BASQUETBOL. Sergio Santos Hernández, tras la consagración de Peñarol en la Liga de las Américas
El entrenador del seleccionado argentino y Peñarol de Mar del Plata, Sergio Hernández, manifestó sentirse muy complacido con los logros alcanzados en ambas gestiones, ya que clasificó al equipo nacional para los Juegos Olímpicos de Pekín y al equipo marplatense campeón de la Liga de las Américas. "En la madrugada del domingo, cuando Peñarol se consagró frente a Soles Mexicali ante 6 mil personas -por diferencia de tantos- viví el momento sublime de un triunfo inolvidable con mucha calma", confesó el "Oveja".
"Preferí tomar distancia del festejo de los jugadores y los escasos diez marplatenses que había. Es que no me olvido que apenas llevo cuatro meses en Mar del Plata y mis ciclos, para lograr el juego de equilibrio, son de dos años de trabajo", aclaró.
Hernández, nacido en Bahía Blanca hace 44 años, admirador de su mítico conciudadano Alberto "Mandrake" Cabrera, el gran conductor de la selección nacional hace cuatro décadas, fallecido el 12 de agosto de 2000, se hizo cargo de Peñarol en la primavera de 2007.
"En la final los mexicanos de Soles necesitaban descontar doce puntos y nos llevaban ocho, cuando tuvieron dos tiros libres faltando tres minutos. El parcial era 84 a 76, pero el norteamericano Greg Lewis falló los dos envíos. Enseguida Quincy Wadley achicó con una mandada y selló el partido", evocó, sin eludir la emoción que le provocó bajo su aparente tranquilidad.
Wadley, elegido mejor jugador del torneo, justificó el pedido de Hernández cuando llegó a Mar del Plata el 4 de enero pasado. "Wadley demostró que a los 27 años es un elegido", ponderó el técnico, al tiempo que se mostró gratamente sorprendido por el recibimiento que recibió el equipo el martes por la mañana en Mar del Plata, cuando una multitud se volcó a la Ruta 2.
"La contratación surgió después de algunas conversaciones con amigos, uno de ellos Juan Ignacio ''Pepe'' Sánchez, bahiense como yo, que aunque hacía tiempo que no lo veía a Wadley, sabía de sus condiciones", recordó Hernández.
Y respecto de esa multitudinaria recepción de los habitantes marplatenses, relató que "ya en Coronel Vidal, por la Ruta 2, en el viaje en micro desde Ezeiza, había gente con banderas de Peñarol. En la entrada y recorrida hacia la ciudad hubo más de 15 mil personas", comentó aún asombrado.
"Es que el nuevo fenómeno del básquetbol se puede comparar con otras tres etapas: la del 1950, cuando la Argentina, que ya había asombrado en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, ganó la final del Mundial en el Luna Park a Estados Unidos".
"La segunda y más revolucionaria la promueve el gran León Najnudel con la puesta en marcha de la Liga Nacional hace más de veinte años. Hoy, la mayoría de los entrenadores, como por ejemplo Néstor García, Julio Lamas y yo mismo, somos hijos deportivos de León Najnudel", admitió.
"Pero en el medio quedaron grandes jugadores de la capital del básquetbol, que es Bahía Blanca, donde fueron abanderados junto con Cabrera, Atilio Fruet y José De Lizaso, aunque éste era nacido en Necochea", puntualizó sobre los dorados años 60. "En los campeonatos argentinos se enfrentaban una sola vez al año con otros grandes como los hermanos Oliva, Cleodomiro y Samuel, de Córdoba; Hugo Olariaga, el sanjuanino Guillermo Riofrío y Zoilo Domínguez, que fueron las estrellas blancas de General Paz Junior", destacó.
"Esa etapa permitió a nuestros notables jugadores poder competir con el tiempo en la NBA y por eso tenemos un básquetbol de elite. Y eso nos permite seguir soñando a lo grande, porque todos estarán en Pekín para los Juegos Olímpicos", anunció Hernández.
El entrenador de la selección nacional también se refirió al gran momento de otro bahiense como Emanuel Ginóbili, así como lo que están viviendo también en la NBA Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Carlos Delfino y Luis Scola.
"Prevalece el sentimiento, la identidad. Manu gana 50 millones de dólares por año y el resto por ahí, pero todos quieren jugar por la Argentina. Los iguala un rasgo cultural: a los 6 ó 7 años ellos querían ser basquetbolistas, como sus padres u otros jugadores que admiraban. Y eso no se compra", concluyó.