"Con ellas asegura Sasturain se adquieren los rudimentos de los mecanismos de funcionamiento del mundo, la lógica de la oferta y la demanda, la interdependencia del trueque, la compulsión del consumo se envidia y aprende la jactancia, el orgullo de llenar el álbum, de conseguir la «única que me falta", se saborea el vértigo del riesgo en el juego y se aprende acaso y sobre todo a convivir con la posibilidad, la costumbre de perder".
Rayón, quien también fue invitado a escribir en este libro, contó que al principio las figus venían en los envoltorios de caramelos, chocolatines, jabones o latas de pomada y luego en paquetes de cigarrillos como Venus o Fontanares. Pero tomaron entidad como figuritas de fútbol en los 40. Tras decir eso desplegó algunos ejemplares, las de los caramelos Misterio, de 1927, y las de los chocolatines Aguila, de 1932.
También, de entre varios álbumes, abrió uno de figuritas Pony de 1952, donde los jugadores están engominados y en su mayoría lucen bigote fino. En esa época, los chicos que lograban juntar las caras de cartón de todos ellos se podían ganar la tradicional pelota Nº 5 o una muñeca, pero en este caso también se sorteaban, radios, patines, bicis y "dos ponies" de verdad. (Ovación).