Gastón Seambelar, compromiso con la vida y con el prójimo

Siempre estuvo vinculado a la medicina. Primero a través de su padre y lleva más de un cuarto de siglo en el ejercicio de la pediatría, especialidad que eligió, conjetura, porque tuvo una "hermanita que nació con malformaciones, que murió cuando era chico. Quizá por eso elegí la pediatría, para ayudar a los niños". La salud es su verdadera pasión, con la que adquirió un compromiso que ha definido toda su vida.

Crédito: Claudio Martínez

El doctor Gastón Seambelar tuvo su reconocimiento.

A Gastón Seambelar le aparece un brillo en la mirada cuando habla de su trabajo en la capilla Lourdes, donde combina su pasión de médico con una conciencia social que abraza con no menos fervor.

Desde sus primeros pasos en la carrera estuvo comprometido con su prójimo másvulnerable trabajando en villas, acompañando a una persona que evidentemente ha influido mucho en él, José Resich, el cura que se ordenó después de enviudar, médico que abandonó el seminario por la opoición del obispo Juan Carlos Aramburu a que trabajara.

Gastón recuerda la labor que desarrollaba ese médico y sacerdote en la capilla San Pablo, en Merlo y sonríe al contar que Resich casó a su propio hijo y que era además un ferviente "peronista, nacionalista y cristiano", cercano a los curas del Tercer Mundo y a los asesinados obispos Enrique Angelelli y al cura Carlos Mugica.

La capilla Lourdes aparece recurrentemente en la charla de este médico que se ha convertido en un emblema de la pediatría en nuestra ciudad, que ha dejado su huella en la salud pública y además ejerce la docencia en la Facultad de Medicina de la Unicén.

Siempre estuvo vinculado a la medicina. Primero a través de su padre, al que "acompañaba a la clínica, también en las visitas domiciliarias". Cree que desde su niñez hasta ahora ha cambiado la relación del médico con los pacientes, que antes el médico ocupaba un lugar más importante en los grupos familiares que atendía, que era más respetado.

No lo dice en son de queja sino simplemente como una realidad de los tiempos.

Lleva más de un cuarto de siglo en el ejercicio de la pediatría, especialidad que eligió, conjetura, porque tuvo una "hermanita que nació con malformaciones, que murió cuando era chico. Quizá por eso elegí la pediatría, para ayudar a los niños".

Es evidente que debe haber estado en contacto desde el principio con todas las caras de las patologías infantiles,ya que pasó por los hospitales Garrahan y Gutiérrez y la Casa Cuna, además de haber sido jefe de residentes en el Hospital Durán. Sin olvidar que en las villas debe haber actuado para aliviar los dolores no sólo de los cuerpos sino también de las almas.

A pesar que desde siempre pensó que iba ser médico a poco de haber iniciado sus estudios en la UBA estuvo a punto de tomar otro camino.

Reconoce que también le apasiona el derecho, por lo que en un momento decidió convertirse en abogado e incluso "cursé algunas materias", pero enseguida volvió a su primer amor.

Cuando se le pregunta si hubiera entablado juicios por mala praxis si se hubiera convertido en abogado no sonríe sino que explica con claridad que la Justicia debe actuar en los casos que realmente hay mala praxis, pero lamenta que al existir una industria del juicio" todo se distorsiona y, además, "la legislación no contempla un resarcimiento para el médico que es absuelto. Nosotros estamos muy presionados porque no se trata sólo de un perjuicio económico. Pero eso es lo que le falta a la ley".

Enseguida regresa al tema de la salud, su verdadera pasión, con la que adquirió un compromiso que ha definido toda su vida.

Lamenta que hay una mala distribución de los recursos en todo el país, que la tecnología ha venido a resolver cuestiones importantes en la atención médica, pero que faltan recursos humanos. Admite que se vuelcan muchos recursos en la reparación de la salud pero no en la prevención.

Los Centros de Ateción Primaria de la Salud de Olavarría cree que "están muy bien en lo edilicio,en lo tecnológico, pero faltan más recursos humanos". Remarca la necesidad de "una planificación" racional y subraya que el secretario de Salud, Germán Caputo, siempre dio respuesta a sus planteos en ese sentido.

Con mal disimulada preocupación dice que a los jóvenes que se reciben de médicos no parece importarles hacer las residencias, que es "donde realmente se capacitan, donde realmente se aprende".

Agrega que "eso pasa en todo el país, falta mucha gente en las residencias", lo que es un problema sin resolver. Admite no saber "dónde van esos jóvenes, aunque doy clases en la Facultad los pierdo de vista cuando se reciben, no sé si rápidmente pasan al sector privado, si instalan consultorios, no sé. Pero es en el sector público donde realmente van a aprender, donde verán cosas que no podrán ver en otra parte", aunque los salarios que perciban no sean de lo mejor.

Esa es otra de las cosas que creen que ha cambiado en los últimos años: "antes me parece que no había tanta preocupación por lo económico, no se aspiraba a ganar dinero con la medicina" como pareciera que ocurre ahora.

En marzo Gatón Seamblar renunció a su cargo de jefe de Pediatría por el "desgaste y el cansancio" causado por la falta de personal, ya que "si alguien no puede venir a cumplir su turno de guardia había que agarrar el bolsito y correr a cubrirla".

Gastón cree que la pandemia convirtió en una suerte de héroes a los trabajadores de la salud al principio, pero ahora todo volvió ser como antes, muy probablemente porque "la gente volvió a sus problemas de siempre", los que evidentemente se han agravado.

"Hay mucha bronca, angustia en la gente", lamenta Gastón, quien relata que en el barrio Lourdes "los chicos pasan mucho frío porque no tienen leña para calentarse ¿qué le voy a decir a una madre que bañe a su hijo con este frío y sin calefacción? Una vivienda que se incendió el otro día es porque tienen que conectar estufa, heladera, todos los aparatos eléctricos en el mismo lugar. Y no hay conexión que aguante".

Esa voz que se apaga un poco cuando pasa revista al sufrimiento que padece la población más vulnerable cobra nuevos bríos cuando habla de su familia. Con Lía, su esposa odontóloga tienen dos hijos, Juan Ignacio, de 17 años, y Francisco, de 13.

Con sus hijos tiene "una relación maravillosa", en la que incluso se pudo esquivar "esa separación se se produce en la adolescencia", algo en lo que puede tener que ver "la pasión por el deporte que compartimos, por el fútbol, aunque se dio por Estudiantes y yo soy chaira".

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