La historia y los cambios en el tiempo

De origen indeterminado, su nacimiento se asocia a la aparición de la alfarería durante el Neolítico, lo que permitió disponer de recipientes donde hervir en agua alimentos crudos, y sus primeras referencias escritas se encuentran en el Código de Hammurabi (antigua Mesopotamia). La consumieron griegos y romanos, los árabes introdujeron en Europa novedades en su elaboración como el arroz y la leche de almendras, los españoles cambiaron la carne humana del pozole azteca por cerdo, viajando a su regreso con nuevos ingredientes que animaron el recetario europeo, y las especias llegadas de Oriente las aromatizaron.

Aunque alimentó a muchos pobres -la sopa boba no requería mucho presupuesto y se aprovechaban huesos y sobras- también fue apreciada en mesas cortesanas: a Enrique IV le encantaba la sopa de gallina y ternera y a María Antonieta la de col. Llegó a la alta cocina en el siglo XIX de la mano del cocinero francés Marie-Antoine Carême, camino que han seguido posteriormente otros profesionales del ramo dando platos emblemáticos como la sopa de trufas negras que Paul Bocuse creó en honor del entonces presidente francés Valéry Giscard d'Estaing -que aún se sirve en el restaurante de Lyon- o el divertido homenaje a la sopa de letras de El Bulli.

Aunque se asocia a comida familiar y largas reuniones en la cocina, no todo ha sido así en la trayectoria de las sopas. Con la Revolución Industrial llegaron los cubitos, las preparaciones instantáneas y las enlatadas que posibilitaron calentar el estómago aún a falta de tiempo. De la sopa dijo el gastrónomo francés Billat-Savarin que era un alimento "sano, ligero, nutritivo, que sienta bien a todos y alegra el estómago" y el saber popular que "nunca enfada y pone la cara colorada".

Como reseñan los autores de esta oda a la sopa, se trata de uno de los platos más universales y está presente "en todos los continentes y en la mayoría de los pueblos que los habitan", dando prueba de ello con un recorrido por algunas de las más populares. Ahí están las africanas con su profusión de semillas y frutos secos; las lácteas norteamericanas; las de latinoamérica con ajíes, frijoles y maíz; las mediterráneas y el protagonismo de vegetales, legumbres, pescados y mariscos; las de los países nórdicos y centroeuropeos con embutidos y pescados ahumados, las especiadas de Oriente Medio y la India, las de miso y tofu de Asia Oriental y las de coco, lima y chiles del Sureste asiático.

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