El 45% piensa que su principal problema como olavarriense es la inseguridad La tasa de homicidios de la Argentina (menor a la media mundial). El miedo a la inseguridad parece similar en La Matanza y en Laprida: la influencia del discurso político interesado y de los grandes medios. En Olavarría los muertos por asaltos se cuentan con muy poca frecuencia. Pero el 45% dice que su mayor problema ciudadano es la inseguridad. La reacción política. Los 7.000 No al Código Penal.
La Argentina tiene un tasa de homicidios europea: 5,5 cada cien mil habitantes, según el "Estudio global sobre el homicidio 2013" presentado por la ONU. Está en el podio de los tres países con tasa más baja en la región, junto a Chile y Cuba. Sin embargo, la principal preocupación de los ciudadanos (según las consultoras que consultan y hacen su agosto en consonancia con el minuto a minuto mediático) es la inseguridad (entre un 50% y un 45% en el país). Paradójicamente, ese miedo entre fundado e infundido es casi el mismo en el conurbano y en el interior. En Olavarría la población la coloca como problema en el mismo estante que en Florencio Varela. En la provincia de Buenos Aires el 19 por ciento de los homicidios se producen en ocasión de robo. Es decir que el 81% se vincula con otro tipo de fenómenos de relación social. En el interior esos porcentajes se potencian: en Olavarría matan el tránsito y la conflictividad social. La inseguridad no. Si la Argentina tiene una tasa de asesinatos menor al promedio mundial (6,6 cada 100 mil) ¿por qué tiene un índice de victimización mucho mayor?
La reacción de la política ante determinados episodios de crímenes en ocasión de robo (especialmente promocionados por los grandes medios) ha sido espasmódica y beligerante. Pero nunca tuvo la seriedad de pensar en políticas de estado que vayan a la raíz. Sino que difícilmente van más allá de los patrulleros y las cíclicas leyes de endurecimiento.
El mentado informe de la ONU rescata que en un subcontinente violento y desigual, Chile, Cuba y la Argentina son los países con menor tasa de homicidios cada 100 mil habitantes: 3,1, 4,2 y 5,5 respectivamente. En la otra punta está Honduras, convertida en el país más violento del planeta: 90,4 asesinatos cada cien mil. Y Brasil, el norte de tantos, exhibe una tasa casi cinco veces superior a la Argentina: 25,2.
Es notoria la manipulación de datos, según los intereses que persiga cada medio: mientras Infobae presenta los datos despojados, con el título centrado en la baja tasa de crímenes de la Argentina, La Nación titula "El peor récord: América Latina es la región con más asesinatos". La información sobre Argentina, objetivamente elogiosa, está perdida varios párrafos adelante, sin mencionar cifra y con una acotación descalificadora: "Chile, Cuba y la Argentina son los países con las tasas de homicidios más bajas de la región. De todos modos, el informe aclara que, en el caso de la Argentina, las cifras son de 2010".
Es un sentimiento
Por otro lado, el Latinobarómetro -una encuesta general de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina- deja en claro que "países como Chile, Uruguay e incluso Argentina, que poseen las tasas de delito y homicidios más bajas de la región reconocen (a la inseguridad) como el principal problema". Las cifras de EGES sobre la base del Latinobarómetro determinan que para el 35% es la mayor preocupación. Para el 11%, la inquietud muda a la inflación. Para el 9, se centra en el desempleo. Es importante aclarar que estos números son de 2013 y pueden haber variado a partir del ajuste propinado en el primer trimestre de 2014.
De todas maneras, sirve como fotografía para ilustrar la observación del Latinobarómetro: "en determinadas situaciones no existe una relación directa entre niveles cuantificables de violencia y lo que se denomina ‘sentimiento de inseguridad’ ". Es decir: la violencia y los homicidios en sí mismos a veces no se corresponden con los niveles de victimización, que implican tanto el "sentimiento" como los episodios vividos que no se denuncian por desconfianza con las instituciones del Estado. La irritante cantinela de Aníbal Fernández sobre la "sensación de inseguridad" sirvió sólo para bajar la persiana a una discusión profunda y necesaria sobre "sentimientos" que dependen de las pasiones políticas del candidato de turno, los intereses de los grandes medios y los negocios que se comparten. El Latinobarómetro ilustra con dos paradojas: Honduras tiene la tasa de homicidios más alta, pero no es el país con la mayor tasa de victimización y ni con la mayor violencia. Sin embargo la Argentina, con su tasa de homicidios entre las más bajas, muestra un nivel más alto de robos con violencia. Este dato de la realidad, el oportunismo político y el replicante mediático generan una corriente de terror que paraliza y revela lo peor de la sociedad.
