Los resultados de las elecciones europeas del domingo, con la caída de los dos grandes partidos tradicionales, la contención de la ultraderecha y el ascenso de liberales y ecologistas, tendrá traslación en los nombramientos de los altos cargos del bloque. Será así especialmente en el más visible de ellos, la presidencia de la Comisión Europea, órgano que funciona como el poder ejecutivo de la UE.
La cumbre de la noche del martes en Bruselas no alcanzó un acuerdo sobre quiénes serán esas personas, pero dejó claro que los equilibrios de poder ya cambiaron y que los conservadores no podrán mantener tres de los cinco altos cargos que tuvieron los últimos cinco años. Además, los gobiernos intentaron, pero no lo consiguieron totalmente, retomar el control del proceso, que está en parte en manos del Parlamento Europeo.El bloque debe elegir este mes cinco altos cargos. Su nombramiento se negociará en un paquete. Son las presidencias de la Comisión Europea, del Consejo Europeo (el órgano que reúne a los gobiernos), del Parlamento Europeo y la dirección de la diplomacia de la UE. El quinto alto cargo, el del Banco Central Europeo, se considera técnico y por lo tanto fuera de la lucha partidista. El Eurogrupo está en manos del socialdemócrata portugués Mario Centeno, nombrado a finales del año pasado y con dos años ?renovables- por delante.
Los métodos del pasado ya no sirven. Hasta 2009 los gobiernos conservadores y socialdemócratas, que contaban con la mayoría absoluta tanto en el Consejo Europeo como en el Parlamento, se repartían los cargos. Los eurodiputados se limitaban a asentir. Era otra Europa. Cuando los europeos fueron a las urnas en 2014, el 76% vivía en países controlados por las dos grandes familias políticas. Hoy esa tasa se redujo al 38% por el ascenso en los últimos años de liberales y populistas.En 2014 el Parlamento Europeo se inventó la figura de los 'Spitzenkandidaten', candidatos transnacionales de cada familia política. El luxemburgués Jean-Claude Juncker fue el candidato conservador. La victoria de su familia política y un pacto con los socialdemócratas que puso al alemán Martin Schulz en la presidencia del Parlamento Europeo, hizo imposible que los gobiernos buscaran a otra persona. Tuvieron que ceder, incluso algunos de mucho peso como el alemán, el holandés y el británico, que no querían a Juncker.
Cinco años después el Parlamento quiere conservar esa competencia a la vez que los gobiernos quieren recuperar el control del proceso, por lo que se espera un choque institucional además del choque ideológico entre, por una parte, socialdemócratas y liberales, y por otra parte conservadores.Los eurodiputados defienden que a la presidencia de la Comisión Europea vaya uno de los Spitzenkandidaten. El del mayor grupo fue el alemán Manfred Weber. Nadie fuera de su partido y nadie en Bruselas se imagina a Weber, sin experiencia ejecutiva alguna, en ese puesto. Además, Weber tiene, como rumiaba anoche un viejo periodista alemán, "el carisma de una col hervida".
Ni siquiera su jefa política Angela Merkel le defiende con uñas y dientes. Anoche, en conferencia de prensa, Merkel parecía dispuesta a ceder si se alcanzaba un compromiso. Y defendía el sistema de los Spitzenkandidaten frente al francés Macron, a quien no le hace gracia alguna porque difícilmente su familia política liberal podrá ser en un futuro cercano la primera fuerza política del Parlamento Europeo.
Si Weber cae, algo más que probable, ganan muchos puntos el socialdemócrata holandés Frans Timmermans y la liberal danesa Margrete Vestager. La segunda podría ser un punto de encuentro para Merkel y Macron. Ese sería el alto cargo liberal. Socialdemócratas y conservadores tendrían entonces que papel de España será fundamental, como se vio anoche en la cumbre, donde Pedro Sánchez era de los más solicitados. Los socialdemócratas lo han nombrado su negociador. Su buena relación con Macron y con Merkel, su victoria electoral, el hecho de que la delegación española sea la mayor del grupo socialdemócrata en el nuevo Parlamento Europeo y que España aspire a alguno de los altos cargos tras una década de incomparecencia hacen de Sánchez una pieza fundamental en la negociación.
Entre los nombres españoles que aparecen en todas las quinielas está el actual canciller Josep Borrell, quien ya fue presidente del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007. Y dos mujeres: la ministra de Economía Nadia Calviño y la de Transición Ecológica Teresa Ribera.
Si Borrell no va a la Comisión Europea, una de ellas podría ser la comisaria europea por España y Madrid apuntaría a dos grandes carteras en el ejecutivo del bloque: o Calviño como responsable de una gran cartera económica o Ribera, una de las grandes expertas europeas en negociaciones climáticas y políticas de transición energética, como responsable de toda la estrategia europea contra el cambio climático. La resolución, salvo choque institucional, el próximo 21 de junio.