Entrevista a Héctor Böhâmia, bailarín internacional El eximio bailarín visitó General La Madrid para dar clases al grupo Cuerpos Libres. Habló sobre su vida, sus proyectos y deseos.
El tour mundial lleva a Böhâmia a través de diferentes puntos festejando sus 25 años de trabajo solista.
Nacido en Buenos Aires, desde hace tres décadas se radicó en Fráncfort y desde allí ha repartido su arte.
-¿Cómo empezaste con la danza?
-De muy chiquito. Tengo 47 años y comencé a los 6; estuvo en mí desde que tengo uso de razón y cuando fui creciendo entendí que aquel juego fue quedando de lado.
En la adolescencia dejó de ser un juego y me fui a estudiar a Nueva York. Trabajé con maestros en Estados Unidos y ahí entendí la exigencia y la seriedad que requiere.
Héctor Böhâmia gesticula, mueves sus brazos y manos como siguiendo una música que no suena. "El cuerpo (en la danza) tiene un tratamiento diferentes a otras artes. Se requiere un entrenamiento permanente y renovarte constantemente", recalca.
Tal vez por ello siguió los pasos de Iris Scaccheri, su musa inspiradora. Aunque reconoce que los inicios no fueron fáciles ahora se define como "un artista íntegro". "No subo a un escenario solo para bailar, lo hago para interpretar", dice.
"Mi propuesta no es fácil de digerir porque tiene una estética fuerte. Soy transgresor", se autodefine.
En el repertorio de Böhâmia se mezclan los estilos, "desde Vivaldi hasta Piazzolla", anuncia. Héctor traza paralelismos constantemente con otras artes, especialmente con la música.
"Los dos minutos antes de salir a escena se sienten cosas acá (se toca el pecho), pero cuando se abre el telón no me detienen ni con un cañón. El nerviosismo está porque, más allá de la producción, escénicamente estoy solo", subraya.
Aunque bailar en solitario "es una elección y estoy tremendamente feliz", dirige el Böhâmia Dance Cuartet, conformado por bailarines de diferentes puntos del planeta. Sobre la elección de esos intérpretes de sus creaciones indica que deben tener "condiciones y escuela porque se generan expectativas ante la platea". "El profesional, al marcársele la secuencia, la debe saber resolver, entender y en función de ello trabajar; debe ser inteligente, memorioso, tener musicalidad y belleza escénica", insiste el coreógrafo.
"No hay edades para la danza", sostiene Böhâmia, y lamenta que Julio Bocca haya decidido retirarse. "Si Dios me ayuda pretendo seguir jodiendo escénicamente hasta los 65 años", comenta entre risas.
"La mayor satisfacción del hombre de la cultura es mostrar lo que genera, la felicidad es poder llevar al mundo eso que creó", menciona y, aunque en la mayor parte de la entrevista se muestra precavido, se enoja, porque si bien "hubo cambios, aún falta. La danza es un arte maltratado, no tiene el apoyo del Estado", advierte.
Héctor Böhâmia recalca que cuando "la danza está mal hecha es tremenda, porque está estereotipada. Hay cosas bellas que tienen que ver con el todo para eso hay que estudiar, entender y estar en todo y con todos". "El bailarín tiene que estar entrenado y tener memoria. Se estudia la parte física, pero se le debe poner emociones. No es sólo combinar pasos", cuenta.
Más allá de todo
"He dejado de bailar para vibrar. Hay que sufrir, llorar, cantar... la danza es alegría", resume el artista.
"Para estar sólo arriba de un escenario debes tener mucha seguridad y personalidad porque hay que sostener el espectáculo, llamar la atención del público y al mundo", menciona.
-¿Cómo imagina el futuro?
-Soy inconsciente porque toda mi vida la voy haciendo en forma natural. No soy un sobreviviente del arte y nunca lo fui. He pasado momentos difíciles, pero también gloriosos, trabajando en grandes obras.
He hecho cosas más interesantes que otras. No puedo decir si hice "la obra", tampoco la estoy buscando.
Me gustan los desafíos y no me meto en cosas chicas. Hay que atreverse; lo hago así porque me nace y vivo envuelto en una locura poética.
Me gusta lo que saca del camino establecido y me propone desafíos. No me he amoldado a ningún sillón de la comodidad. Me interesa lo distinto.
Artistas hay en todos lados, todo depende de cómo uno se encuentre con el otro y cómo se relaciona.