BASQUETBOL. Un breve repaso de lo que dejó el pasado año 2014 Sin Manu, lesionado, en la cita ecuménica española, la Argentina cumplió, si se quiere, un desempeño aceptable: alcanzó la clasificación a segunda ronda y el cruce de octavos de final con Brasil deparó una derrota previsible.
A los 37 años y con una carrera que jamás parece extinguirse más allá del paso inapelable del almanaque, Ginóbili fue protagonista decisivo en el cuarto anillo de la NBA que consiguieron los San Antonio Spurs, que dominaron claramente la final con Miami Heat (4-1) y se quedaron con el título, a consecuencia de un funcionamiento colectivo casi lindante con la perfección.
En ese contexto de rendimiento ejemplar que mostró la franquicia texana, Manu no fue un integrante más, a pesar de que, cada vez, asoma más claro su rol de sexto hombre (primer recambio desde el banco de los suplentes).
Junto al base francés Tony Parker (31 años) y al ala pivote de Islas Vírgenes, Tim Duncan (38), el escolta bahiense conforma el tridente de lugartenientes de los Spurs que garantizan inteligencia puesta al servicio del equipo.
Transformado en ídolo y referente (y no sólo por la comunidad latina) en una ciudad de San Antonio que lo cobija desde hace doce temporadas, Ginóbili fue conductor cuando resultó necesario o actor de reparto cuando las circunstancias lo requerían.
Así, el número 20 del equipo de Gregg Popovich colaboró a una campaña notable de los Spurs en la fase regular (62 victorias y 20 derrotas) y a la posterior obtención de un título que dio la sensación de venganza cumplida, tras haber perdido la final con el mismo adversario (Heat) en la temporada 2012-2013.
Esas buenas actuaciones en los encuentros de playoffs, más su inequívoca voluntad de volver a formar parte de la Generación Dorada, auguraban buenas señales para Ginóbili y el seleccionado argentino en el Mundial España 2014. Sin embargo, una inoportuna lesión fue un asalto a la ilusión.
Una fractura por estrés en el peroné derecho se erigió en daga. Más allá de las polémicas con San Antonio Spurs, Ginóbili jamás se recuperó convenientemente de la molestia y se bajó de la disputa del Mundial, generando un ingrato adiós a la camiseta celeste y blanca número 5 que le perteneció durante tantos años.
El técnico del seleccionado, Julio Lamas, tomó nota de la situación y debió reemplazar a Manu con jugadores que asumieron posiciones diferentes a las que habitualmente ocupan (Andrés Nocioni, Walter Herrmann y Luis Scola).
Así y todo, en la cita ecuménica española, la Argentina cumplió, si se quiere, un desempeño aceptable: alcanzó la clasificación a segunda ronda, ganándole a los rivales que debía superar (Puerto Rico, Filipinas y Senegal) y perdiendo con otros (Croacia y Grecia) que se asumían como compromisos más complicados.
El cruce de octavos de final con Brasil, en el marco de un clásico regional, deparó un resultado previsible (65-85) y una certeza inequívoca: la Argentina ya no pertenece más a la élite del básquetbol mundial y está en un proceso natural de recambio.
Pero, sin dudas, lo más doloroso que debió atravesar el básquetbol argentino durante 2014 estuvo fuera del rectángulo de juego y se dio en los escritorios.
A partir de denuncias y reclamos de los propios componentes de la Generación Dorada se pudo comprobar el estado crítico de los libros contables de la Confederación (CABB), con una deuda que, auditoría posterior, entregó un diagnóstico lapidario: 33 millones de pesos.
La gestión que encabezó el ex presidente Germán Vaccaro quedó en el ojo de la tormenta y la lógica intervención dispuesta por la Justicia, que nominó a un hombre del básquetbol como Federico Susbielles, promete investigación hasta las últimas consecuencias para devolverle la credibilidad y la estructura a una institución devastada por los manejos personalistas.