Conflictos personales
Según las estadísticas de la Procuración General de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires para el primer semestre de 2013, del total de homicidios dolosos en el territorio bonaerense el 36% se desencadenó a partir de conflictos interpersonales. El 19% se produjo durante un asalto. El 9% por violencia en el grupo familiar. El 7% por ajustes de cuentas. El 16% por causas indeterminadas. El 13% está incluido en el ítem "otros" que implica: un 4% de muertes en manos de fuerzas de seguridad; un 1% asesinado en legítima defensa. Otro 1% por alguien que resiste o repele otro delito.
Son cuatro asesinatos por día en Buenos Aires por múltiples causas. Muy lejos de ser cuatro muertes por inseguridad.
En el conurbano, los crímenes por conflictos interpersonales totalizan el 34%. Y por violencia familiar, un 7%.
En el interior de la Provincia (Olavarría responde a la media) los conflictos interpersonales acaparan el 51% de los homicidios. Y la violencia familiar, el 13%. En el 57,1 % de los casos había relación entre víctima y victimario.
Ante la resonancia de una cadena de crímenes en el territorio más populoso e injusto de la Provincia (a la que se agregó el linchamiento como supuesta reacción a la inacción del Estado) el gobernador bonaerense midió su reacción con el metro de sus aspiraciones presidenciales: puso 600 millones para comprar chalecos antibalas y patrulleros. Llamó a los retirados. Y puso en discusión, una vez más, la baja en la edad de imputabilidad. Una reacción respondiendo a lo que pida "la gente". Aunque pida lo inviable legalmente. Nada novedoso: las mismas herramientas desde hace casi dos décadas y media a disposición de la consolidación de un modelo de desigualdad que necesita de ejércitos de policías, prefectos y gendarmes para su sostén.
El No massista
Olavarría, una de las sedes favoritas del massismo, logró 7.000 firmas (12.350 en la Séptima) por "No al nuevo Código Penal". Con gente atemorizada por la cantidad de delincuentes que poblarán las calles y dejarán vacías las cárceles si el nuevo Código (redactado por especialistas y representantes de todos los partidos políticos menos el massismo porque hasta hace pocos meses no existía como tal) se pone en marcha.
Una influencia nefasta sobre el estado de ánimo popular, acompañado por los coreutas de los medios que abonan el desarrollo de un sistema férreo que excluye y que produce negocios y poder.
Pero "la gente" no tiene idea de lo que dice el nuevo Código Penal. Nadie lo tuvo en mano para leerlo y, si lo hubiera tenido, no es una letra comprensible y llana para cualquier mortal. Por lo tanto, "la gente" debe creer a pie juntillas lo que le venden interesadamente. Y estar de acuerdo y firmar. Si alguien le dice a "la gente" que habrá violadores en banda sueltos acechando en las esquinas, va a terminar firmando a favor de la pena de muerte.
Aunque en Olavarría las muertes tengan origen en versiones criminales más diversas que un asalto o un robo. Aunque en Olavarría se prenda fuego un colectivo con una persona dentro (y no era para robarle). Aunque la Provincia suspenda la licitación de los tramos destruidos de la ruta 51 (que son más homicidas para los olavarrienses que sus ladrones) pero coloque 600 millones en el aparato represivo para evitar muertes que no matan a los ciudadanos de acá, de todas maneras el 45% asegura que su mayor problema como habitante de la ciudad es la inseguridad. El segundo (un muy lejano 10%) considera el estado de las calles.
La fabricación de miedo en serie es una actividad fructífera en la Argentina. Y una efectiva herramienta disciplinadora.
Siempre la misma medida
-Inmediatamente después de las primarias perdidas el año pasado, CFK creó un Programa Federal de Colaboración y Asistencia para la Seguridad y Daniel Scioli nombró ministro de Seguridad al ex intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. Martín Insaurralde y Sergio Berni hablaron de bajar la edad de imputabilidad. Se enviaron 4.500 gendarmes a la Provincia; la mayoría no sabía dónde estaba y no tenía dónde alojarse.
-A partir de los cambios estructurales (sociales y económicos) del menemismo, la seguridad ingresa a las campañas electorales. Carlos Ruckauf habla de "meter bala a los delincuentes".
-Luego del asesinato de Axel Blumberg en 2004, el ministro Gustavo Béliz presentó el "Plan estratégico de Justicia y Seguridad 2004-2007". Incluía: mil millones en tres años para seguridad, 212 patrulleros para la Federal, juicios por jurados, baja en la edad de imputabilidad a los 14 y creación de una fuerza policial nueva. (Diez años después nada cambió).
-En 2010 se transfirieron fondos para la compra de patrulleros y cámaras de seguridad. Tigre comenzó a transformarse en un estudio de televisión. Olavarría lo siguió de cerca.
-Después de la toma de tierras en el Parque Indoamericano CFK creó el ministerio de Seguridad en manos de Nilda Garré. Mandó 6.000 gendarmes al conurbano. Aunque en sí mismos los gendarmes no signifiquen ningún cambio en la seguridad, sí lo implica en el "sentimiento de inseguridad" que se calma por el solo hecho de observar a delegados del Estado que parecen pasear por las calles con ánimo de protección.
