinado cuando él era un bebé de un año y nueve meses y su hermano Martín, flamante abogado, estaba en la panza de su mamá.

Más allá de los lugares de militancia elegidos es un símbolo que haya numerosas hijas e hijos de desaparecidos en lugares de poder político. El nuevo secretario de Derechos Humanos de Nación -aquel que le dijo a Matías "el gobernador quiere hablar con vos"- es hijo de Horacio Pietragalla, asesinado por la Triple A en 1975 y de Liliana Corti, asesinada en 1976.

Juan Cabandié –ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible- nació en la ESMA en 1978. Es hijo de Damián Cabandié y Alicia Alfonsín, ambos desaparecidos. Igual ámbito de nacimiento tuvo Victoria Donda, flamante titular del Inadi. Hija de María Hilda Pérez y José María Donda, desaparecidos en 1977 y que tuvo como aditamento que fue arrancada de su mamá por su propio tío biológico, teniente de navío Adolfo Miguel Donda, y apropiada por el prefecto Juan Antonio Azic. Wado de Pedro, hijo de Enrique De Pedro y Lucila Revora, desaparecidos en 1978 cuando él tenía apenas 2 años. Fernanda Raverta, ministra de Desarrollo Social de la provincia, es la hija de María Inés Raverta, secuestrada en Lima (en el contexto del Plan Cóndor) a los 24 años y cuando la ahora funcionaria tenía escasos 4. Después se crió en la famosa guardería montonera en Cuba.

Son hijos del dolor y de la crueldad de un país montado en una dictadura parida por las complicidades militar, civil y religiosa. Ese dolor no los hace infalibles ni necesariamente justos. Pero no deja de ser un símbolo que los hijos de la masacre política que les arrebató a sus madres y padres hoy ocupen espacios de poder.

El aliento de papá

Olavarría no es una ciudad cualquiera en la vida del flamante subsecretario de Derechos Humanos. "Es un gran desafío la provincia de Buenos Aires pero además engloba las dos ciudades más importantes de mi vida. Una, la que llevo en el corazón y en la que no criarme allí no fue una decisión nuestra. Y La Plata, que es donde crecí y me formé. Una vez que cumpla con estos procesos formales, voy a viajar a Olavarría, para visitar a los amigos y a la familia, pero también para conocer el estado de situación de Monte Peloni y ver la posibilidad de generar un espacio no sólo para la conservación de la memoria sino también de formación, educativo".

-En tu recorrido de vida, ¿qué implica este nombramiento?

-En lo personal, se me cruzan muchísimas sensaciones. Está claro que la primera es que si bien a papá lo extraño todos los días, en estos quizás un poquito más. Porque está claro que él fue quien parió el sueño que hoy recibe mi aliento. Y es un aliento que viene con un recorrido y que quizás en esta búsqueda de justicia, cuando tenía 15 ó 16 años, por el caso de papá y después ampliado a los 30.000 desaparecidos me puso en un camino que después elegí personalmente. Porque más allá de ser hijo de desaparecido y de estar atravesado por esta historia, me parece que los derechos humanos son el mejor invento del siglo XX por decirlo de alguna manera. Porque se construyeron sobre la base de la dignidad de la persona humana y con la intención de propender a la igualdad. Incluso conceptualmente, los derechos humanos nos proponen una sociedad en la que, siendo todas y todos diferentes, porque nadie es igual a nadie, tenemos los mismos derechos. Entonces lo hacen un trabajo muy complejo, que exige mucho compromiso, para trabajar en pos de esta idea de que el mundo sea un poco más vivible. Que nuestro país sea un poco más vivible. Y en esa lógica está claro que hay que empezar por abajo para llegar a todos. Y en ese sentido, a mí -si bien hay una historia que me determina- también hay una elección propia que tiene que ver con esta nueva etapa que va a tener que afianzar esta idea de un país sin impunidad, con memoria y con justicia. Pero, sobre todo, va a tener que ver con las nuevas demandas de los nuevos actores sociales que son vulnerados en sus derechos. Y con trabajar para que los derechos humanos no sean una cuestión de un gobierno o de otro sino la base fundamental en la consolidación de la democracia.

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