El desafío de transformar la escuela en tiempos de crisis y desigualdad

La educación en crisis. La escuela que deserta de los chicos y no los chicos de ella. Dos años de virtualidad y vacío que pudieron transformar la escuela. Pero se perdieron. Los niños que quedaron en el camino. Apenas el 50% termina la escolaridad obligatoria. Muchos de los que llegan no están preparados para un mercado laboral escaso, exigente y selectivo.

La escuela, en estas dos décadas y pico del tercer milenio, está cercada por las crisis y la desigualdad.

Antes de la pandemia, apenas el 50% de los alumnos terminaba la escolaridad obligatoria.

Silvana Melo - Smelo@elpopular.com.ar

La educación –la escuela, para concederle una existencia concreta y tangible- ha sido rehén y víctima de los temporales recurrentes de la historia reciente del país. La dictadura supo reducirla a un espacio de censura y poder destinado a la obediencia. El menemismo, ya entrada la democracia, la cortó en retazos y la expulsó de los ámbitos nacionales hacia las provincias, sin método ni presupuesto. Arreglárselas somo se pudiera, en pos del achicamiento del estado y el neoliberalismo a ultranza. Nunca se repuso, la escuela, de semejantes golpes. Y la pandemia, ese año y medio borrado de los calendarios, dejó un agujero feroz, un retraso inédito que le tocó a una generación de niños y adolescentes, muchos de los cuales se cayeron del sistema. La escuela desertó de ellos. Y no ellos de la escuela. En esos dos años se perdió la oportunidad histórica de pensar una escuela distinta. De revolucionarla. De transformarla.

Esta escuela que no tuerce los destinos marcados por origen de miles –millones- de niños y niñas, se vio desnuda en todos sus quiebres, en todas sus fallas. Antes de la emergencia sanitaria, social y educativa de 2020 ya un porcentaje temible de alumnos no comprendían un texto, no les era posible leer de corrido y no podían dividir sin trauma. La pandemia los dejó sin aula ni espacio de socialización y contención. Les quitó la escuela que los contiene y los reconoce. Y les dejó a la desertora. Con muchos docentes mal formados y mal pagos, sin preparación tecnológica para el zoom, el meet, el classroom, etc.

Antes de la pandemia, apenas el 50% de los alumnos terminaba la escolaridad obligatoria. Muchos de ellos llegan al último año pero no se reciben. Un porcentaje importante de los que logran un título lo hacen con problemas de lectoescritura y sin posibilidades objetivas de acceder a un mercado laboral reducido y exigente, que reclama calificación y experiencia. Un mercado laboral que termina expulsándolos a la precarización.

Prescindibles

Ana Borzone es doctora en Filosofía y Letras e investigadora principal del Conicet. Sobre los chicos que egresan de la escuela con falencias en la lectura y la escritura asegura que el sistema que se utiliza para la enseñanza es perimido y fracasado. "La psicogénesis de la escritura, la creencia de que el niño aprende solo, por intuición, por tanteo, y que el maestro es apenas un guía". La educadora asegura que "la escuela está generando niños prescindibles" y "la reacción de las burocracias ministeriales es la de disimular el fracaso con medidas tales como unir los tres primeros años de enseñanza en un sólo ciclo y prohibir la repitencia". 

Se ha abandonado la enseñanza intensiva de la lecto-escritura en los primeros meses de escolaridad. Las consecuencias son dramáticas y se experimentan a lo largo de toda la primaria y secundaria

Para la investigadora Guillermina Tiramonti, el proceso de enseñanza y aprendizaje se convirtió en "un gran simulacro" donde "se simuló que se enseñaba y los chicos simularon que aprendieron". Y la escuela aparece a veces tan lejos de sus chicos, tan mirándose el propio ombigo mientras ellos asoman a las puertas de su vida donde un futuro despiadado los espera mostrándoles los dientes.

