Un conmovedor relato de un amigo de Juan José Barbery para conocer más detalles de la aventura del Dakar El primero de tres. Juan José Gato Barbery ya es Dakar. El piloto de Olavarría cumplió con su sueño de pibe: ser parte de la aventura y conseguir la medalla después de superar complicaciones de todo tipo.
"Y llegás a los tumbos, a la meta de largada. Con dos Dakar frustrados en la mochila. Más gordo que el año anterior, con poco entrenado y mucho debido. Con un grupito de sponsors chiquititos, que ponen más por cercanía que por convicción, porque saben del ''Gato'' de hace rato, con miles de puertas golpeadas de gusto, con un montón de locos entusiastas que alientan, y con varios detractores envidiosos que desalientan -siempre de atrás, nunca en la cara-.
Con 6 locos que llevan la moto hasta Lima en camioneta y que van a ser tu sostén toda la vuelta: a la mañana, a la tarde y a la noche. Cuando llegás bien y cuando llegás roto, aun más... y largás, una vez más, esta aventura. Seguro no podés creer que estás corriendo un Dakar, porque vos amás el Dakar desde niño, pegabas figuritas y pósters en la pared. Ahora estás adentro.
"Y corrés, como podés, con todo puesto... y polvo, arena, sol y calentura. Subís hasta el apunamiento, bajás hasta el congelamiento. Día tras día, hora tras hora, el camino, la madre naturaleza, tus demonios y hasta Dios, poniendo a prueba tu entereza. Sabés que tenés que llegar esta vez, por vos y tus promesas, por todos los que esperan y desesperan.
"Mirás al costado y ves a varios, que se van quedando atrás como vos te quedaste antes, y el fantasma del abandono se sube de acompañante y respira en la nuca, y lo sacás de una patada. Vas para adelante contra viento, marea y amargura. Chupando polvo y lágrimas saladas, gritando pelado, levantando puño, parado sobre los pedales y saludando, firmando autógrafo y sacando foto con quien quiera, complaciendo a todo el mundo, como en la vida.
"Seguís y acelerás hasta el cansancio. Le pegás a una piedra y volás 20 metros, cayendo con todo y pensás: se terminó lo que se daba. Te levantás: vos, la moto y el camino. Seguís y seguís hasta la meta. Llegás al enlace, relajamiento y te vas durmiendo lento. Ponés AC/DC para salvarte de quedarte dormido sobre ella, y terminar como Thomas...y pasás por ahí justo. ¿Qué pasó? Se mató un francés de las motos. Otro fantasma sobrevuela tu casquito y se te pone el gaucho (Martínez Boero) al frente. Esa imagen, del amigo que se fue sin despedirse y que empuja ahora como puede, porque sabe que esa medalla tuya va a ser de él pronto. Seguís y llegás. Vivac complejo, sin motorhome, sin lujos, sin equipo oficial ni nada. A puro huevo, como se llegó, con lo que se pudo...
"A desarmar a Margaret (la Yamaha) de a poquito, a ponerla linda (más funcional que linda) porque mañana hay más Dakar del jodido, que te pisa, te revuelca y te apalea. Y juega con tu psiquis todo el tiempo: ¿te la bancás?, ¿vas a seguir?, ¿hasta dónde?, ¿te animás?, ¿llegaste hasta acá y vas a dejar? Seguís, largás, frenás, saltás y volás, siempre a tu ritmo. Y se siguen quedando gladiadores a la vera del camino. Pensás (siempre pensás, todo el tiempo, porque sos vos, la moto y el camino) ¡éste es el mío! Sufrís como madre 13 días, hasta el último cerca del delirio. Largás esa jornada gloriosísima, pensando una vez más, no falta nada, ya llego y me consagro. No importa el lugar, el crono, la entrevista. Importa llegar, esa medalla pesada en la rampa: ese momento dorado anhelado de chiquito, cuando ni a palos imaginabas un adentro.
Ya sos Dakar. Llegás a la meta sollozando, pareciera una película nunca vista, pero un metro antes la Yamaha se hace bondi. Se suben todos a cruzarla: la gran Stella, tus hermanas y sobrina (la flamante Inés, dakariana de movida), tu viejo y Tatá, el loco Diorio charlando con los gringos Emiliozzi. Al fondo todos: el gordo Sacher, Fermín, Maxi y Paolo, Daniel y los González, Pedro Varela, Lisandro y Sergio, y el reverendo, el loco Bassi con Abel y los mecánicos, Vico, Martín, Rober y yo también, en el estribo y tantos otros.
Nunca hubo tanta gente en un bondi, todos atrás del Gato. A cruzar la meta de este Dakar casi imposible. Y llegás, y pasás, y llorás y mil imágenes. Todas como diapositivas adelante. Ya está, te relajás y duele todo: alma, músculos, corazón y huesos, hasta el infinito.
Gracias Gato Barbery. Ahora podés decir Dakar sos mío. Y seguir para adelante en nuevos rumbos. Nos regalás adrenalina cada año en esta fecha. Sufrimos, insultamos, nos reímos y lloramos. Te bancamos a muerte. Sos la prueba viviente de que las cosas se pueden hacer siempre, por más que no sea de la forma ideal, cuando uno tiene pasión y amor por lo que hace. Te vamos a empujar cada vez, en cada proyecto absurdo, cuando decidas subirte adonde sea, porque sos el Gato y te queremos con todo".