LAPRIDA

"Bergoglio quiere dar una impronta de sencillez evangélica"

La primera reflexión del padre Enrique Germade al conocerse el nuevo Papa Dijo que es "una bendición y un compromiso para la Iglesia en la Argentina". Destacó la sencillez de Francisco I.

En la casa del padre Enrique Germade, los teléfonos no cesaban de sonar ayer, algunos fieles con su alegría a cuesta llegaban al templo para agradecer poco después de conocerse el nombre de Jorge Mario Bergoglio como nuevo papa de la Iglesia Católica. Ese hijo de un ferroviario italiano, caracterizado por la sencillez y su carisma terminaba de conmover a todo un país y a los 1.800 millones de católicos del mundo con el anuncio en latín por parte del protodiácono del Vaticano, Jean Louis Tourán.

Sólo bastó golpear la puerta para que el padre Enrique Germade nos recibiera con una sonrisa más amplia de lo habitual. Emocionado aún, éstas fueron sus primeras sensaciones y reflexiones.

-¿Cómo vivió y sintió el anuncio del nuevo Papa?

-Si fue sorprendente la renuncia de Benedicto XVI cuando no la esperábamos, más aún ahora que en esta tarde (por ayer) estábamos pendientes de la fumata blanca y de que apareciera, porque tardó más de una hora en asomarse al balcón de la Basílica de San Pedro, cuando el cardenal Jean Louis Touran dijo "Habemus Papam" y ni siquiera con los nombres en latín podíamos descubrir quién era.

-El anuncio dejar ver mucha emoción, pero también e inicio de un compromiso.

-Es una bendición y un compromiso para la Iglesia en la Argentina sobre todo, porque nosotros que nos caracterizamos por ser un poquito orgullosos, ahora tenemos un legítimo reconocimiento que es la primera vez que tenemos un papa argentino, pero es también un gran compromiso por ponerse en la senda de la evangelización, de fortalecer la fe católica en nuestro pueblo, de buscar que la Iglesia esté más presente de un modo evangélico, sencillo, cercano al pueblo.

-La renuncia de Benedicto XVI, la primera en 600 años, había sacudido los cimientos de la Iglesia. Teólogos hablaban de un barco en la tempestad y de alguien que tomara ese timón con sabiduría.

-Y sí, porque nos sacude muchos problemas y la incomprensión de mucha gente de afuera, porque hay algunos que aprovechan circunstancias de crisis o de dificultad para entorpecer. Pero aquí tenemos un signo que realmente es de Dios y que nos tiene que comprometer a todos: no sólo sentir la alegría de tener un papa argentino, sino el compromiso de la evangelización.

-Jorge Bergoglio en su primer mensaje desde el balcón de la Basílica citó: "hermandad, unión y amor".

-Sin duda que es muy claro eso. Se ha presentado con muchísima sencillez y este es un signo ya característico, porque apareció sólo con su sotana, llevaba el mismo pectoral que tenía como Obispo de Buenos Aires y nos está hablando que quiere dar una impronta de sencillez evangélica.

-¿Y la elección del nombre?

-Yo no sé a qué se refiere, pero sin duda el gran santo que está detrás de ese nombre es San Francisco de Asís, el santo de la humildad y la pobreza evangélica que ha marcado durante 800 años la historia de la Iglesia. Aunque él es jesuita, sin embargo busca inspiración en un santo universal que es querido por todo el mundo.

-El reclamo también era que el nuevo papa fuera con carisma, con más llegada a la gente.

-Sin duda que lo tiene, porque siempre lo ha caracterizado en Buenos Aires también. Su sencillez de tomar el subte o el colectivo, de ir a pie a muchos lugares como las villas, de renunciar a veces a cierta ostentación que puede haber, y esto sin duda que facilitará mucho la comunicación con los fieles y el pueblo, y eso es un signo. Veremos qué ocurre, ya que tiene muchos desafíos por delante y eso será un reacomodarse de todos.

-Como cura párroco marca esto un hecho histórico su misión sacerdotal, ¿no?

-Sí, también. A mí hace pensar mucho en el compromiso que tiene uno de aquí en adelante. Tiene que haber una gran senda de mayor evangelización y compromiso de cercanía con la gente, porque para nosotros es un reclamo.

-¿Cómo conoció a Bergoglio?

-La primera vez que lo conocí yo era seminarista y estaba en la Basílica de Luján para el primer domingo de octubre, que es cuando va la peregrinación a pie desde Liniers a Luján y las 7 de la mañana se celebra la misa en la plaza. El llegó a la Basílica a las 6 y no sabía cómo ir por afuera desde la sacristía de la Basílica hasta el lugar donde se iba a hacer la misa, y recuerdo que lo acompañé y como me di cuenta de que era un obispo por el anillo le pregunté su nombre y me dijo que era Bergoglio. Después lo vi en la misa exequial del cardenal Quarracino y en un retiro de sacerdotes en Azul cuando yo estaba recién ordenado.

-Cómo vivió las horas previas a la votación del nuevo papa, ¿con ansiedad, con expectativa?

-Lo viví no compartiendo la impresión generalizada de tanta corrupción y podredumbre, porque no parece que reflejara toda la realidad. Si bien hay muchos problemas y algunos graves en la Iglesia, no creo que fuera un momento angustiante; todo lo contrario, es un momento de esperanza. Porque cuando en las dificultades la esperanza es la virtud cristiana que caracteriza al que tiene fe para dar respuesta a los desafíos. Desde ya que había mucha incertidumbre porque después de 600 años un papa renuncia, y esto nos descolocó a todos. No porque no pueda ser, sino porque Benedicto XVI de alguna manera dio un grito con su renuncia. Pero es lo que tiene la Iglesia: uno no está congregado y unido por ideales, hay un misterio de fe, nos une la fe en Jesucristo que es más allá que la convicción personal que uno tenga apoyando en otros órdenes de la vida una idea o un proyecto. Esto es más y ahora vemos todo un proceso que ha llegado a su momento culminante que fue la elección del nuevo papa, que tiene que infundir en la Iglesia un camino de renovación y profundización en el seguimiento de Jesucristo, que no es otra cosa lo que ha venido diciendo la Iglesia de América Latina en los últimos años. Esto me supongo que será el programa del nuevo Papa, de llevar el nombre de Jesús al corazón de todos los hombres y creo marcará un proceso de renovación en la Iglesia y de mucha esperanza, aunque desafíos no faltan, pero encarados con mucha confianza en Dios que es el que sostiene la Iglesia.

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