Se simuló que se enseñaba y los chicos simularon que aprendieron

Los responsables coyunturales admiten en la ciudad de Buenos Aires que muchos de esos alumnos se les perdieron "en los pasillos de las villas, cayeron en actividades de narcotráfico o tuvieron que ponerse a trabajar". En todo el país, medio millón de chicos quedaron fuera del sistema en pandemia. Y en marzo, recién, comenzaron a recuperarse.

Mientras tanto sectores interesados se rasgan las vestiduras ante los resultados de las pruebas estandarizadas PISA que miden de la misma manera a Finlandia y a República Dominicana. La educación argentina debe medirse de otra manera. Con parámetros locales, despojados de grietas y especulaciones, que permitan un diagnóstico certero para una transformación imprescindible.

Jornadas extendidas

La Ley Nacional de Educación de 2006 preveía que en 2010 el 30% de los alumnos del nivel primario debía cursar en jornada extendida. Sin embargo, según el Centro de Estudios de la Educación Argentina, en 2019 –no hay otros números más recientes: la pandemia arrancó dos años del calendario- el 86 por ciento cursaba en jornada simple y apenas el 14 %, en jornada extendida. En la provincia de Buenos Aires, sólo el 7,5%.

Para intervenir el estrago de la pandemia –sumada a la caída de arrastre- se perdieron dos años de transformación. Y los gobiernos apenas abren banderolas mínimas: piensan en agregar una hora al día de clases, sin planificar un cambio que conceda valor a esa hora y que no termine perdida en el mismo reloj del resto de las horas, con la misma indolencia y sin objetivos concretos. 

O bien piensan y ponen en práctica programas como el ATR en la provincia de Buenos Aires, con docentes precarizados que trabajan por fuera del estatuto docente, sin licencias por enfermedad o estudio y con un salario menor.

Matrículas

La plataforma de indicadores de Argentinos por la Educación muestra la evolución de la matrícula de los niveles primario y secundario desde principios de siglo:

En 1900: 451.247 alumnos en el nivel primario, 6.375 en el secundario. En 1930: 1.444.546 y 85.732. En 1960: 2.858.488 y 563.987. En 1991: 4.816.010 y 2.033.198.

En 2010 el censo nacional determinó que los alumnos de la escuela primaria apenas superaban los 4.900.000. En los doce años siguientes, según el Centro de Estudios de la Educación Argentina, hubo un crecimiento del 2% en la matrícula. Pero la proyección poblacional prevé un aumento del 4% de los niños de entre 6 y 12 años (5.150.000). Es decir, de los que deben cursar la primaria. Hay un porcentaje que está quedando fuera del sistema.

Hay más números, aparentemente aislados, que sirven para ilustrar el estado de cosas:

-En 2019 repitieron 120 mil alumnos. En el segundo y tercer año del primer nivel.

-En el aprendizaje de las Matemáticas, de cada cien alumnos secundarios hay 17 aprobados en el nivel socioeconómico más bajo. Y 58 de cada cien en el más alto.

-En los últimos 20 años la matrícula de la educación privada aumentó el 38%. La estatal disminuyó un 6%.

-La Matanza tiene una matrícula de 374 mil alumnos. Superior a la suma de 16 provincias.

La escuela, en estas dos décadas y pico del tercer milenio, está cercada por las crisis y la desigualdad. El mundo pos pandemia trajo aparejado el crecimiento de las derechas ultras y el neoliberalismo, enemigos de la escuela pública y del libre pensamiento de la escuela sin corsets moralistas ni ideologías retrógradas. 

Sin una escuela bien plantada, con docentes convencidos, formados para el cambio y con niños educados como protagonistas, como sujetos políticos de transformación y no como apenas espectadores de la historia, no habrá una población que resista a los totalitarismos que pueden venir. 

Acaso por eso mismo la toman como rehén. Le podan la resistencia. Y le bajan el precio en su pertinacia histórica. La escuela debe ser otra para el tiempo que viene y enarbolar una ética de la vida y la solidaridad. Sólo así será posible un futuro más amigable.

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