BASQUET

Una clasificación con muchos contratiempos

BASQUETBOL. La Selección de Sergio Hernández logró el pasaporte para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008

Omar Lavallén / DyN

La clasificación en forma directa del seleccionado a los Juegos Olímpicos de Pekín resultó la noticia excluyente del básquetbol argentino en 2007, pero detrás de este impresionante logro, impresionante teniendo en cuenta que el Preolímpico de Las Vegas entregaba sólo dos plazas y el equipo no era candidato, quedó una historia inconclusa, más propia de otros tiempos.

"Si no se consigue la clasificación se termina mi ciclo. La Argentina con esta Selección tiene que estar entre los mejores cinco del mundo. Si esto se logra, la Confederación tiene la libertad de elegirme a mí para dirigir el repechaje o no hacerlo y contratar a otro para que ocupe el lugar", señaló Sergio Hernández antes de emprender la gira previa al Preolímpico.

Las palabras del entrenador sorprendieron porque nadie, al menos oficialmente, había puesto en duda su continuidad al frente del seleccionado, pero Hernández trataba de cerrar con ellas una historia iniciada en junio, cuando tras dar a conocer la lista de convocados para los Panamericanos de Río de Janeiro y el Preolímpico de Las Vegas, comenzaron a bajarse muchos de los jugadores citados.

No sorprendieron las ausencias de Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni (quien se lesionaría sobre el final de la temporada de la NBA), Fabricio Oberto y Juan Ignacio Sánchez, quienes tras el Mundial de Japón 2006 habían anunciado la decisión de tomarse un año sabático de la Selección, pero sí cayeron como una bomba muchas otras que nadie imaginaba.

Con el correr de ese junio Hernández no sólo veía cómo se quedaba sin sus principales jugadores, sino también debía escuchar un rumor que se acrecentaba sin cesar e iba calando hondo: que muchos de los basquetbolistas decían que no por diferencias con él.

La situación, impensada en los último tiempos, se tornó tan complicada y extraña que Ginóbili, de vacaciones en la Argentina, salió a cuestionar a muchos jugadores, especialmente a aquellos que debían tomar la posta de la generación dorada y desertaban de la Selección.

"No me cayó del todo bien que hayan renunciado diez u once jugadores a la Selección. Yo avisé con mucho tiempo que no iba a estar. A los que orillamos los 30 años nos cuesta mucho tanto trajín. Me hubiera gustado que el segundo grupo, los más jóvenes, se lo hubiese dicho al técnico con mayor antelación, eso le habría permitido armar el plan B", afirmó Manu.

Llegó agosto y la Selección, guiada por un inspirado Luis Scola (MVP del torneo), sacó a relucir el temple de los últimos nueve años y consiguió, exhibiendo además un buen juego, la clasificación para Pekín 2008.

"Muchos creen que debería estar más eufórico de lo que estoy. Lo que más me alegra es que el básquetbol, una vez más, está en lo más alto", dijo Hernández tras la conquista. Lo cierto es que, además de estar en lo más alto a nivel mundial, el básquetbol argentino a nivel de Selección volvió a mostrar en este proceso muchos y preocupantes desencuentros. Desencuentros entre dirigentes y entrenador, entre entrenador y jugadores, y entre jugadores y jugadores.

La histórica clasificación hizo que todo esto se olvide rápidamente, pero dejó en evidencia que a pesar de los logros, existen diferencias, resquemores, celos y una decisión de no pensar en el bien de este deporte.

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